Epílogo: El Último Adiós

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Querido amigo,

Espero que esta carta llegue a ti antes de que comiences tu viaje. Me comentabas que estabas casi listo para lograr tu cometido.

Antes de nuestra separación, me contaste lo que pretendías hacer y pediste ayuda, pero yo te rechacé.

Estás loco. No puedo creer que una promesa que hiciste hace tantos siglos, a una persona con la que tuviste una sola conversación, haya sido la motivación de todo tu actuar y que, en el momento de tu última carta, hayas logrado reunir un ejército con el fin de viajar por un portal e intentar conquistar un mundo desconocido.

Aunque tengo curiosidad, me gustaría conocer toda tu historia algún día. Podrías escribir un libro de ti mismo.

Ahora contestaré tus últimas preguntas.

Mi querida matriarca quedó lesionada de la espalda baja y sus membranas, que le permitían planear, sufrieron daños irreversibles. Pasó el resto de su vida en el nido, cuidada y protegida por sus hijas y nietos. Su hija mayor se convirtió en la nueva matriarca. Yo la visitaba cada vez que podía y la última vez que dormimos juntas, no volvió a despertar.

La enterré cerca de la entrada de la cueva, con la hermosa vista del bosque en la falda de la cordillera. Fue una madre para mí y me enseñó a ser una madre para todos mis hijos.

Milo vivió su vida como líder hasta que fue destronado por uno más joven. Envejeció rodeado del amor y la protección de su familia. Un día regresé y ya no estaba. Lamenté no haber estado ahí con él para despedirme.

Volví a encontrarme con Sam un par de años después, me había perdonado y le conté todo lo que había hecho hasta ese momento. Quiso acompañarme en mi misión de cuidar de las cuevas para seguir investigando, pero no se lo permití. Le dije que viviera su vida, volviera a enamorarse y tuviera hijos; y que si lo lograba, me dejara una nota en alguna de las entradas. Le prometí visitarla si lo hacía.

Nos despedimos con cariño, le agradecí todo lo que hizo por mí en un principio y, con el pasar del tiempo, recibí su carta. Se enamoró y tuvo dos preciosos hijos, a los que llamó Lodrik y Arlonna. Pero no he tenido tiempo de cumplir mi promesa de visitarla.

Regresé a mi pueblo natal de Morkadur a visitar a Torjael y Annarys. Ya llevaban tres niños y venía un cuarto en camino. Le pusieron a la mayor mi nombre, lo cual conmovió mi corazón. Era la viva imagen de su madre y tenía la misma actitud aventurera. Los pequeños conocían mis aventuras, eran los cuentos que les contaban antes de ir a dormir, así que les sorprendió muchísimo verme aparecer en carne y hueso.

El día que detuve a Yurgamel, todos en el pueblo oyeron el estruendo en El Terror y vieron la luz que opacó al sol. Al principio pensaron que había erupcionado algún volcán, pero no conocían ninguno que estuviera tan cerca. Solo al notar la tranquilidad que le siguió fue que ambos se dijeron que fue cosa mía. No me imagino por qué.

Les conté lo que pasó y así tuvieron un nuevo cuento para hacer dormir a sus pequeños.

Me entregaron una carta de Thalindra. En ella me contaba que, poco tiempo después de nuestra última conversación, vendió todo y decidió volver a sus raíces, llevando a mis hermanos consigo. Le dijo a Torjael que todo lo que yo hice la motivó a tomar aquella decisión. Tenía la esperanza de limar las asperezas con su familia, así como yo lo intenté hacer con ella. Me sentí orgullosa y con el tiempo aprendí a perdonarla.

Conocí la famosa ciudad de Valle Movlodien, en la región de Aerdor, la única del Gran Desierto que se encuentra apartada por la Cordillera de Carmerpentus. Busqué a Matt, pero en su lugar encontré a su hijo Mordlen. Era la viva imagen de su padre, tanto de rostro como de corazón. Me contó que su padre había regresado y vivió con gran felicidad los últimos días junto a sus nietos. Su corazón era muy grande para este mundo y le falló un día mientras ayudaba a su hijo en el taller.

Su cuerpo se encuentra junto al de su querida esposa Amara, en su pueblo natal de Korur. Le dejé un par de Besos de Sol en su tumba, aquella flor milagrosa que me permitió sobrevivir en las cuevas.

Volví al templo de los Ventormenta. Y, solo para asustarlos, lo hice a lomos del Rey Serpiente. Me divertí mucho con la expresión de sus rostros. Algunos huyeron despavoridos y otros tantos se desmayaron.

Mi madre había llegado hace unos años y pude reencontrarme con mis hermanos, los cuales ya habían crecido y formado sus propias familias. Keith había crecido muy guapo y aventurero, recorrió otros continentes y regresó casado y con dos hijos. Rory quiso seguir la tradición de la familia Ventormenta, ayudando a los más necesitados y esperando mi llegada. Se enamoró de una cariñosa dreitora y estaban esperando su primer hijo.

Thalindra se marchó luego de que se hicieron mayores, dejándome otra carta. En ella me contaba que siempre quiso volver a las Playas Paraíso, lugar donde tenía los recuerdos más maravillosos y en donde se había enamorado por primera vez. Le contaron lo que hice con el templo, estaba muy orgullosa y enormemente agradecida. Le dejé una carta para cuando regresara a ver a sus nietos.

Por supuesto que volví a ver a Arly. Había envejecido, pero seguía siendo la misma chica de hermosos ojos celestes que tanto me gustaban. Luego de nuestra separación, hubo opiniones divididas sobre las órdenes que les dejé a los monjes. Por miedo las siguieron, pero no todos estaban de acuerdo. Ella cooperó junto a la matriarca para restaurar el orden y, con los años, logró convertirse en la cabeza de los Ventormenta.

Se enamoró de nuevo y fue muy feliz, lo cual debo admitir que me dolió un poco, pero era ridículo pensar que me esperaría. Vivió una gran vida, amada y admirada por todos, convirtiendo al templo en un refugio para los más necesitados, independientemente de la raza a la que pertenecieran. Estoy muy orgullosa de ella.

La siguiente vez que regresé al templo, encontré la última carta de mi madre y su tumba. Quise llorar, pero no pude. Aunque sentí un enorme vacío en mi corazón, tenía la esperanza de volver a conversar con ella una vez más y contarle de mis aventuras.

El dios Merpentilus ha cumplido su promesa y no ha vuelto a susurrar en nuestros oídos. De vez en cuando voy a visitarlo a su templo para tener largas conversaciones con su espíritu; su poder aún se encuentra presente en aquel lugar. Yurgamel no lo ha perdonado aún, pero tenemos esperanzas de que algún día, juntos los tres, podamos crear un mejor futuro tanto para los Reptaros como para los hijos de los dioses.

Por mientras, sigo cuidando de los reptiles, protegiendo y custodiando las cuevas, expulsando a los intrusos. Lo bueno de ser una leyenda es que me temen de antemano y huyen en vez de enfrentarme.

Y en cuanto a ti, mi querido "Cazador Supremo". No he vuelto a verte, pero supe de una terrible amenaza que afectó la superficie, un "Ejército de las Tinieblas". Grandes héroes de todas partes del mundo se están reuniendo para detenerlo. Algunos incluso se atrevieron a acercarse a mí, pidiendo que interviniera, pero rechacé la oferta.

Que tus decisiones te lleven a un buen destino, amigo mío. Cumple tu promesa y regresa. Espero volver a verte algún día.

Con amor y gratitud,

Dinna Ventormenta, Madre de los Olvidados.

La Madre de los OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora