Microrrelato 23: El plátano

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Temática: La costumbre de tomar la fresca y otros sucesos.

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Estaba atardeciendo en la plaza del ayuntamiento del Royo, un pueblo de Soria de menos de doscientos habitantes cuya principal forma de vida era la del pastoreo. El ambiente era excesivamente cálido, vaticinando una de esas largas noches de insomnio donde uno no sabe si es preferible tratar de dormir o ni siquiera intentarlo.

Las moscas se empeñaban en pasar cerca de las orejas de las personas con las que se cruzaban, zumbando y molestando como si aquella actividad no fuera un riesgo para su vida. Algunas eran atrapadas por las hábiles manos de los lugareños, acostumbrados a lidiar con ellas desde pequeños, y otras continuaban bailando aquel extraño baile de la muerte, tan confundidlas por el calor como lo estaban las víctimas de sus atenciones.

Como era costumbre, un grupo de mujeres se había reunido para tomar la fresca. La mayoría ya peinaba canas y vestía ropa oscura, de luto. Normalmente esas reuniones vespertinas eran tranquilas. Se juntaban cuatro o cinco, descansaban sus posaderas sobre taburetes y se entretenían zurciendo ropa, rezando, cantando y charlando. Sin embargo, aquel día organizaron tal alboroto que el eco de sus risas se escuchaba desde la entrada del pueblo. Los vecinos no podían evitar envidiar no formar parte de aquel improvisado corrillo y andaban escandalizados a partes iguales, preguntándose qué había motivado aquel revuelo.

- Niñas - habló Mercedes en voz baja -, esta maña pasé por la frutería de Daniel para ver eso que ha traído nuevo.

Algunas mujeres se taparon la boca, impresionadas por su osadía. Habían oído hablar de lo que Daniel había traído hacia ya tres semanas, pero ninguna de ellas se había atrevido siquiera a mirar o tocar aquella fruta extraña. No sabían como se comía, ni nada a cerca de su sabor. Era demasiado exótica para ese pueblo.

Mercedes aguardó impaciente, con el sudor cayéndole por la frente y las uniones de sus carnes rollizas. Sus ojos brillaban de la emoción.

- ¿Te refieres a los plátanos? - preguntó Juana, la mas joven de todas ellas, intrigada.

Inmediatamente, las demás la mandaron callar e hicieron gestos aspaventosos con las manos para que bajase la voz.

¿Y si alguien se enteraba de que estaban hablando de aquello? ¡Qué vergüenza pasarían!

- Si - la contestación de Mercedes no se hizo esperar. Un hoyuelo travieso se dibujó en la comisura de su boca.

Un murmullo de sorpresa agitó a todas las presentes.

- ¿Y...como son? - se atrevió a preguntar Juana, sin dejarse intimidar por las reservas de sus compañeras - dicen que se parecen a...

La frase quedó sin terminar, interrumpida por el grito contenido que escapó de entre los labios de una de ellas.

- ¡Juanita! ¡Eso son cosas de casadas! - la regañó una de las mayores, golpeándole la cabeza con el lateral de su bastón.

Juana se asustó y se acomodó sobre el taburete, ajustándose el cuello de la camisa y recogiendo algunos pelos que se escaparon de su moño bajo.

Las risas tímidas no se hicieron esperar.

- ¿Queréis verlo? - Mercedes se inclinó hacia delante para acercarse más y lanzó la pregunta al aire, retadora.

En un principio, imperó el silencio. Un silencio lleno de apuro y de juicios velados de mujeres que no sabían cómo actuar ante lo desconocido, y preferían andarse con cuidado para no meterse en problemas ni ser objeto de habladurías.

Mercedes se sentía orgullosa, había conseguido dejar boquiabiertas y ojipláticas a sus amigas. Ninguna de ellas se esperaba ese ofrecimiento.

Finalmente, alguien golpeó con el codo a Juana.

- Si - contestó ésta, a la vez que un incipiente rubor cubría sus mejillas.

La artífice de todo sonrió satisfecha y, luego, rebuscó con ahínco entre sus faldas.

Pronto extrajo de allí la fruta de la discordia: un plátano robado al pobre de Daniel, todavía por madurar y de gran tamaño.

- No soy ninguna ladrona - explicó, sujetando la fruta en alto para mostrársela a las demás -, pero confieso que no he tenido las agallas suficientes para comprarlo.

Sabiéndose observada, Mercedes no dudó en arrojar el plátano hacia el corrillo como si fuera una granada.

- ¡Oh! - gritaron al unísono las mujeres.

Huyeron despavoridas en diferentes direcciones, tropezándose y apartándose del proyectil ¡No querían ni que les rozara la piel!

La fruta cayó sin remedio al suelo, al igual que algún que otro taburete, mientras era contemplada desde lejos, con una mezcla de interés y miedo, por todas ellas.

- ¡Es de color amarillo, como el limón! - dijo una.

- Dios misericordioso, ten piedad de nosotras - se santiguó otra.

- Si que se parece a...- juzgó alguien.

- ¿Y como se come....? - se aventuró una cuarta.

Mercedes, toda una experta en materia de plátanos a pesar de sólo haber tenido contacto con ese espécimen, no pudo contener la risa y se levantó a recogerlo del suelo.

Las mujeres volvieron a sentarse, despacio. Se daban golpecitos con la palma de la mano en el pecho, recuperándose de la impresión.

- Por lo visto hay que pelarlo igual que si fuera una naranja - comentó, mientras procedía a ello - Su carne es blanca y blanda.

Mercedes rompió el tallo y fue abriendo el plátano, hasta que toda la piel quedó en su mano izquierda y la verdadera fruta en su mano derecha.

Las exclamaciones de asombro de sus contertulias la acompañaron durante todo el proceso.

- ¿Queréis probar? - dijo aquello susurrando, también nerviosa, mientras apoyaba la piel restante del plátano sobre su regazo.

Entonces, rompió un pequeño trozo de la carne con los dedos y le pasó el resto del plátano a la que tenía al lado. Esta hizo lo propio y al final todas tuvieron una pieza de la fruta en sus manos, que admiraban como si fuera lo más prohibido que hubieran poseído nunca.

Lo probaron.

- ¡Qué asco! Es pegajoso - se quejó una, escupiendo el trozo de su boca.

- Ave María Purisima, intercede por estas pecadoras - rezó otra.

- No sabe a nada - Juzgó alguien.

- Es un poco amargo...pero rico - se aventuró Juana.

Otra oleada de risas sacudió el corrillo, mientras el resto del pueblo seguía sin imaginar el extraño acontecimiento que estaba teniendo lugar: la presentación de un plátano en sociedad.

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