Im the sinner

55 6 0
                                        

Cuando Dan me pidió que eligiera un lugar para tomar algo, una mezcla de emoción y nerviosismo se apoderó de mí. No sabía qué esperar, pero la idea de pasar más tiempo con él y conocerlo mejor me atraía irresistiblemente. Dan era intrigante; su sola presencia me generaba una ansiedad palpable, como si estuviera al borde de descubrir algo fundamental sobre mí mismo.

Al salir de la tienda, no podía evitar admirar lo atractivo que era Dan. Su sonrisa enigmática y la forma en que se movía despertaban en mí una curiosidad desconcertante. A veces me preguntaba si lo que sentía era solo admiración o algo más profundo. La manera en que me miraba me llevaba a cuestionar mis propios sentimientos y mi orientación.

Conectar con alguien fuera de mi círculo habitual era emocionante, pero también confuso. No sabía si mi interés por Dan era simplemente atracción física o algo más significativo. En los últimos meses, Lucca había sido una figura protectora en mi vida, y yo me había centrado en mi recuperación. Ahora, al enfrentar la posibilidad de una nueva amistad, comenzaba a cuestionar mis emociones y deseos.

Mientras caminábamos, sentía un tira y afloja interno. Parte de mí estaba ansiosa por explorar esta nueva conexión, pero otra parte temía que mis sentimientos fueran solo una ilusión. Me preocupaba no saber lo que realmente quería, pero la idea de conocer a Dan mejor y entender mis propios anhelos me parecía valiosa.

Era un paso hacia lo desconocido, pero también una oportunidad de descubrir más sobre mí mismo.

Nos dirigimos a una pequeña cafetería acogedora al final de la calle. Dan había elegido el lugar, y su calidez me envolvió. Era justo lo que necesitaba para despejar mi mente y disfrutar de una conversación más relajada.

Nos sentamos junto a la ventana. Dan pidió un café, y yo opté por un té. Mientras esperábamos nuestras bebidas, me sentía algo más cómodo, aunque la intriga por Dan seguía presente. A veces, sus comentarios eran tan casuales y amistosos que me preguntaba si estaba sobreinterpretando su interés.

-Así que, Pete -comenzó Dan, su tono ligero pero con un matiz de curiosidad-, ¿alguna vez has estado enamorado?

La pregunta me sorprendió y me quedé en silencio por un momento. No recordaba mucho de mi pasado, pero había algo que me inquietaba. A veces, en mis sueños, veía a alguien con quien compartía una conexión intensa, casi un romance perdido. La imagen era borrosa, pero los sentimientos eran vívidos.

-No lo sé con certeza -admití finalmente-. A veces, en mis sueños, veo a alguien, como si hubiéramos tenido un romance. Es extraño. Me hace sentir que he tenido algo importante, pero no puedo recordarlo bien.

Sentí una ola de arrepentimiento al abrirme así. No solía hablar de estos sentimientos y me preguntaba si había sido un error compartirlo con Dan. Me retiré un poco, incómodo con la vulnerabilidad que había mostrado.

Dan, notando mi incomodidad, cambió de tema. En ese momento, una pareja se sentó en la mesa cercana, y no pude evitar mirarlos un poco más de lo necesario. Mi rostro se sonrojó al darme cuenta de que estaba observando demasiado.

-No te preocupes -dijo Dan con una sonrisa comprensiva-. No tienes que avergonzarte por mirar. Todos lo hacemos. A veces, la gente tiende a juzgar el amor basándose en el género, pero lo importante es cómo te sientes con la persona a tu lado.

Su consejo me sorprendió. Aunque no lo había pedido, lo encontré reconfortante. Era un recordatorio de que las emociones son profundamente personales, a menudo ajenas a las expectativas sociales.

-Gracias por el consejo -respondí, sonriendo tímidamente-. Creo que lo necesitaba.

Dan asintió, su mirada amable y sincera. A medida que continuábamos conversando, me di cuenta de que, a pesar de mis dudas, él parecía genuinamente interesado en conocerme y ofrecerme su apoyo. Aunque seguía cuestionando mis sentimientos, comenzaba a apreciar la complejidad de nuestra interacción y disfrutar de la conexión que estábamos construyendo.

La noche en Florencia caía lentamente, cubriendo la ciudad con un manto de luces doradas y sombras suaves. Disfruté de la cita con Dan; la conversación fluyó con naturalidad. Sin embargo, al despedirnos y encontrarme solo en la calle, mi intuición extrovertida y mi sensación introvertida comenzaron a chocar nuevamente.

Me dirigí a un rincón tranquilo para llamar a Lucca. Sabía que mi libertad siempre estaba condicionada a sus expectativas, y esa noche no era la excepción. La voz de Lucca, familiar pero pesada, llevaba consigo un peso de responsabilidad que no podía ignorar.

-Hola, Lucca. La cita con Dan fue bastante buena -dije, pero no podía evitar sentir que, a pesar de lo agradable del encuentro, algo inquietante se cernía en mi mente.

-Me alegra que todo haya ido bien. Espero conocer al famoso Dan. Pero recuerda, Pete, tu vida no es solo disfrutar momentos placenteros. El Consigliere llegará pronto, y es vital que estés preparado.

Asentí mientras escuchaba. Lucca siempre me recordaba la gravedad de mi situación, incluso cuando yo me dejaba llevar por las emociones del momento. Su tono me advertía que, aunque buscaba desconectarme de las tensiones diarias, la realidad siempre estaba al acecho.

-Lo tengo en cuenta. Me he portado bien y estaré listo para lo que venga.

-Perfecto. Y recuerda, si decides salir, asegúrate de estar acompañado. La seguridad es lo primero.

Colgué, sintiendo el peso de sus palabras como un recordatorio que no podía ignorar.

Miré a mi alrededor; el bullicio de la ciudad continuaba su curso, y yo, en medio de todo, sentía esa mezcla de conexión y conflicto interno. La parte de mí que deseaba conocer a la gente, conectar y explorar, chocaba con la sensación de ser constantemente vigilado por las circunstancias.

El auto llegó en el punto acordado, y el chófer comenzó el viaje mientras yo me abrochaba el cinturón. Mirando las calles nocturnas, la vibrante vida de la ciudad acentuaba la dualidad en mi interior. Dan había sido una distracción encantadora, un alivio momentáneo a la presión constante de mi realidad. Me sentía dividido entre mi deseo de seguir conociéndolo y la necesidad de mantenerme alerta.

La atracción que sentía por Dan y nuestra conversación relajada me hicieron cuestionar mis propios límites y prioridades. Mi intuición extrovertida me decía que había algo real y prometedor en lo que compartimos, pero mi sensación introvertida me recordaba que no podía permitirme olvidar lo que estaba en juego.

Mientras me adentraba en la oscuridad de la noche, luchaba por encontrar ese equilibrio. Quería disfrutar de los momentos que la vida me ofrecía, pero sin perder de vista las realidades que siempre me acompañaban. Lucca, aunque era como un padre para mí, era también un recordatorio de mis ataduras y responsabilidades.

Mi mente danzaba entre el deseo de explorar nuevas posibilidades y la necesidad de permanecer en guardia ante lo que se avecinaba.

Continuará

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora