Lose my mind

45 6 4
                                    

Una sombra de preocupación cruzaba el rostro de Lucca mientras contemplaba desde el balcón la llegada de su nuevo protegido y su séquito. Se arrepintió de haber dudado en compensarlo con un paseo por las calles de Florencia.

No deseaba que Pete albergara pensamientos negativos hacia él. No buscaba privarlo de su libertad, sino que comprendiera las reglas de convivencia dentro de la mansión. Quería que fuera como su águila, libre para volar y regresar a su lado cuando lo llamara, sin mirar a los lados.

Sonaba casi como una condena, manipularlo para que solo encontrara refugio en él y en nadie más. Pero cuando vio a Pete, tropezando torpemente mientras bajaba las cajas, algo en su gracia e inocencia lo cautivó.

Enterarse de que era el jefe de los guardaespaldas lo asombró aún más. Una combinación perfecta. En el poco tiempo que habían compartido, Lucca descubrió una verdad no dicha: el joven heredero del Sr. Kun tenía una inclinación por aquel chico.

Le divertía la idea de competir por la nueva presa, aunque una parte de él se preguntaba si aquello no significaría la ruina de ambos.

Lucca había establecido un horario estricto para los entrenamientos de Pete en el gimnasio de la mansión. Mientras el joven pasaba sus clases de yoga, Lucca hacía sus rutinas de pilates y pesas. Como dueño y amo del lugar, Lucca podría haber ido cuando quisiera, pero respetaba celosamente el horario de su protegido.

Pete, siendo apenas un muchacho de 22 años recién salido del hospital, había recibido la recomendación médica de practicar yoga para su recuperación. Lucca, un hombre maduro de más de 50 años, mantenía su propia rutina disciplinada, pero no pudo evitar sentirse cautivado por la gracia y delicadeza con la que el joven se movía durante sus sesiones.

Un día, cuando Pete luchaba con un complicado estiramiento, Lucca se acercó en silencio y, con manos cuidadosas, lo ayudó a adoptar la posición correcta. Pete lo miró sorprendido, pero Lucca le dedicó una sonrisa tranquilizadora, casi paternal. Desde ese momento, Lucca se unió disimuladamente a las sesiones de yoga, brindando su apoyo experto a los ejercicios de Pete, en un gesto que parecía esconder un afecto más profundo.

Lucca se acercó a Pete después de su sesión de yoga, con una expresión cálida en su rostro maduro.

— Me alegra ver que has estado disfrutando de tus salidas a las calles de Florencia. ¿Cómo te has sentido fuera de los muros de la mansión?

— Ha sido... maravilloso, en realidad.—Pete titubeando un poco- Poder respirar el aire fresco y admirar la belleza de la ciudad ha sido un verdadero regalo-Evita mencionar su encuentro con el extraño)

Lucca se siente complacido.

—Me alegro mucho de que así sea. Sé que puede llegar a ser agobiante estar encerrado aquí, por eso quería darte esa pequeña libertad.

—Le estoy muy agradecido, de verdad.— Pete asiente sonriente- Ha sido una experiencia única poder explorar Florencia a mi antojo.

—Me alegra oír eso. Recuerda que siempre puedes contar conmigo si necesitas algo. Quiero que te sientas cómodo y seguro aquí—Lucca posa una mano en el hombro de Pete.

—Lo tendré presente, gracias—Pete lo dice con timidez.

Lucca le dedicó una última sonrisa y se retiró, dejando a Pete sumido en sus pensamientos, aún ocultando aquel encuentro fortuito en las calles.

Lucca volviéndose hacia Pete, comenta una idea nueva.

— Sabes, me apetece dar un paseo por las calles de Florencia. ¿Te gustaría acompañarme?

— ¿De verdad? Me encantaría.—Lo dice muy sorprendido.

— Excelente. Me recuerda a cuando era joven y solía caminar por estos mismos lugares.-Hace una pausa-—Aunque debo decir que tú te mueves con mucha más gracia que yo en tus sesiones de yoga.

— ¡Vamos, no diga eso! —Pete ríe un rato-Usted conserva una condición física envidiable para su edad. Me gustaría poder moverme así cuando tenga su edad.

— Bueno, tal vez puedas darme algunos consejos de yoga. Siempre es bueno mantenerse activo y flexible, ¿no crees?

Ambos hombres salieron de la mansión, lado a lado, disfrutando de la oportunidad de explorar juntos las calles de Florencia. Lucca parecía rejuvenecer con cada paso, mientras que Pete lo observaba con creciente admiración por su vitalidad y gracia.

Tal como lo habían planeado, Lucca y Pete ingresaron a una acogedora heladería en el corazón de Florencia. Mientras disfrutaban de sus helados, Pete no pudo evitar observar a un grupo de jóvenes riendo y conversando animadamente en una de las mesas.

Pete suspiró con un dejo de nostalgia. Esos eran los momentos que él nunca había podido disfrutar plenamente, pues desde muy joven había tenido que madurar y asumir responsabilidades más allá de su edad.

Su mirada se desvió entonces hacia una pareja de hombres, uno mayor que el otro, que se encontraban tomados de la mano. Pete sintió una punzada de incomodidad, preguntándose si aquel extraño que había chocado con él en la calle podría malinterpretar su momento con Lucca.

Lucca, que no era ajeno a la inquietud de Pete, lo observó con discreción. Entendiendo la situación, fingió recibir una llamada importante y se excusó, dejando a Pete a solas para que pudiera disfrutar de su helado sin sentirse observado.

Pete, agradecido por la comprensión de Lucca, se relajó un poco, pero aún así no pudo evitar sentir cierta vergüenza y culpa por sus pensamientos. Sabía que con Lucca a su lado, nada de eso debía importarle, pero aún así le costaba desprenderse de esa inseguridad.

No muy lejos de la heladería, por una de las calles adyacentes, apareció de pronto aquel hombre de gafas oscuras, el mismo que había chocado con Pete en una de las callejuelas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


No muy lejos de la heladería, por una de las calles adyacentes, apareció de pronto aquel hombre de gafas oscuras, el mismo que había chocado con Pete en una de las callejuelas. Como si Pete hubiera invocado su presencia, el extraño individuo pasó muy cerca del ventanal transparente del local, justo en el momento en que Lucca se acercaba distraídamente a la mesa.

Pete sintió que el corazón le daba un vuelco al ver cómo la mirada del hombre se conectaba con la suya a través del cristal. Una sensación de inquietud lo invadió, temiendo que aquel encuentro fortuito pudiera ser malinterpretado.

Lucca, ajeno a la presencia del misterioso sujeto, se inclinó sobre Pete con una expresión de genuina preocupación.

—¿Te encuentras bien, muchacho? Te veo un poco tenso- pregunta Lucca posando una mano en el hombro de Pete.

Pete desvió rápidamente la mirada, tratando de ocultar su turbación.

—Sí, estoy bien, no se preocupe.—Mintió.

Lucca frunció el ceño, percibiendo que algo inquietaba a Pete, pero decidió no presionarlo. En su lugar, fingió recibir otra llamada importante y se disculpó, dejando a Pete a solas para que pudiera disfrutar de su helado sin más interrupciones.

Pete, aliviado por la discreción de Lucca, observó disimuladamente por la ventana, pero el hombre de las gafas oscuras había desaparecido. Aun así, la incómoda sensación de ser observado persistía, y Pete no pudo evitar preguntarse qué significado tendría aquel encuentro casual.

Continuará

Capítulo inspirado en la canción Lose My mind the wanted( viejísima por cierto)

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora