Wicked Game

Shadows

Era una noche sombría en la imponente mansión de Lucca. Los preparativos para su cumpleaños llenaban los pasillos, pero la atmósfera se sentía cargada de tensión. Pete deambulaba por los corredores, la culpa pesando sobre sus hombros. Necesitaba encontrar a su benefactor, Lucca, y disculparse por algo que lo atormentaba.

En una esquina, Pete escuchó la voz grave del consigliere Carlo hablando con Lucca.

—Dime, Lucca, ¿por qué aún conservas a ese joven contigo? El viejo Lucca lo hubiera desechado después de no serle útil.

La respuesta de Lucca heló la sangre de Pete.

—Primero debes tratar la tierra, plantar la semilla y cuando crezca, no solo es esperar la fruta, sino dejarla madurar, para comerla. Estoy cultivando a Pete, para un propósito.

¿Acaso Lucca lo estaba preparando para unirse a la mafia? Pete se estremeció ante la idea.

Mientras Lucca y Carlo seguían conversando, Pete se alejó, buscando un rincón donde esconderse. De pronto, Carlo se acercó a él, con una mirada depredadora.

—La belleza jamás es eterna, si quieres estar al lado de Lucca, debes ganarte un lugar especial en su corazón.

Pete se sintió invadido, su incomodidad creciendo a medida que Carlo insistía. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su supuesta protección por parte de Lucca tenía un propósito más siniestro de lo que había imaginado.

Días después, Pete, afectado por las palabras del consigliere, buscó y logró encontrar a Lucca solo. Con un regalo en mano, se acercó a él, dispuesto a obtener respuestas.

—Lucca, aquí está mi regalo para usted. Quería dárselo en privado.

Lucca miró a su alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera cerca.

— Gracias Pete. Pero necesito hablar contigo. Escúchame bien, Pete. No puedo protegerte del consigliere Carlo. Él es un hombre poderoso dentro de la familia. Trata de mantenerlo alejado de ti, ¿entiendes? No confíes nunca en él.

Pete asintió, contrariado y preocupado por las palabras de Lucca. Sabía que estaba en una situación delicada.

Unos días después, Pete se encontró con Carlo en las calles de Florencia. El consigliere lo acorraló, interrogándolo con mirada intimidante.

—¿Algo me dice que estás ocultando a Lucca? ¿Qué rápido olvidan los jóvenes, las advertencias y el sentido de la lealtad?

Pete se sintió abrumado, temiendo que Carlo hiciera una idea equivocada, solo estaba dirigiéndose para encontrarse con su amigo Dan.

Fue entonces cuando, a lo lejos, vio a Lucca acercándose. La tensión crecía, y Pete se preguntaba qué otras sorpresas le depararía.

Carlo, aquel hombre corpulento, lo tomó de los hombros para guiarlo sobre la vereda, con intensiones de meterlo al carro. Un sedan negro aparcado en una pequeño estacionamiento de servicios de panadería.

El destino parecía tener un papel en dicha función, una de sombras y misterio.

De pronto, Lucca apareció y tomó firmemente el brazo de Pete, dispuesto a alejarlo de Carlo.