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Al día siguiente, llegó la noticia de que el baile de Concordia se celebraría ese día, a las ocho y media de la noche, por lo que las hermanas Kryze, Bo-Katan y Ursa corrieron raudas a Sundari para comprar un par de cosas y de paso coquetear y conocer a oficiales.

En Kalevala, Satine, tras volver de su paseo en matutino, se vio un poco acosada por el señor Organa, quien estaba pegado a ella como una lapa y no paraba de alargarla con cumplidos pomposos, lo que sacaba Satine de sus casillas, por lo que, tras el desayuno, se encerró con su padre en su estudio hasta la hora de la comida.

En la comida, Bo comentó de ir a Sundari, y Maz, les aseguró que mantendría al señor Organa ocupado para que pasearan tranquilas por Sundari.

Tras eso, se prepararon rápidamente.

Satine se vistió con una camisa blanca de manga larga, y encima llevaba un vestido de color marrón sin mangas, con botones en la parte delantera de calzado, sus botas para caminar, y en caso de hacer algo de frío, un chal marrón con bordados de flores. Se peinó con un semi recogido informal.

Partieron a Sundari, y al llegar, cada una se fue a lo suyo, Satine y Padme a pasear por ahí, mientras que Bo y Ursa se fueron a coquetear con los oficiales y a ver tiendas.

Sobre las cuatro y media, mientras Satine le daba su opinión a Padme sobre el señor Organa, hasta que ocurrió un pintoresco encuentro.

-El señor Organa es el tipo de hombre que te hace relegar del sexo masculino.- le decía Satine a su hermana, y una ráfaga de viento le hizo llegar a un soldado un pañuelo azul con el bordado de unas iniciales S.K. Y tras recoger el pañuelo, se levantó, y él y Satine quedaron frente a frente, mirándose sorprendidos por el tan repentino encuentro.

-Creo que esto es suyo. -dijo el soldado a Satine, y esta la miró sorprendida, ya que no recordaba que se le hubiera caído ningún pañuelo, pero aún así aceptó el pañuelo que el soldado le devolvía.

-¡Oh, señor Vizla! -dijo Bo, llegando y situándose al lado del soldado. -¡Es usted tan encantador! -lo alabó.

-¡A mí también me recogí el pañuelo y lo has dejado caer a propósito! -le preguntó Ursa a Satine, y ella la miró desconcertada.

-¡El señor Vizla es teniente! -dijo Bo, radiante de felicidad.

-Un teniente extasiado. -dijo el señor Vizla, dirigiéndose específicamente a Satine, con una sonrisa amable.

-¿Qué plan tenías, Bo? -le preguntó Padme a su hermana pequeña, sospechando que Bo había forzado el encuentro para sacar algo a cambio.

-¡Queríamos comprar una cinta! -respondió Bo.

-¡Blanca, para el baile! -completó Ursa la frase.

-¿Y si vamos juntos a comprar esa cinta? -les propuso el señor Vizla, lo que hizo a Ursa y Bo reír contentas, y Satine le sonrió al señor Vizla de manera afable.

El grupo se dirigió a la tienda de cintas, donde saludaron al señor Dexter y entraron.

-Yo no puedo ayudar mucho.- declaró el señor Vizla. -No soy de fiar. Tengo muy mal gusto para las cintas.- le dijo a Satine.

-Sólo un hombre seguro de sí mismo diría eso.- opinó Satine.

-No, es cierto. Y las hebillas. Si se trata de hebillas, estoy perdido.- aseguró el señor Vizla.

-Vaya, vaya.- dijo Satine divertida. -Usted debe ser la vergüenza del regimiento.- añadió.

-El hazmerreír.- concretó Vizla.

-¿Y qué hacen con usted sus superiores?- le preguntó la rubia con curiosidad.

-Ignorarme.- respondió Visla. -No soy importante para ellos, así que es fácil.- dijo, y provocó que Satine riera levemente.

-Tine.- la llamó Bo acercándose a ellos. -Préstame algo de dinero.- le pidió a su hermana mayor.

-Ya me debes una fortuna, Bo.- le recordó Satine a la menor. No le iba a cumplir los caprichos como así hacía su madre.

-Permíteme complacerte.- le dijo Vizla a Bo.

-Oh, no, señor Vizla.- le dijo Satine al soldado, y este, por arte de magia, hizo aparecer una moneda de detrás de la oreja de Bo, y se la entregó, haciendo que esta sonriera satisfecha, algo que hizo sonreír a Satine por el truco del hombre.

-Insisto.- le dijo Vizla a Satine, y ambos sonrieron mientras Ursa y Bo se iban.

Tras comprar, allí fueron a la biblioteca donde el señor Vizla le compró a Satine un libro llamado "La Odisea", de Homero. Salieron de allí y se dirigieron a Kalevala. En el camino, mientras Satine y el Sr. Bisla hablaban animadamente, Padme vio al otro lado del río a los señores Skywalker y Kenobi, los cuales iban montados a caballo. El señor Skywalker iba montado en un corcel blanco, y el señor Kenobi en uno negro.

-¡Mirad! -les dijo Padme a sus hermanas y a su nuevo amigo. -¡Señor Skywalker! -llamó Padme, y los dos caballeros se pararon.

-¡Iba camino de su casa! -le dijo Anakin a Padme, con una sonrisa.

-¡Ah! ¡Señor Skywalker! ¿Le gustan mis cintas para su baile? -le preguntó Bo, mostrándole las cintas.

-¡Son preciosas! -respondió Anakin.

-¿Y ella? -preguntó Bo, de forma picara, refiriéndose a Padme. -¡Mírela! ¡Está radiante! -añadió.

-¡BO!- la reprendió Padme sonrojada.

-¡No deje usted de invitar al señor Vizla! ¡Es el orgullo de su regimiento! -dijo Bo, acercándose a Satine y a Vizla.

Satine vio que Kenobi y Vizla se miraban desafiantes. Parecía como si se conocieran. Ella vislumbró furia en los ojos de Kenobi, pero era extraño.

Obi-Wan estaba sin palabras. En su interior, los celos y la ira eran tan fuertes como los volcanes de Mustafar. Sentía una rabia que si seguía allí era capaz de ahorcar a ese bastardo usando la Fuerza y no le daría ninguna pena hacerlo. No tendría remordimientos en hacerlo, pero había alguien por quien no haría eso, y esa persona era Satine, por lo que cogió las riendas de su caballo y se largó de allí mientras todos, y en especial Satine, lo veían irse.

-¡Bo, no puedes invitar a la gente a las fiestas de los demás! -le dijo Padme a su hermana pequeña.

-Por supuesto, venga usted, señor Vizla. -le invitó a Anakin, viendo que su mejor amigo volvía en dirección a Concordia. -Disculpen, señoritas, que tengan una buena tarde. -se despidió de las hermanas y siguió a su amigo.

Obi-Wan no entendía cómo era esto posible. ¿Qué demonios hacía Vizsla allí? ¿Acaso la Fuerza le tenía previsto que ese maldito canalla le arruinara toda su vida? ¿Por qué Satine estaba hablando tan tranquila con ese bueno para nada? ¿Acaso ella le había creído a su enemigo, conociéndolo a él? ¿Dónde estaba su dulce, inteligente y pacifista Satine? ¿Aquella que convivió con él en Concordia y con quien tuvo dos buenos debates?

Estas eran las preguntas que atacaba Obi-Wan. Pero estaba decidido. No permitiría que ese malnacido le pusiera ni una sola mano encima a Satine. La protegería a toda costa. Esa noche era el baile. Eso significaba que podría protegerla. Ya que ese cobarde de Vizsla no aparecería en Concordia. No si él estaba allí.

 No si él estaba allí

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Orgullo y Prejuicio:ObitineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora