9. Añoranza

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Aquel día de agosto
yo solita
me sumergí
en un campo de minas,
expirando veneno:
tu olor agrio
y espurio.

Había polvo
y balas esparcidas
por todas partes
e incluso bombas
tenían un solo código:
tu nombre.

Pisase donde pisase
habían fotos volando,
transportándose
y besando
los suelos,
con velas
y libélulas chamuscadas,
esas fotografías tenían rostro
y me sonaba demasiado:
era el tuyo
papeles arrugados
pero magnéticos
como tú.

Mi realidad se distorsionaba
por culpa del traumatismo
que me ofreciste
al cerrar de un portazo.

Yo me fui,
tú te quedaste
entonces ¿por qué me dolía
añorarte?
Como si me hubieras atropellado
y hubieses recogido
mis huesos,
encerrándolos
en el maletero.

No saliste en mi búsqueda
y me alivié
por eso no comprendí
cuando abismos profundos
y oscuros
rasgaron mis carnes
y dando vueltas,
se transformaron en lunares.

No debía extrañarte
y a pesar de ello
seguía mordiéndome los carillos,
ansiosa ante tu espera,
comiendo cera
por si decidías volver
o yo me dejara guiar
volviendo y aplastando mis huellas,
volver
en donde lo dejé
porque sí,
no había nada más bonito
que dejarme atrapar
por tu red.

— Janny.

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