1. Desesperación

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Me arranco el corazón
del pecho,
chorreando a borbotones,
los últimos latidos
gritan
que se ralenticen los problemas,
que la taquicardia, ceda.

Sabías de mi pasado
y no te importó
limpiar el puñal
con la misma toxina
que derraman tus lágrimas
saladas
y tus manos
llenas de magia
negra
puñetera.

Me amordazaban
las risas
donde caminaban
hormigas
y arañas
con máscaras
que me recordaban a tu cara...

Repetía
como un casete roto
los mil y un momentos
en el que me abrazabas
y me asegurabas
que todo desaparecería.

Que confiara en ti,
que tú nunca te irías,
que los demás eran tontos
y que tú nunca me harías daño,
que tú romperías sus tejados
por el mal que causaron...

Qué ironía
¿por qué decidí creerte
cuando mientras me boleteabas
palpabas el machete?

Sabías de mis heridas,
aquellas que tanto me escocían
si manoseabas y rascabas en ellas
pero al parecer no te supuso
un problema 
y surcaste
miles de océanos
solo para atarme
y abandonarme en el carajo
expirando
mientras arrojabas gasolina 
y prendías la cerilla.

Hubiera soportado más
un bofetón en la mejilla,
que las cintas
que cosías
en mis labios
y en mi espalda
reteniéndome a una silla
con la madera pútrida
llena de agujas y púas,
que me recordaban a tu mirada,
una mirada
que me gritaba
que escapara.

— Janny.

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