5. Melancolía

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Al pensar
no puedo evitar
toparme con tu cálido aliento
acariciándome la nuca,
los escalofríos
y las ganas
de salir a hurtadillas
mientras te entretenías
con los nudillos
de mi corazón,
que dejaba en la encimera
ansiando que renaciera.

Al divagar
no puedo contener
mis lágrimas
porque recuerdo tus palabras,
tus risas
y las mías,
tus ofrendas,
mis plegarias,
mis blasfemias,
tus abrazos apretujados...

Pero también no puedo evitar
sentir rabia
porque me nublan
tus tinieblas.

Quizá tenías razón
en aquello que decías,
quizá solo era una exagerada,
era fría y despiadada
por una nimiedad,
pero a mí me dolía
y quería que tú también lo sintieras
pero le dabas la vuelta a la tortilla
y me mirabas
como si fuese una bestia.

Como si mi lengua
te rasguñase los oídos
y necesitabas dar manotazos
al aire
para poder centrarte,
para poder volver a blandir
tu espada
y actuar
como si no estuvieses
afilándola.

¿Por qué me digné siquiera
a escucharte?
¿Qué era tan interesante
que tus cuerdas vocales
tenían para reprocharme?

Tú desgajabas mi alma
y yo tenía que mantenerme estática
porque era el precio a pagar
si quería estar contigo
para tener nuestra casa rural.

Resquebrajas nuestro "amor"
aquel que me quitaba el sueño
y me hacía agonizar de dolor.

Estas cicatrices
no importaban
porque todo lo solucionaba
un insignificante perdón
y para acompañarlo
un obsequio
que solo eran tubos de aluminio
para robar
mis cristales
y mis transfusiones.

¿Por qué era tan desagradecida,
si me daba todo lo que quería?
Todo lo que deseaba,
solo me bastaba
con pedirlo con esta boquita
y ahí estaba.

Entonces ¿por qué no me saciaba?
¿Por qué me sentía vacía?
¿Por qué cuando estaba con él
sentía que yo poco a poco
me perdía?
¿Por qué me ahogaba
cuándo estaba con él?

¿Por qué me obligaba
a seguir a su lado?
¿Por qué me dejó incrustado
que si yo me iba
él se moría?
¿Por qué no me sentía cómoda
no era mi alma gemela?

Yo te quería
pero hacerlo me consumía,
me hacía trastabillar
y embadurnarme
con la sangre
que creía
poder tapar
con el trapo
lleno de letras,
aquellas que me tiraban de la oreja
y me chillaban
que dejase de hundirme
y comenzase a empujarle,
a vociferarle,
a rasguñarle,
a despedazarle,
a simplemente... dañarle...

Para que estuviésemos
en igualdad de condiciones,
pero ¿de qué hubiese servido?
Si este hueco que tengo
en el pecho
no se puede cubrir tejiendo.

— Janny.

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