Puebla, 1855
En la casa de los López, inundada por el olor de la putrefacción, se encontraban solo dos mujeres y una bebé. Cada una de las presentes tenía emociones encontradas y diferentes. La mujer de cabello oscuro estaba tratando de procesar lo que acababa de pasar, sin tener idea de por qué se había desmayado. La mujer de cabello castaño estaba aterrada; el simple hecho de ver los cuerpos pálidos de sus suegros le provocaba una oleada de culpa, y cada vez que veía a su hija, el temor de ver en qué la había convertido por haber hecho aquel trato con Mictlantecuhtli.
La bebé estaba jugando con algo que estaba sobre los pies de la cuna, permaneciendo en la misma posición desde que aquella deidad se había marchado para ver cómo iban las almas en su regreso para reencontrarse con sus familiares y amigos. Fernanda y la chamana estaban detrás de ella, observando lo que hacía, pero la bebé solo estaba sentada jugando con algo que no lograban ver. La madre, al ver a su hija, intentaba recordar en qué momento su pequeña había comenzado a mostrar esos dones o si los poseía desde el nacimiento. Bajó la mirada y vio que sus pies estaban manchados por un líquido carmesí que había escurrido; su mirada estaba vacía, parecía muerta. Sin embargo, cuando la chamana la volteó a ver, supo que algo peligroso cruzaba por su mente.
-No- Fue lo único que alcanzó a decir.
-No te estoy preguntando y no es de tú inconveniencia- Respondió frívola.
-Estás loca, si lo haces te matará-
-No me encontrará, dudo que lo haga- Se levantó del suelo y se dirigió hacia la habitación en la que dormía, siendo acompañada por la chamana.
-Escucha me-
-¡No! ¡Tú escucha!- Se dio la vuelta bruscamente apuntando a la chamana con el índice.
-Por escucharte, pasó esto, y si vuelves a abrir la bocota te juro que te golpearé, así que déjame a hacer lo que tengo que hacer- Al decir aquellas palabras, volvió a mirar la habitación y solo agarró una manta para la bebé.
-Sí crees que huyendo con tu hija de Mictlantecuhtli esta- Antes de que pudiera terminar su regaño, Fernanda la miró por arriba de su hombro, al ver sus ojos, pudo observar una decisión tan horrible como su expresión de ese momento.
-Fernanda... Dime que te vas a llevar a Citlalli- No hubo respuesta.
-Fernanda, no lo hagas...- Su voz comenzaba a sonar asustada.
-Es mejor abandonar a ese monstruo que a llevármelo conmigo- Escupió con rabia.
-¡Es tu hija!- Comenzaba a entrar en pánico.
-¡Esa cosa no es mi hija!- Estaba tan cegada por la rabia que en el momento que se por completa la vuelta, agarro rápidamente un jarro de barro que estaba en su mesita de centro y se la estrelló en la cabeza de la contraria, desnucándola.
Fernanda tenía la mirada de las mil yardas, ya no sentía nada, se había vuelto completamente loca, camino por encima del fresco cadáver de la chamana y se dirigió al primer piso a paso pausado hasta que finalmente llegó a lado de la bebé. La miro unos segundos y la enrolló violentamente en la manta provocando que la pequeña se asustara y comenzara a llorar.
-¡CALLATE BESTIA!- Fue lo único que le dijo antes de salir corriendo de aquella casa.
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Mictlán
Los gobernantes de aquel lugar estaban ocupados vigilando las almas. Mictecacihuatl se encontraba en la entrada, Mictlantecuhtli seguía a las intermedias, mientras que Tecolot vigilaba desde las alturas las últimas almas, procurando que ninguna saliera del camino.
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La Hija de la Muerte
SpiritualLa historia se entorna a Citlalli Tonatiuh, una niña que crece abandonada por su madre debido al miedo que le tenía. A lo largo de su vida en el orfanato, Citlalli se siente sola y desamparada, sin saber que su padre, Mictlantecuhtli, la cuida es se...