Capítulo 9

18 8 16
                                    


Puebla, 1855

Habían transcurrido solamente un par de día desde aquel incidente, la chamana iba más seguido a la casa de los López para que Fernanda no descubriera el secreto de su hija que pasó a ser el de ella también.

Hacía todo lo posible para evitar que la madre de la bebé se enterara de lo que le ocurría a su pequeña, ya que no estaba segura de lo que fuera capaz. Cada día la veía más nerviosa y asustada hacia su hija, ya que no paraba de hacer lo mismo durante dos días. Sabía que si seguía así, Fernanda descubriría la verdad tarde o temprano. Recordó cómo la joven madre casi descubrió a su hija ayer.

________________________________________________________________________________

La pequeña ese día estaba acostada en su cuna, haciendo lo habitual en esos momentos. Su madre pasó a su lado con una pila de ropa sucia que iba a lavar en el fregadero. De reojo, la mujer notó que su hija miró por un segundo y pudo apreciar que sus ojos habían cambiado de color. Asustada, se acercó a la bebé con terror. Al llegar a su lado, vio que los ojos de la niña seguían siendo del mismo color, creyendo que fue solo su imaginación y un reflejo debido al rápido movimiento de Citlalli. Regresó por las prendas que dejó caer y continuó con sus quehaceres.

________________________________________________________________________________

La chamana observaba a la bebé en su cuna, notando que tenía algo en sus manos, pero no le dio mucha importancia y siguió tomando su té. Por otro lado, la señora López estaba barriendo un área de la sala, ya que sus suegros habían salido a comprar lo necesario para construir el altar.

El ambiente era tan incómodo que ninguna de las mujeres sabía qué decir. Lo único que se escuchaba en la habitación eran los balbuceos de la pequeña. Finalmente, Fernanda rompió el silencio al soltar un largo suspiro que reflejaba todas las emociones que la atormentaban en ese momento, captando la atención de la bruja.

La mujer de cabello oscuro observaba con atención a la mujer castaña, quien descansaba su frente en el palo de la escoba. Su mirada reflejaba cansancio, confusión y miedo, mientras que la otra la observaba sin expresión alguna. No sabía si ella iba a decir algo o simplemente necesitaba desahogarse de esa manera. La madre dirigió su vista hacia la cuna y luego a la invitada, quien ahora miraba su taza de té, al sentir que la observaban levantó la mirada y también miró a la joven. En la cabeza de cada una había preguntas que flotaban en el aire, sin saber cuál decir primero y cuál después. Fernanda fue la primera en hablar.

-Al hacer el pacto con una deidad... ¿Hay consecuencias?- Habló en tono bajo y pausado, ocasionando que la chamana le contestara en un tono apagado.

-Ya sabes lo que pasa, ¿Por qué la- La interrumpió abruptamente, con frustración contenida y entre dientes.

-Hablo en serio, hechicera. Ayer que bañé a mi hija pude observar mejor la mancha que tiene la nuca, se lo que es pero no lo que significa, así que dime que carajos significa-

La chamana miró hacia abajo antes de soltar un suspiro de rendición.

-Esa marca es de Mictlantecuhtli, lo que quiere decir es que ella le pertenece a él pero, no de una forma de objeto- Hizo una pausa antes de continuar.

-No sé cómo, el por qué, pero él convirtió a tu en una especie de mortal con poderes o como la gente como tú conocen como deidad-

Fernanda miraba a la bruja con asombro, confusión y negación, tratando de encontrar en su mirada la mentira, el sarcasmo, algo que le dijera que todo lo que había dicho no era verdad. Desafortunadamente, solo veía sinceridad y un sentimiento que no lograba descifrar. Su respiración comenzó a acelerarse, lo que provocó que soltara la escoba y cayera al suelo.

La Hija de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora