Puebla, 1861
Citlalli Tonatiuh
Las monjas me habían comentado que cuando me hallaron, había una espesa niebla aquel día. No saben quién fue la persona que me depuso en las puertas de este orfanato, pero creyeron que fue mi padre por la pequeña nota que me dejó y por la firma que llevaba. La nota y mi peluche de búho son mis mayores tesoros. Nunca le guardé rencor a mi padre, ya que prometió regresar por mí, y, a decir verdad, siento como si él estuviera a mi lado.
Puede que piensen que me estoy volviendo loca, pero realmente siento como si él estuviera a mi lado. Como decía la nota, cada vez que no me sentía segura de algo, se lo comentaba a mi peluche y, como si me escuchara, algo sucedía como una señal de aceptación o negación.
Para que me entiendan. Este mismo días monjas nos habían ofrecido ir de paseo a un pequeño prado cerca de un bosque. Muchos de los niños estaban emocionados, pero yo no estaba segura. Abracé fuerte a mi peluche y le pregunté si era buena idea ir. En respuesta, un profundo sueño me invadió, como si no hubiera dormido en días, según lo que decían las hermanas. Una de ellas decidió quedarse a cuidarme mientras la otra llevaba a los demás al divertido lugar. La hermana me arropó en mi cama y me dormí abrazando a mi peluche.
No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando regresaron, uno de los niños estaba llorando. Sus gritos despertaron mi sueño; estaba siendo llevado por la monja que los acompañó, ya que había sido mordido por una serpiente.
Los demás niños estaban llenos de barro y sus ropas estaban húmedas. Cuando escuché un fuerte trueno, me di cuenta de que se acercaba una tormenta eléctrica. Al parecer, unas víboras de cascabel habían salido en busca de un lugar fresco, y ese niño las había molestado, recibiendo su castigo. Los demás, presos del miedo, salieron corriendo y algunos cayeron en un río. Cuando llegaron, la llovizna ya había comenzado.
Las monjas estaban atendiendo rápidamente al niño por lo que le pidieron a los demás que se cambiaran de ropa para evitar resfriados. Yo observaba todo desde una esquina de la habitación, viendo todo lo que sucedía. Si hubiera ido, era probable que me hubiera perdido en el bosque. Los niños pasaban a mi lado y todos me miraban con el ceño fruncido. Siempre terminaba "salvándome" de muchas catástrofes que les sucedían. Siempre me molestaban sin motivo aparente, quizás porque soy la más pequeña del lugar. No hay nada que puedan envidiar de mí, ya que ellos tienen ropa de su talla mientras que yo solo uso un short y una playera blanca que son tallas grandes para mí. Mi short está sujeto por un lazo grueso que reemplaza al cinturón, y la playera la tengo que atar de un lado sobre el hombro para que no se me resbale. Supongo que es lo malo de ser delgada.
Al estar tan absorta en mis pensamientos, no me di cuenta de que una de las niñas que más me molestaba me empujó con fuerza con su hombro, haciéndome perder el equilibrio y provocando que cayera de boca sin poder poner las manos.
-Fíjate donde te paras fenómeno- Dijo en tonó burlón mientras los otros niños se reían de su comentario.
Fenómeno
Ese era uno de los tantos nombres que tengo en este lugar.
Solamente las monjas eran las que me llamaban por mi verdadero nombre.
¿Qué tiene de malo ser diferente?
¿Por qué el color de mis ojos no son cafés como al resto?
¿Realmente es malo ser diferente a los demás?
Esas eran una de las tantas preguntabas que me hacía en las noches mientras las sábanas me cubrían hasta la cabeza y lloraba silenciosamente abrazada de Plumitas... Sí, le puse nombre a mi peluche.
ESTÁS LEYENDO
La Hija de la Muerte
SpiritualLa historia se entorna a Citlalli Tonatiuh, una niña que crece abandonada por su madre debido al miedo que le tenía. A lo largo de su vida en el orfanato, Citlalli se siente sola y desamparada, sin saber que su padre, Mictlantecuhtli, la cuida es se...