CAPITULO 7-AMANTE?

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Cuando llegó a casa, tenía muchas ganas de ver a Jungkook.

Antes de eso, para despejarse, estuvo dando vueltas con el coche por Seúl, y después, más tranquilo y sin querer pensar de nuevo en aquella entrevista tan personal, emprendió el camino de vuelta a su hogar.

Posiblemente, no le contaría lo sucedido a jungkook, pero sí se sentaría para hablar con él y decirle lo que había decidido.

Quería el divorcio. No aguantaba ni un minuto más al lado de alguien que tan poco interés vertía en él. La reunión con kai había despertado algo en él.

Valor y amor propio.

Dejó el Porsche en el jardín, al lado del mercedes-Benz de jungkook y cerró la puerta de un portazo.

Se apoyó en la carrocería y cerró los ojos para concentrarse y llenarse de valor antes de encarar a su marido. Ni siquiera estaba nervioso. Cuando una decisión tan trascendental estaba tomada, no había reparos en ejecutarla. Sencillamente, el cuerpo se lo pedía y su corazón también.

Escuchó ladrar a Bam, que rodeó el jardín hasta abalanzarse sobre jimin y llenarlo de babas y besos. Él se echó a reír y se abrazaron como dos personas, tan alto como era el animal.

-Hola, corazón mío -le acarició el lomo y lo besó en la cara-. ¿Cómo has estado hoy? -Observó que Bam no tenía el colla de salir a la calle. Ergo, para variar, jungkook se había olvidado de sacarlo. No lo sacaba nunca.

Él solo pedía una vuelta larga a la calle para gastar esa energía tan poderosa que sacudía su interior. ¿Tanto le costaba a jungkook quitarse las zapatillas de estar por casa y calzarse unas bambas? ¡Como si tenía que sacarlo en zapatillas! ¡¿Tenía que esperarlo a él para hacerlo todo?!

El vaso de su paciencia colmaba con una rabia desenfrenada.

-Ven, cariño -Bam se bajó de sus hombros y caminó a su lado-. Vamos a regañar a papi, por vago y flojo.

El perro no lo entendía, no comprendía el significado de esas palabras, pero así se desahogaba. A jimin le dolían muchas cosas de jungkook, pero de las que más, era la poca atención que prodigaba a su perro. Lo quería, por supuesto. Lo quería mucho. Pero la calidad de vida del animal no dependía solo de su amor. Tenía que hacer sus necesidades, correr, lanzarle la pelota, llevarlo al veterinario y darle de comer. Y cada una de esas tareas las hacía el.

Jungkook no.

Malhumorado, se desprendió de los zapatos y ascendió las escaleras descalzo hasta el rellano donde daba la buhardilla en la que él trabajaba. Pero se detuvo al escuchar unas palabras de su esposo que llegaban a sus oídos a pesar de que jungkook mantuviera la puerta cerrada:

-No, cariño... por favor, no llores... tranquilízate. Vamos a estar bien... ¿Dónde está él ahora?... Entiendo. Lo nuestro necesita un poco más de tiempo, Eunwoo... No pierdas la paciencia. Sí, sí...Sé que es duro. Para mí también lo es, créeme...

El corazón de jimin se olvidó de varios latidos. Palideció y no osó a mover ni un solo músculo, ni siquiera se atrevió a respirar, por miedo a que cualquier ruido pudiera interrumpir la charla de ese hombre con quien fuera ése otro. Bam se sentó a su lado, como el leal y bondadoso perro que era y empezó a lamer distraído su pata delantera.

Jimin se agarró al pasamanos de madera como si le fuera la vida en ello y se armó de valor para continuar escuchando a hurtadillas, aunque las heridas infligidas por tal acto fueran tan profundas y descarnadas

El tono de Jungkook parecía desesperado y asustado, como si temiera perder algo muy importante para él.

-Son solo unos días más... ¿Crees que me gusta engañar a Jimin?

Habitacion 197-KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora