CAPITULO 10-REGALO

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No necesitaba sexo.

No era el sexo lo que lo tuvo pensando en Kai todo el día siguiente, sino lo que pasó después. Ese hombre atento lo tranquilizó como nadie había hecho en mucho tiempo.

Lo tuvo abrazado, con él muy enterrado en su interior, hasta que llegó el momento de irse. Le habló de liberarse de la culpa y le dijo algo que lo renovó y lo ayudó a pensar en su affaire como algo positivo.

-Las personas deben de cometer muchos errores para conocerse. La vida es eso, sundar. Tropezar una y otra vez con las piedras que haya en el camino y después levantarse. Piénsalo. Nunca sabrás qué te perdiste o cuál fue tu verdadero error si no te atreves a cometerlos y te conformas y acomodas con una vida que no te gusta. Los prejuicios son para los cobardes. Haz en todo momento lo que te apetezca, sin importarte lo que digan los demás. Solo así sabrás lo que quieres de verdad y lo que nunca debes volver a hacer. Así descubrirás lo que te gusta y lo que no.

Lo cubrió de caricias y besos tiernos que provocaban que se le saltaran las lágrimas de nuevo. Estaba tan sensible por lo ocurrido a todos los niveles.

La tarde con él fue memorable, no lo iba a negar. No hubo ni rastro de la incomodidad que pensó que tendría con él, excepto la quemazón que le dejó de recuerdo entre las piernas.

Fue intenso y hasta místico.

Kai y Jimin parecían haber sido creados para mantener relaciones sexuales. Encajaban bien. Al principio costaba, pero luego... Luego todo fluía.

Lo que no fluía ni a empujones era su relación con Jungkook.

Después de su encuentro con Kai, Jimin pensó que no podría mirar a Jungkook a los ojos. Pero no le hizo falta mirarlo. Jungkook no salió de la buhardilla esa noche. Su marido tenía el cartel de prohibido molestar colgando del pomo de la puerta, pero Jimin la abrió y asomó la cabeza en su interior.

-Ya estoy en casa, Jungkook.

-Muy bien, Jimin-contestó alzando la mano, pero sin perder de vista la pantalla de su iMac.

-¿Has cenado ya?

-Sí, he picado un poco de aquí y de allí.

Esperó a que Jungkook le preguntara algo más como: «¿Qué tal el día? ¿Necesitas que te prepare la cena?».

Pero no.

Ni harto de vino iba a interesarse por el o a tenerle algún tipo de consideración.

Jimin tampoco le preguntó si había sacado al perro pues ya sabía la respuesta. Así que, sin mediar más palabras, se llevó a bam a la calle.

Ni tampoco le extrañó que Jungkook no le preguntase por qué había tardado tanto en llegar. Era como si no le importara nada de lo que hiciera.

¿Sería igual con Eunwoo? ¿Y qué le importaba a el?

En breve dejarían de ser esposos, así que no le incumbía.

Se duchó.

Y después de cenar y de meterse en la cama, le sorprendió que no le costase en absoluto conciliar el sueño. La llantera en brazos de Kai había sido sanadora, y parecía que se hubiera sacado un gran peso de encima.

Al día siguiente, en su oficina, admirando el valle y el río que pincelaban el horizonte, meditaba en por qué no sentía ni una pizca de aversión hacia sí misma y hacia lo que había hecho.

¿Por qué no se sentía mal por lo que continuaría haciendo hasta que Kai se fuera? ¿Lo convertía eso en un libertino o en un puto? Puede que la falta de escrúpulos y de interés de Jungkook por el fuera contagiosa.

Habitacion 197-KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora