Shadows of Memory 【 Jinx x Caitlyn 】

Capítulo 14: Sospechas

Pero, ¿por dónde comenzaba? Ni siquiera se preguntó en dónde empezar a buscar a Jinx. Sus pies la habían llevado instintivamente a la zona periférica de Zaun, el último lugar, suponía ella, que la tiradora menor había transitado.

Caitlyn escaneó cuidadosamente el área, tratando de captar cada detalle que pudiese serle de ayuda. Los edificios, bastante decrépitos, se alzaban como colosos enfermos, con sus fachadas cubiertas de moho y óxido. Las calles desiertas parecían más anchas de lo que realmente eran, amplificando la sensación de soledad y abandono. El aire, cargado de químicos, formaba una neblina verdosa que se arremolinaba alrededor de sus pies, gritando "peligro" con cada movimiento.

Comenzó a moverse con extrema precaución por los callejones, tratando de que sus pasos fuesen lo menos audibles posibles sobre el pavimento agrietado. Sus botas, irónicamente, parecían hacer eco y eso le molestaba. La bruma tóxica realmente pesaba en sus pulmones, sin embargo, mantenía su respiración controlada y constante, no dejándose llevar por el malestar que poco a poco comenzaba a sentir. No era precisamente su zona de confort, pero por voluntad propia había ido allí y ahora debía soportarlo.

De repente, un ruido metálico la hizo detenerse. Rápidamente, se pegó a la pared más cercana, con todos sus sentidos en máxima alerta. Al asomarse por la esquina del callejón, lo que vio la hizo fruncir el entrecejo.

Un grupo de hombres enmascarados, vestidos completamente de negro, se movía con precisión militar por la calle principal. Sus trajes, ajustados y reforzados, contrastaban fuertemente con el entorno decadente. Las armas que portaban, de diseño avanzado, brillaban tenuemente bajo la luz mortecina de las farolas oxidadas, exponiendo, además, destellos de tecnología hextech.

Kiramman evaluó la situación. Su mente comenzó a recorrer múltiples escenarios. Sin su rifle, enfrentarlos directamente sería imprudente, casi suicida, por lo que tuvo que mantenerse expectante. Observó cómo los hombres registraban metódicamente cada edificio, cada contenedor de basura. Sus movimientos eran calculados, como si buscaran algo —o alguien— específico. No eran simples matones o pandilleros; su coordinación y equipamiento hablaban de un entrenamiento profesional.

"¿Estarán buscando a Jinx?", se preguntó, una idea que le provocó una punzada de intranquilidad que decidió ignorar por el momento.

Mientras los seguía con la mirada, notó un patrón en sus acciones. Se concentraban en ciertos puntos, ignorando otros, lo cual significaba que conocían la zona a la perfección. Esto no era una búsqueda al azar; tenían información precisa y un plan definido.

De repente, uno de los hombres hizo una señal. El grupo formó un círculo cerrado, intercambiando palabras en voz baja antes de dispersarse en diferentes direcciones. Caitlyn se presionó aún más contra la pared, conteniendo la respiración mientras uno de ellos pasaba peligrosamente cerca de su escondite.

La tiradora sopesó sus opciones, el tiempo apremiaba. Cada uno de ellos podría llevarla a algún tipo de pista, pero también, considerando la situación y el lugar, a una trampa. La indecisión no era un lujo que pudiera permitirse. Sin perder tiempo en dudas, decidió seguir al que parecía ser el líder, un hombre alto y corpulento que se movía con autoridad innegable.

Con cuidado y atenta al entorno, Caitlyn lo siguió, aprovechando cada sombra y recoveco para generar una oportunidad que le permitiese ocultar su presencia. El hombre la guió a través de varios callejones, casi como un laberinto, cada vez más angostos, donde el hedor a podredumbre y químicos se intensificaba hasta hacerse casi insoportable.

A medida que avanzaban, el paisaje urbano se volvía aún más desolado. Las paredes estaban cubiertas de grafitis incomprensibles, mensajes codificados de pandillas locales. Tuberías oxidadas serpenteaban por las fachadas, goteando líquidos de colores sospechosos. En algunos rincones, figuras encapuchadas se escabullían al detectar su presencia, recordándole que en esas calles, ella era la intrusa.