🌱⬆️𝓒𝓪𝓹 18⬆️🌱

5 0 0
                                    

En el mundo Prehistoric, la atmósfera era de constante actividad. Los dragones, imponentes y temidos, estaban ocupados con sus rituales de ofrenda para el Rey Sombra. El volcán, que servía como el núcleo de su mundo, era un lugar de constante movimiento, con el lago de lava morada burbujeando ominosamente y las columnas negras que se alzaban como guardianes de lo que yacía dentro.

Las ofrendas, que consistían en animales cosechados y sacrificados, eran cuidadosamente empaquetadas en bolsas con notas antes de ser arrojadas al lago de lava. Los dragones se aseguraban de seguir los rituales con precisión, conscientes de que cualquier error podría tener graves consecuencias.

En una parte más tranquila y aislada de este mundo volcánico, Zint, un niño pequeño, se encontraba en su casita, rodeado de juguetes con alas que le fascinaban. Aunque Zint disfrutaba de estos juguetes, su propio deseo de tener alas era una fuente constante de tristeza para él. Se sentía excluido y solo, especialmente cuando su madre estaba ocupada con sus labores de cultivo, dejándolo pasar largas horas en soledad.

Zint miraba los juguetes y se preguntaba por qué no podía tener alas como los seres que admiraba. Su madre, inmersa en sus tareas, no podía dedicarle mucho tiempo, lo que profundizaba aún más el sentimiento de aislamiento del niño.

Mientras jugaba, Zint anhelaba una conexión más allá de las paredes de su hogar, deseando que algo cambiara en su vida para que no se sintiera tan solo. Su imaginación volaba lejos de la rutina diaria, creando historias en las que él era el héroe que podía volar y hacer cosas maravillosas, incluso si la realidad no lo permitía.

Zint esperó ansiosamente a que su madre llegara a casa. Aunque sabía que su madre siempre estaba agotada después de un largo día de trabajo, no podía contener la emoción de mostrarle el dibujo que había hecho. Su dibujo era simple pero lleno de imaginación: representaba a él mismo, con alas grandes y majestuosas, volando por encima de las montañas.

Cuando su madre finalmente cruzó la puerta, Zint corrió hacia ella, sosteniendo su dibujo con orgullo. "¡Mamá, mamá! ¡Mira el dibujo que hice!" exclamó, esperando una respuesta entusiasta.

Pero la fatiga de su madre era evidente en su rostro. Con un suspiro pesado, ella miró brevemente el papel que Zint le tendía, pero no mostró el entusiasmo que él esperaba. "No me molestes ahora, Zint... estoy cansada," respondió con una voz apagada antes de dirigirse a su habitación.

Zint se quedó parado en medio de la casa, sosteniendo su dibujo, sintiendo cómo la emoción en su corazón se desvanecía rápidamente. Miró el dibujo una vez más, pero ya no se sentía tan orgulloso de él. La realidad de su vida diaria, con su madre siempre cansada y sin tiempo para él, lo golpeaba con fuerza.

Se dirigió a su pequeño rincón, donde guardaba sus juguetes con alas, y se sentó en el suelo. Aunque sus sueños eran grandes y llenos de fantasía, en momentos como este, Zint se sentía pequeño y solo, deseando que alguien, cualquiera, pudiera verlo y comprender lo que realmente quería: ser notado, ser apreciado, y quizás, algún día, volar.

Un día, Zint, con una curiosidad y deseo de ver algo nuevo, decidió seguir a su madre sin que ella se diera cuenta. Caminó sigilosamente detrás de ella, manteniéndose a la sombra de las rocas y los árboles, hasta que llegó al lugar de las ofrendas.

Al llegar, Zint se detuvo en seco, maravillado por el paisaje que se extendía frente a él. El lugar estaba dominado por un volcán enorme, con un vasto lago de lava morada que brillaba intensamente bajo la luz del volcán. Las columnas negras que se alzaban a su alrededor parecían casi mágicas, y la lava se movía de una manera hipnótica, como si fuera un mar líquido de colores exóticos.

Cosas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora