Microrrelato 24: Teorías sobre el beso

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Temática: Conversaciones en la cafetería.

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- Últimamente me ha dado por pensar que nunca se ha besado tan bien como hasta ahora - Carmen sacudió el cigarrillo sobre el cenicero y luego se lo volvió a llevar a la boca - ¿Verdad chicas?

Sus dos amigas la miraron con interés.

Se reunían en aquella cafetería cada dos o tres semanas. La vida se había vuelto cara, por lo que habían tenido que espaciar las reuniones, que antes eran más frecuentes. El contacto estrecho que mantenían a diario a través del móvil y de las redes sociales jamás conseguiría sustituir a esos pequeños cónclaves.

Habían ocupado la única mesa donde daba la sombra y estaban esperando a que el camarero les sirviera la comanda: Café con leche, café con hielo y capuchino.

- ¿A qué te refieres? - Marta elevó una ceja, mientras se recogía el cabello en una cola improvisada de la que escaparon algunos pelos rebeldes - ¿A la técnica, o a la libertad de poder hacerlo?

Rocío, tan prudente como siempre, juntó ambas manos y apoyó los codos sobre la mesa. Las escuchaba con atención, sin intervenir. Su pelo, lacio y corto, a penas se movió.

- Me refiero al acto de besar - aclaró Carmen, lanzando una bocanada de humo al aire y dejándose caer contra el respaldo -, ¡que te besaran en otros tiempos debía ser un castigo! Me produce arcadas imaginar el estado de la boca de esa gente. La cantidad de problemas dentales, las encías putrefactas por el escorbuto, la halitosis...

Carmen movía el cigarrillo en círculos mientras enumeraba las enfermedades de la cavidad oral.

- ¡Agh! ¡Para, para! - Marta arrugó la nariz e hizo un gesto de repulsión - Nunca lo había pensado. Es realmente asqueroso.

El camarero llegó y repartió las tazas, de forma acertada, a cada una de ellas.

Rocío volcó su taza sobre el vaso con hielo y luego lo hizo bailar entre los dedos de una de sus manos, dejando un rastro de humedad sobre la mesa.

- ¿Cómo pensáis que empezamos a besarnos? - comentó.

- Pues depende, ¿en la boca o en otras partes del cuerpo? - se pronunció Marta, dando un sorbo a su capuchino.

- Es verdad, los besos no tienen que ser necesariamente en la boca - Carmen dio una nueva calada al cigarrillo, mientras con la otra mano removía lentamente el contenido de su taza con una cuchara - Los besos en el cuerpo podían ser una muestra de cariño, servir para curar heridas o hasta para limpiar restos de suciedad. En aquellos tiempos bañarse era un privilegio poco entendido, todo se arreglaba con saliva.

Marta suspiró.

- ¿No vas a parar hasta que vomite, Carmen?

Carmen rió y dejó apoyado el cigarrillo en el cenicero de cristal. Luego, extrajo la cuchara del interior de la taza y se la metió en la boca. La chupó haciendo ruidos con los labios, deliberadamente.

Marta le propinó un pisotón.

- ¡Auch! - se quejó la fumadora.

- El primer beso en la boca debió de ser el de una madre a su hijo ¿no creéis? - continuó Rocío, pensativa - Los cachorros buscan la boca de sus madres para pedirles alimento. Es posible que las madres humanas primitivas dieran así de comer sus criaturas. Quizás era su forma de elaborar las primeras papillas, masticando primero el alimento y luego ofreciéndoselo a ellos mediante un beso.

Marta y Carmen asintieron, conformes con su idea.

- No quiero volver a repetir lo repugnantes que debían de ser los besos antes porque se me ofende doña señorasensible - dijo Carmen refiriéndose a Marta, que le dedicó una morisqueta -, pero tuvo que ser algo así. Ha debido tener una función de supervivencia. Primero, porque es un acto que requiere cercanía física con la otra persona y, segundo, por lo que ya hemos comentado antes - miró de reojo a su amiga -. Nadie besaba por gusto.

- También pudo tener que ver con la dominancia - propuso Marta - Es decir, haber evolucionado de una mordedura defensiva o de ataque. Morder a alguien en la cara durante una agresión es bastante normal. Ha pasado hasta en el fútbol, que algún jugador ha mordido la oreja de otro y le ha arrancado un trozo. Pues imagínate los labios, que son mucho más accesibles y blandos.

- Qué mal rollo ­- juzgó Carmen - Aunque morder los labios también puede ser un acto pasional... - esbozó una sonrisa, antes de beber de su taza.

- Sea como fuere, el beso tiene un valor importante en las relaciones personales, al menos en occidente - Rocío retomó la palabra -. Cuando empiezas a sentir algo por alguien y empieza la fase de cortejo. Le coges de la mano, le das alguna que otra caricia...

- El manoseo de toda la vida - aclaró Carmen, volviendo a desechar la ceniza de la punta del cigarrillo, con pequeños toques, antes de darle otra calada.

- Eso mismo - convino Carmen -. Pero una vez se produce el beso...ahí empieza otra fase ¿verdad? Ahí quieres ir más allá con la otra persona. Estas lanzando el mensaje a bocajarro...

- Nunca mejor dicho - observó Marta.

- Probando si hay química y esperando una respuesta por parte de la otra persona - Rocío prosiguió con su teoría -. Si huye despavorida, si te rechaza, si te sigue el juego, si se te tira al cuello...Es como un permiso, una llave. Un intento de vínculo.

Marta se terminó el capuchino y apoyó sus manos bajo la barbilla.

- Eso sería antes, ahora se regalan los besos. Es de lo más normal del mundo. Se ha convertido en un juego, como el sexo. Tal vez haya incluso que diferenciar el beso social y el beso de pareja.

Se hizo el silencio.

- ¿Sabéis una cosa? - intervino Carmen - Yo me quedo con el beso médico.

- ¿Y cuál es ese? - preguntó Marta, intrigada.

- El que te da alguien en la frente para saber si tienes o no fiebre. Con ese me quedo.

- Yo también -afirmó Rocío.

- Y yo - coincidió Marta -, incluso aunque la boca esté podrida.

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