Capítulo 02

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El aroma del café recién hecho llenaba el pequeño apartamento, mientras Jennie tarareaba una melodía alegre

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El aroma del café recién hecho llenaba el pequeño apartamento, mientras Jennie tarareaba una melodía alegre. Estaba de buen humor, disfrutando del calor de la cocina mientras preparaba el desayuno. El sol de invierno brillaba débilmente a través de las ventanas, creando un ambiente acogedor.

Ella estaba concentrada en batir unos huevos cuando sintió un par de brazos rodearla por detrás. Sonrió automáticamente, sabiendo que solo podía ser una persona.

—Buenos días, dormilona —dijo sin dejar de batir los huevos.

—Buenos días —respondió la otra, su voz aún ronca por el sueño—. Huele delicioso.

Jennie sintió el calor de su compañera contra su espalda y se permitió un momento de tranquilidad, disfrutando de la cercanía. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, su pareja la giró para enfrentarla, tomando su rostro con ambas manos.

Se encontró mirando los ojos brillantes de Lisa y no pudo evitar sonreír. Pero entonces, lo sintió: el familiar y no tan bienvenido tacto de las manos sudadas.

—¡Otra vez! —exclamó, tratando de apartar las manos de su rostro, pero su pareja la sostuvo con firmeza.

—Shhh, shhh... solo un momento —dijo con una sonrisa juguetona.

Resopló, pero no pudo evitar reírse ante la determinación de la otra. Entonces, su novia acercó su rostro hasta que sus narices se tocaron, creando un momento íntimo y divertido al mismo tiempo.

—Eres imposible —murmuró con un toque de cariño en su voz.

—Y tú me amas por eso —respondió Lisa, rozando suavemente la nariz con la suya.

Jennie suspiró, aunque su sonrisa delataba su verdadera emoción. La situación era tan ridícula como encantadora. Decidió ceder, al menos por un momento, y disfrutar de la cercanía, manos sudadas incluidas.

—Sí, te amo, incluso con tus manos sudadas —admitió finalmente, colocando sus propias manos sobre las de Lisa.

La sonrisa de satisfacción de la otra era evidente. Se inclinó para darle un beso rápido en los labios antes de soltarla.

—Ahora, ¿qué hay para desayunar? —preguntó con una expresión de pura expectación.

Jennie rió, girándose de nuevo hacia la estufa.

—Tú eres el desayuno —dijo con una sonrisa traviesa—. Pero si tienes paciencia, te haré unos huevos revueltos con tostadas.

La otra rió y se apoyó en el mostrador, observando a su compañera mientras continuaba cocinando.

—¿Te ayudo en algo? —preguntó la más alta, observando cómo Jennie movía hábilmente la sartén.

—Puedes poner la mesa —respondió, señalando el pequeño comedor con un movimiento de la cabeza—. Los cubiertos están en el segundo cajón.

Ella obedeció, buscando los cubiertos y colocando todo en la mesa con cuidado. Mientras lo hacía, la bajita no pudo evitar observarla con cariño. Había algo tan reconfortante en esos pequeños gestos cotidianos, en esa rutina compartida que habían construido juntas.

—¿Qué te apetece más? —preguntó mientras servía los huevos revueltos en dos platos—. ¿Café o jugo?

—Café, por favor —respondió Lisa con una sonrisa.

Ella sirvió dos tazas de café humeante y se unió a la mesa, donde su compañera ya estaba sentada, esperando con una expresión de felicidad.

—Esto se ve increíble —dijo la más alta, tomando su tenedor y probando un bocado—. Está delicioso, como siempre.

Jennie sonrió, sintiéndose orgullosa. Compartieron el desayuno en medio de conversaciones ligeras y risas, disfrutando de aquel espacio que habían convertido en hogar. En un momento dado, Jennie notó que Lisa la observaba con una mirada divertida.

—¿Qué pasa? —preguntó, levantando una ceja.

—Tienes algo en la mejilla —respondió Lisa, alcanzando con su dedo para limpiar una pequeña mancha de huevo.

—Gracias —dijo Jennie, riendo.

—De nada —respondió la otra con una sonrisa juguetona.

El desayuno transcurrió entre bromas y comentarios sobre el día que tenían por delante. Cuando finalizó, Jennie se levantó para recoger los platos, pero la más alta la detuvo.

—Deja que yo lo haga —dijo, tomando los platos de sus manos—. Tú cocinaste, así que yo limpio.

Jennie asintió, agradecida. Se quedó sentada, observando cómo su compañera lavaba los platos, sintiéndose afortunada por tener a alguien que la amaba y cuidaba tanto.

—Oye —dijo la bajita, de repente—. ¿Te gustaría dar un paseo después de esto? Hace un día hermoso afuera, a pesar del frío.

Lisa sonrió, secando el último plato y volviéndose hacia ella.

—Me encantaría.

Y así, con el corazón lleno de calidez y amor, se prepararon para enfrentar el frío invierno juntas, sabiendo que, mientras estuvieran juntas, ningún desafío sería demasiado grande.

Y así, con el corazón lleno de calidez y amor, se prepararon para enfrentar el frío invierno juntas, sabiendo que, mientras estuvieran juntas, ningún desafío sería demasiado grande

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