Epílogo

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La brisa suave movía las hojas de los árboles, y el canto de los pájaros daba la bienvenida a un nuevo día

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La brisa suave movía las hojas de los árboles, y el canto de los pájaros daba la bienvenida a un nuevo día. Jennie empujaba con suavidad el cochecito donde descansaba uno de sus bebés, un niño pequeño que jugaba alegremente con un tiburón de juguete, sus risitas llenando el aire. A su lado, Lisa llevaba al otro bebé en una mochila ergonómica sobre su espalda, protegiéndolo con cariño.

—¿Crees que deberíamos cambiar la hora de la visita al pediatra? —preguntó la castaña mientras caminaban, su mirada fija en el sendero frente a ellas—. Parecía estar bastante ocupado la última vez.

—Tal vez sería mejor. No quiero que tengan que esperar tanto —giró un poco la cabeza para asegurarse de que el pequeño estuviera cómodo en su espalda—. Además, prefiero que no se estresen en la sala de espera.

El pueblo, con sus calles empedradas y casitas pintorescas, exudaba paz y tranquilidad. Cada casa parecía sacada de un cuento, con jardines cuidados y flores que adornaban las ventanas. Jennie y Lisa disfrutaban de la serenidad que ofrecía su nuevo hogar, donde habían encontrado el equilibrio perfecto entre la vida familiar y la cercanía de sus seres queridos.

En el camino, se encontraron con su vecina Soyeon, quien andaba en bicicleta junto a su hija de tres años. Soyeon, con su energía contagiosa, detuvo su bicicleta al verlas y les regaló una sonrisa radiante.

—¡Hola, chicas! —saludó, frenando su bicicleta—. ¿Cómo están los pequeños?

—¡Hola, Soyeon! — se detuvieron para intercambiar unas palabras.

—Están muy bien, creciendo rápido —añadió Jennie con una sonrisa, observando cómo el bebé en el cochecito movía el tiburón de juguete con entusiasmo—. ¿Y tú? ¿Cómo ha estado la pequeña?

—Está en su fase de querer explorar todo — esta se rió mientras miraba a su hija que jugaba con unas flores cercanas—. A veces es agotador, pero no puedo quejarme.

Lisa le dió una mirada suave y se inclinó un poco hacia Soyeon, manteniendo un tono de complicidad.

—No te preocupes, todas pasamos por eso. Aunque admito que tener gemelos puede ser un doble reto.

Soyeon soltó una carcajada.

—¡No puedo imaginarlo! Pero ustedes lo manejan de maravilla. Siempre se ven tan calmadas.

Jennie y Lisa intercambiaron una mirada de complicidad. Sabían que la maternidad, aunque llena de momentos hermosos, también traía consigo desafíos inesperados.

—Calmadas por fuera, pero por dentro a veces es un caos —admitió Jennie con una sonrisa—. Pero al final del día, todo vale la pena.

Soyeon asintió, comprendiendo perfectamente lo que Jennie quería decir.

—Bueno, si alguna vez necesitan un respiro, no duden en llamarme. Estaré encantada de cuidar a los pequeños mientras ustedes se toman un descanso.

—Gracias, Soyeon. Eso significa mucho para nosotras — tocó suavemente el brazo de su vecina en señal de agradecimiento.

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