Capítulo 10

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El aire estaba con un calor agradable mientras la novia de Lisa y la madre de esta compartían tiempo juntas en la cocina

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El aire estaba con un calor agradable mientras la novia de Lisa y la madre de esta compartían tiempo juntas en la cocina. El sonido de sus risas llenaba el espacio, mezclándose con el aroma tentador de las especias y hierbas que se elevaba desde la sartén. Desde que habían llegado a la casa, Jennie había creado un vínculo especial con la madre de su pareja. Habían pasado horas hablando de sus vidas, intercambiando recetas y compartiendo confidencias que solo una suegra y su nuera podrían entender.

—Tienes un don para esto —comentó la madre de Lisa, Sonya, sonriendo mientras cortaba con destreza unas verduras frescas—. Me alegra tanto que estés aquí. Tu presencia ha traído una nueva luz a nuestra casa.

—El placer es mío —respondió Jennie, devolviéndole la sonrisa con calidez—. Me encanta aprender de ti, y estar aquí en Tailandia... es simplemente maravilloso. Todo aquí tiene un encanto especial.

Jennie miró a su alrededor, admirando la mezcla de elementos tradicionales y modernos en la cocina. Todo parecía encajar perfectamente en un equilibrio armonioso que reflejaba la personalidad de la familia Manoban. Mientras preparaban una receta tradicional tailandesa, Jennie no podía evitar sentirse agradecida por la oportunidad de estar allí.

Después de un rato, Sonya se dirigió al salón, donde la esperaba una partida de ajedrez que habían dejado a medias. Jennie, intrigada, se unió a ella, ambas sumergiéndose en el juego mientras seguían conversando.

—Eres una jugadora muy hábil —comentó la nuera mientras movía una pieza, sus ojos enfocados en el tablero con una mezcla de concentración y curiosidad.

—He tenido mucha práctica con mi hija —respondió con un guiño cómplice—. Pero aún así, estás haciéndolo muy bien. Apuesto a que no se esperaba que fueras tan buena en el ajedrez.

Jennie sonrió con modestia, pero sus pensamientos ya estaban enfocados en la partida. Sabía que la madre de su pareja no era una oponente fácil, pero eso solo hacía el juego más emocionante. Justo cuando estaba a punto de hacer su próximo movimiento, la puerta principal se abrió, y la joven de cabellos rubios entró junto con su padre, ambos cargando bolsas llenas de compras.

—¡Ya volvimos! —anunció la pelinegra con su típica sonrisa brillante, sus ojos buscaban a Jennie instintivamente, llenos de alegría y amor al verla.

Esta levantó la vista del tablero y, en cuanto vio a su novia, su corazón dio un vuelco. La pelinegra se acercó a ella, con esa energía contagiosa que siempre la caracterizaba, y sin pensarlo dos veces, la saludó con un beso suave en los labios.

Ese pequeño gesto fue suficiente para distraer completamente a Jennie, quien se quedó momentáneamente embobada mirando a su amada. Las mariposas en su estómago revolotearon como si fuera la primera vez que se besaban. Aprovechando esa distracción, Sonya hizo su movimiento final en el tablero, sonriendo con astucia.

—¡Jaque mate! —exclamó con una risa juguetona, levantando la vista hacia su nuera con una expresión de satisfacción—. Te distraí, querida.

Jennie se quedó boquiabierta por un momento, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Luego, frunció los labios en un puchero adorable, mientras su pareja y su madre se reían con cariño. La joven, notando el pequeño gesto de disgusto en el rostro de su novia, se inclinó y besó ese puchero, suavizando el momento.

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