Capítulo 05

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El amanecer apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos suaves cuando Jennie abrió los ojos, sintiendo el peso cálido y reconfortante de Lisa reposando sobre su pecho

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El amanecer apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos suaves cuando Jennie abrió los ojos, sintiendo el peso cálido y reconfortante de Lisa reposando sobre su pecho. Parpadeó lentamente, dejando que la tranquila escena se impregnara en su mente: Lisa respiraba con un ritmo suave y acompasado, haciendo que su propio pecho se elevara y descendiera en un compás sincronizado. Jennie no pudo evitar sonreír, su corazón latiendo con una ternura que sólo la pelinegra podía despertar en ella.

Pero aquella paz matutina fue pronto interrumpida por una necesidad apremiante. Jennie tenía que ir al baño, y con urgencia. Con un suspiro resignado y un toque de humor, decidió que era momento de despertar a su dulce, aunque pesada, novia.

—Lisa... —susurró con suavidad, intentando moverse sin éxito—. Lili, amor, necesito levantarme...

La alta, sumida en un sueño profundo, apenas emitió un murmullo incomprensible, acurrucándose aún más contra Jennie, como si intentara absorber todo su calor.

—Lili, cariño, de verdad necesito ir al baño —insistió Jennie, esta vez con un tono más firme, pero aún lleno de ternura.

Un pequeño forcejeo comenzó cuando la bajita trató de deslizarse fuera de la cama, pero Lisa parecía tener otros planes, agarrándose a la pequeña cintura de Jennie como si su vida dependiera de ello. La castaña no pudo evitar reírse.

—¡Lisa, déjame ir! —exclamó, mientras finalmente lograba liberarse del abrazo de la mayor y salir de la cama apresuradamente.

Libre al fin, Jennie corrió al baño, dejando atrás a una Manobal que seguía inmersa en un sueño plácido, completamente ajena al caos que acababa de causar.

Libre al fin, Jennie corrió al baño, dejando atrás a una Manobal que seguía inmersa en un sueño plácido, completamente ajena al caos que acababa de causar

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Tras satisfacer su necesidad, Jennie decidió que una ducha rápida era justo lo que necesitaba para terminar de despertarse. El agua caliente acarició su piel, despejando su mente y revitalizando su cuerpo. Al salir, se envolvió en una toalla, pero su atención fue capturada por el abrigo de Lisa, colgado cerca de la puerta. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro cuando decidió ponérselo. El abrigo era tan grande que casi le llegaba a las rodillas, y sólo llevaba sus bragas debajo. Al mirarse en el espejo, no pudo evitar reírse de su apariencia, como si fuera una niña pequeña jugando a ser adulta.

Ya más despierta y con el abrigo puesto, Jennie se dirigió a la cocina. Encontró su delantal favorito de capibaras y se lo ató alrededor de la cintura, lista para comenzar a preparar la masa de galletas que tenía planeado hacer. Mientras mezclaba los ingredientes y amasaba la masa, su mente se llenó de ideas bonitas para realizar con Lisa en esta nueva estación.

Estaba concentrada cortando las formas de las galletas cuando sintió unos pasos suaves acercándose por detrás. Antes de poder darse la vuelta, unos brazos la rodearon con delicadeza y un beso cálido se posó en su mejilla.

—Buenos días... —murmuró Lisa con la voz ronca, sus ojos apenas abiertos mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Jennie.

La bajita sonrió, sintiendo una mezcla de ternura y diversión.

—Buenos días, dormilona —respondió, girando la cabeza para ponerse un poco de puntillas y darle un besito en los labios—. ¿Te sientes con fuerzas para ayudarme?

Lisa soltó un suspiro teatral, como si la idea de ayudar fuera un esfuerzo monumental.

—¿Ayudarte? Pensé que mi misión hoy era solo abrazarte... — Jennie rió, dándole un suave empujón en el brazo.

—Bueno, entonces tendrás que hacerlo mientras preparamos las galletas. No voy a dejarte descansar tan fácilmente.

Lisa sonrió y, tras otro beso en la cabeza de Jennie, la soltó.

—Está bien, está bien. ¿Qué quieres que haga? — Jennie le entregó un rodillo y le indicó que continuara extendiendo la masa. Mientras trabajaban juntas, Lisa alzó la vista hacia la ventana, notando cómo la luz del sol comenzaba a derretir las últimas trazas de nieve que cubrían el suelo.

—¿Sabes? Ya casi es primavera —dijo Lisa, su voz ahora más despierta—. Deberíamos salir a tomar un café y comprar unos tulipanes. Sé que te encantan.

Jennie sonrió, sintiendo cómo su corazón se derretía ante la propuesta.

—Me encantaría eso —respondió con suavidad—. Pero primero, terminemos estas galletas.

Ambas sonrieron suavemente mientras seguían con su tarea, disfrutando de la simple felicidad de estar juntas. Mientras la masa se convertía en galletas y el dulce aroma llenaba la cocina, el pensamiento de un paseo primaveral con Lisa se transformó en una promesa de momentos aún más perfectos por venir.

 Mientras la masa se convertía en galletas y el dulce aroma llenaba la cocina, el pensamiento de un paseo primaveral con Lisa se transformó en una promesa de momentos aún más perfectos por venir

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