Segunda Parte

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Incomodo

Padre e hijo esperaban a que la señora Caprelli les sirviera un plato con pastas que acababa de cocinar, juntos a Seba y su padre. No podían evitar sentirse incómodos sentados en aquella mesa de la cocina. Esa mesa, que en realidad era de ellos pero que al mismo tiempo que no les pertenecía, ya que aquella familia había pagado su derecho a usar la cabaña. Intrusos en su propia casa.

La amable mujer les sirvió a Manu y Leonardo primero, profundizando aun más ese extraño sentimiento de estar en un lugar que no debían.

-Sean sinceros con la comida, nosotros dos somos un jurado bastante exigente cuando de comer se trata- dijo sonriendo el moreno mayor, refiriéndose a él y a su hijo.

La señora solo rió, a la vez que servía dos platos más de pasta sobre la mesa.

-Estoy seguro que está delicioso- dijo el dueño de la cabaña sonriéndole a la cocinera, para después probar la comida.

Era un manjar. Leonardo se esforzó en no soltar una lágrima al saborear la comida con sus papilas gustativas. Hacía mucho que no probaba algo con sabor casero y que estuviese tan delicioso. Fede era el que se encargaba de cocinar en su casa, y hacia lo que podía para un joven de 16 años, pero lo que el rubio pudiese preparar empalidecía ante lo que probaba en ese momento.

Su hijo, por su parte, comía en silencio, mientras él y el matrimonio conversaban de diferentes cosas. Notó que el ojiverde evitaba entablar contacto visual con el muchacho castaño que tenia sentado al frente. Se preguntó si los menores se habían caído mal. Lo lógico era que congeniaran por ser los únicos no-adultos de la cabaña. "De seguro después se amigaran, así son los chicos", pensó.

Después de almorzar, Leonardo se ofreció a lavar los platos. De algún modo quería devolverle algo a esa familia por haberle dado de comer a él y a su hijo y por "hospedarlos" al no tener adónde ir. Después de resistirse un poco, el matrimonio aceptó.

El señor y la señora Caprelli dijeron que se irían a dormir una siesta, ya que estaban despiertos desde muy temprano.

-Papá ¿quieres que te ayude en algo?- Leonardo escuchó la voz de su hijo mientras este agarraba el detergente y se le posicionaba al lado, dispuesto a lavar los platos con él.

-No gracias Manu, ve a jugar con el otro chico- contestó con amabilidad, empujando al menor suavemente para que le dejara lugar así pueda empezar a refregar.

"Ve a jugar" resopló mentalmente el rubio ¿tenía 7 años acaso? A veces no entendía a su padre. A veces le decía "has esto, ya eres un hombre" y otras veces salía con frases como las que acababa de decir. ¿Al final que era para su padre y los demás? ¿Un niño o un hombre? Además, no tenía intenciones de "jugar" con el otro chico, que después de comer se levantó de la mesa y desapareció de la vista.

Mejor así, que se mantenga lejos, pensó Manu con una sonrisa mientras sacaba un libro de su bolso y salía por la puerta de la cocina hacia el patio trasero.

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Leonardo dejó el último plato en el estante y se secó las manos con un repasador. Había terminado de lavar. Se sorprendió al notar el silencio que lo rodeaba. El matrimonio Caprelli dormía plácidamente en la habitación donde él solía dormir, y los dos muchachos habían desaparecido de su vista hace tiempo. Asomó curioso su cabeza por la ventana de la cocina, que daba al patio trasero, y pudo observar a su hijo sentado en la base del árbol, leyendo ese libro de suspenso-terror que había traído para leer en sus ratos libres. Se sorprendió, ya que pensó que estaría con el hijo de los Caprelli. Ese moreno tenía la edad de Fede, podría perfectamente llevarse bien con el rubio. Era verdad que Manu no era un aluvión de carisma, pero no era un chico antisocial tampoco.

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