Quinta Parte

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Adrenalina

Los dos muchachos se despertaron prácticamente al mismo tiempo. Los rayos del sol que entraban por la ventana demostraban que sería otro día a pleno sol, sin ninguna nube en el cielo.

Mientras Seba se desperezaba de forma lenta, todavía acostado, Manu tendía su cama.

Luego de un profundo bostezo, el moreno se levantó y se quitó la camiseta vieja que usó como pijama. Tambaleante se dirigió hacia la ventana del cuarto y se sentó en el marco, observando el exterior. Por la calle, al frente de la cabaña, pasaban dos chicas montando a caballo bajo el aún cómodo y sol mañanero. Estas, a su vez, se percataron de la presencia del castaño descamisado sentado en la ventana de la vivienda de madera.

Ambas chicas se sonrojaron al darse cuenta que eran observadas por ese chico, que les pareció bastante apuesto. Primera vez que paseaban por aquella parte del pueblo, y no esperaban encontrar alegrías visuales de ese tipo.

Por su parte, el oji-café les sonrió y las saludó. Era la imagen de la confianza echa persona.

Las chicas le devolvieron el saludo de manera tímida, a la vez que se reían y se miraban entre sí.

-Manu...Manu, ven aquí, saluda a estas chicas...- dijo el castaño, haciéndole seña al rubio para que se acercara la ventana, sin dejar de mirar a las muchachas sobre los caballos- ...son dos, te puedes quedar con la castaña si deseas, la de rulos me gusta más.

El rubio por su parte solo rió y blanqueó los ojos, ladeando su cabeza de lado a lado, mientras seguía ordenando su cama.

-¡Seba, Manuel! ¡Levanten, necesitamos pedirles algo!- se escuchó la voz del señor Caprelli desde el piso de abajo.

-Vamos Romeo...- le dijo Manu, tirándole su pijama en la cabeza - bajemos a ver que quiere tu papá.

Ambos chicos se vistieron y descendieron por las escaleras para ir al jardín trasero donde Leonardo y el padre de Seba, vestidos con ropas de trabajo, arreglaban un sillón de la sala de estar.

-Vayan a la ferretería del pueblo y compren estas cosas que necesitamos para reparar el sillón- dijo el señor Caprelli dándole un papel a su hijo.

El padre de Seba, que al igual que Leonardo era un adicto al trabajo, se había puesto la meta de ayudar al dueño de la cabaña a reparar todo lo que fuese posible, sin importarle que estuviese en sus vacaciones.

-Ya que estarán por el centro, acérquense al puente y vean si ya se reparó- agregó Leonardo - Podrían usar la bicicleta que está en el cobertizo, Manu.

Seba al escuchar eso, sonrió y giró su rostro para mirar al rubio. Usar una bicicleta le pareció una muy buena idea, mucho mejor que caminar.

-Es que...tiene las ruedas desinfladas y no tengo inflador- mencionó el ojiverde algo alicaído.

-No hay problema, el inflador que traje para mi balón de futbol también sirve para inflar ruedas de bicicleta ¡Ya vuelvo!- dijo Seba de manera energética, para luego salir corriendo hacia el interior de la cabaña.

Cuando el moreno trajo el inflador, Manu sacó la bicicleta del cobertizo. No era de las más modernas, pero tampoco era muy vieja. Luego de inflarle las ruedas, ambos muchachos la llevaron a la calle, al frente de la cabaña.

-¿Quién será el que maneje la bici?- preguntó el blondo.

-Tengo pensado algo mejor, yo me siento aquí...- le dijo el castaño sentándose en la silleta y colocando uno de sus pies en los pedales-...tú te sientas aquí...-mencionó tocando el cuadro de la bicicleta-...tú te encargaras de manejar la dirección y yo de pedalear.

Mi suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora