Décima Primera Parte

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No te dejaré

Los dos muchachos se vieron mutuamente a los ojos, con una expresión de sorpresa y miedo a la vez. Seba no podía creer la situación en su cabeza. Parecía un mal sueño...una pesadilla, mejor dicho.

El escenario no podría ser peor: herido e incapaz de moverse, con aquellos tipos que tanto le odiaban acercándose a través de un maizal al otro lado del arrollo; advertidos de su presencia por un grito que él mismo había levantado al viento. En ese momento se arrepintió de haber gritado así, impulsado por el enojo. Él mismo había llamado al lobo a comer. Solo era cuestión de tiempo para que dé entre las plantas de maíz apareciera el rostro de Erick, mirándolo con una sonrisa maliciosa.

El moreno sabía que era lo que le sucedería cuando sus agresores le encontraran y alcanzaran, ya lo tenía asumido. No podía huir. Pero no por eso el ojiverde tenía que sufrir el mismo destino.

-Manu, tienes que irte- dijo al blondo arrodillado a su lado, sin sacar los ojos del maizal- tienes que irte ahora antes que te vean, no pierdas tiempo.

Tomó una piedra cercana a su posición, del tamaño de una manzana mediana y quedó viendo el maizal. No era gran cosa, pero era algo con que defenderse. Era consciente que solo tendría un tiro, y que aquellos idiotas eran 7. Por lo menos se aseguraría que, después que le propicien su golpiza, uno de ellos termine con una gran jaqueca producto del piedrazo. Mucho mejor si era Erick el que recibía la piedra.

Manu quedó atónito¿Acaso le estaba pidiendo que huyese y que le deje solo, herido? ¿Acaso aquel imbécil no se había cuenta de que no tenía oportunidad de defenderse con esa herida en la pierna, que le impedía siquiera pararse? El rubio era muy consciente de que esta vez el castaño no saldría solo con un ojo morado y una herida superficial en un codo, como había pasado en el salón de videojuegos.

La pregunta que paseó por su mente, no era si Seba terminaría en una guardia médica si Erick y compañía le golpeaban. Sino que si lo podrían atender en el centro médico de la villa o si lo trasladarían directamente al hospital de la ciudad por la gravedad de sus lesiones. No quería imaginárselo. Esa idea era inaceptable, como también lo era lo que el castaño le pedía: dejarlo solo.

-No Seba, no te dejaré- contestó el rubio, tratando de mantener la calma- de seguro hay algo que poda...-

-¡No seas estúpido!- le interrumpió el moreno alzando la voz, sus ojos marrones demostraban tanto desesperación como impotencia- si te ven conmigo te reconocerán y te perseguirán, te molerán a golpes solo por ser alguien importante para mí- Manu se sorprendió cuando el oji-café le tomó de su camiseta y lo trajo hacía él, sus rostros quedaron a menos de 20 centímetros.

Los ojos rojizos de Seba, con un exceso de humedad, eran impropios de alguien enojado... eran los ojos de alguien asustado.

- Y yo...yo no quiero eso. Vamos, corre ahora ¡Vete!- le gritó para tratar de convencerlo, empujándolo con fuerza, haciendo que cayera de trasero al pasto.

Manu en ese momento sintió el mismo enojo que había sentido cuando Seba le empujó en la tienda de videos, con el fin de que se alejase. Pero luego recordó que el moreno lo había hecho para protegerlo. También recordó aquel sentimiento de culpa que tuvo después al darse cuenta que había dejado al mayor solo, completamente a su suerte. No estaba dispuesto a dejar que aquello suceda de nuevo, sobre todo ahora que la situación había empeorado.

Decidido como nunca lo estuvo en su vida, escabulló su cabeza por debajo de la axila izquierda del castaño, mientras con su mano derecha lo tomaba de la cintura, bordeando su espalda.

-Entonces nos molerán a golpes a los dos...- dijo sin demostrar ni un solo atisbo de miedo- ...porqué no estoy dispuesto a dejarte aquí solo, Sebastián - el moreno le observó pasmado- No tienes que lidiar con esto solo, así que no seas tan idiota, aunque sé que es demasiado pedir- sonrió el menor- Vamos, necesito que hagas un esfuerzo ahora.

Mi suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora