Tercera Parte

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Primera noche

Leonardo levantaba la mesa, ayudado por su hijo después de su modesta cena: polenta con salsa para los dos. Algo barato, accesible para el bolsillo de Leonardo, y al mismo tiempo rendidor. Además, sabía que al blondo le gustaba ese plato, por más simple que sea, así que este no tuvo nada por qué quejarse...por lo menos en esta ocasión.

Leonardo sabía que tendría que recurrir a ese tipo de comidas "económicas" para él y para su hijo mientras se quedaran allí, imposibilitados de volver a la ciudad. No le parecía correcto que la señora Caprelli cocinara para ellos también. De última, permitiría que lo hiciera solo para Manu, pero nada más. No había que abusarse de la bondad de esa señora, que había ido allí para descansar, no para estar siendo chef de dos "intrusos".

Mientras terminaban de limpiar la cocina, padre e hijo escucharon como la familia volvía de su paseo nocturno, abriendo la puerta del frente de la cabaña, entrando al living.

- ¿Cómo la pasaron? ¿Bien? - le preguntó Leonardo sonriente a la familia desde la cocina, mientras secaba un plato con el repasador.

-Espectacular, no podríamos estar más a gusto, conocimos un poco mejor el pueblo, comimos bien y rico. El hecho que la cabaña este tan cerca de centro y a la vez apartado de todo el ruido nos encanta.

-Me alegro que les guste- agregó el castaño mayor con sinceridad, a la vez que dejaba el plato ya limpio con los demás.

-Leonardo, nosotros nos iremos a dormir ya- dijo el señor Caprelli entrando a la cocina, seguido por su esposa y su hijo- Ud. Disponga como nos ubicaremos con respecto a las camas y las habitaciones- pidió sereno y con una sonrisa.

-¿Yo?- preguntó Leonardo sorprendido- bueno...lógicamente ustedes dormirán en la habitación de abajo, en la cama matrimonial, eh... yo dormiré en la habitación que siempre usa mi hijo mayor, ya que solo tiene una cama en este momento, y bueno... en la habitación de Manu hay dos camas individuales, así que creo que los jóvenes no tendrán problemas en dormir allí...¡Obviamente si ustedes quieren! si no Manu y yo nos las arreglamos para dormir en el auto, no queremos molestar...

-¡No diga eso! No son molestia- le interrumpió el moreno mayor - me parece perfecto. Nosotros ya nos acostaremos- dijo pasando su brazo por los hombros de su esposa- Seba, ya sabes cuál es tu cuarto entonces, lo compartirás con el muchacho.

Los dos jóvenes se miraron mutuamente de forma automática. No fue necesario que se dijesen nada para que ambos entendieran que a ninguno de los dos le emocionaba la idea de compartir el cuarto. Manu fijó su mirada lentamente al suelo, comprendiendo que era otra cosa que debería soportar sin chistar. No le quedaba otra.

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Después de cepillarse los dientes, Manu se quedó observando su reflejo en el espejo del baño por unos momentos. Se sorprendió al notar unos indicios de ojeras en su juvenil rostro. El cansancio le pesaba, ese día había trabajado desde muy temprano y no había dormido casi nada durante la noche anterior. Además, el estar trabajando casi sin parar durante 3 días seguidos, junto a su padre, se estaba haciendo notar. De igual manera, Manu sonrió al pensar que el trabajo pesado había quedado en el pasado. Creía que su padre, seguramente, ya no le pediría martillar o hacer cualquier actividad que hiciera mucho ruido, para no molestar a los Caprelli que vinieron en busca de paz y tranquilidad.

El rubio salió del baño y, lentamente y sin hacer ruido, subió las por escaleras de madera. Cuando estuvo a punto de abrir la puerta de su cuarto, la puerta de la habitación donde solía dormir Fede se abrió rápidamente. Era su padre, con su típica ropa para dormir.

Mi suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora