Suposiciones
Seba abrió los ojos. Inmediatamente se le borró la sonrisa.
A unos cuantos metros, en otro puestito de la feria, un puestero africano con largas rastas y abundante barba lo miraba sonriente. Aquella sonrisa era una sonrisa pícara, extraña, sugerente. El castaño inmediatamente se dio cuenta porque aquel sujeto lo miraba así: estaba abrazado, bastante cariñoso con el rubio. Una vocecita en su cabeza le advirtió que aquel sujeto insinuaba con esa sonrisa que él y Manu eran más que amigos. Aquel sujeto de tez oscura movió hacía arriba y abajo sus cejas de manera rápida, sin sacar esa sonrisa picarona.
A Seba el rostro empezó a quemarle. El oji-café frunció el seño y se separó de manera abrupta del blondo.
-¿Cuál es el premio?- preguntó rápidamente con su cara aun roja al encargado del juego.
El hombre le mostró una bandeja con anillos, aros, pulseras, collares, llaveros, todos artesanales, que eran moneda corriente en ese tipo de ferias. Aunque a Seba en primera instancia le pareció que todo era bastante ordinario y no valía el dinero que había gastado para participar del juego, ojeó para ver qué era lo más rescatable. Finalmente, escogió una pulsera hecha con un material plateado, no porque le gustara, sino porque pensó que era lo de mejor calidad de entre todas las baratijas. La pulsera era simple: una chapa angosta donde parecía que se podía grabar una leyenda o un nombre, con dos cadenitas delgadas para atársela a la muñeca.
-¿De qué material es?- le preguntó el ojiverde mientras se alejaban del juego.
-Mm no se... aluminio quizás- contestó Seba, observando fijamente la pulsera plateada- dame tu muñeca, te la regalo.
-¿Seguro?- le preguntó el rubio, estirando su brazo izquierdo - ¿Por qué no la quieres?
-No soy de usar estas cosas, más que nada porque cuando juego al futbol me las rompen entre agarrón y agarrón.
-Ah, ya veo... como anoche en el jardín trasero- le dijo Manu con una sonrisa burlona.
-Exactamente-musitó entre labios el oji-café sintiéndose avergonzado, mientras ceñía con adrede y excesiva fuerza la pulsera a la muñeca del blondo. Este hizo una pequeña mueca de dolor.
Mientras Seba ataba la pulsera al brazo del menor, sintió como si alguien le estuviera mirando fijamente. No tardó en darse cuenta a que se debía ese presentimiento. Se habían detenido al frente del puesto del hombre con rastas y espesa barba, que los seguía mirando con una sonrisa y ojos picarones.
-Vámonos de aquí- dijo con rabia el oji-café, poniendo una mano en la espalda del rubio y empezando a caminar rápidamente.
Seba pudo sentir como eran seguidos por la mirada del sujeto de tez oscura mientras se alejaban.
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Una vez en la cabaña nuevamente, todos se alistaron para ir a dormir.
Antes de ir a la cama, Manu se encargó de poner nuevamente el dinero que su padre le había dado dentro de su billetera, sin que este se diera cuenta. No había gastado ni un solo centavo.
Los dos muchachos se cambiaron y se acostaron. La luz proveniente de los faroles de la calle iluminaba el cuarto a medias.
Por primera vez desde que se hospedaba allí, Seba no podía dormir. Acostado y sin nada que hacer, miraba en silencio el techo de la habitación. Varios pensamientos le galoparon a la mente, pensamientos que no le dejaban tranquilo.
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Mi suerte
RomanceEl peor verano puede transformarse en uno único cuando menos se lo espera. Manu no sabía eso, ni tampoco que le deparaba el destino y su suerte.