Conduje por dos horas y media hasta el centro de la ciudad. Las ansias acumuladas hicieron que el viaje se sintiera aún más largo de lo que era.
Saliendo del pequeño pueblo, los árboles frondosos se cernían sobre la carretera. La luz del sol se colaba entre las ramas, haciendo aros de luz. El viento primaveral se sentía fresco y relajante. Bajé mi ventanilla, el viento azotando mi cara con suaves caricias, sin duda alguna mi estación favorita.
Los árboles fueron quedando atrás, mientras me adentraba en la gran selva de cemento. Los grandes edificios se alzaban imponentes junto al ruido del tráfico y la ajetreada vida de las personas. Tanto tiempo alejada de la ciudad hizo que mis sentidos se abrumaran a tal punto que subi las ventanillas, quedandome solo con el sonido del estereo.
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Al fin, estaba frente a la casa que alguna vez fue mi hogar. Aparqué el coche frente a la entrada, lo apagué y, luego de unos minutos de ejercicios de respiración, decidí entrar.
La casa, por fuera, lucía igual a como la recordaba. Me llené de valor mientras metía la llave en la cerradura para adentrarme a ella.
Me quedé justo debajo del marco de la entrada, y varios recuerdos felices me embargaron, pero uno que me atormentaba con más fuerza surgió, dándome una punzada de dolor en el pecho.
Esta vez no era la cicatriz fisica, sino mi corazón agrietándose por los duros recuerdos de aquella tarde.
Las palabras de mi tía llegaron a mí; las últimas que tuvimos respecto a ese tema:
<<< —Sé que ya eres una adulta y... —empezó mi tía, pero se calló al ver que la miraba con el ceño fruncido. Ya sabía lo que diría; llevábamos un mes teniendo esta conversación desde que se lo conté.
—Tía, sé que te preocupas por mí, pero siento que es lo que debo hacer. En serio, estaré bien —la tranquilicé.
—Lo sé, cariño, no lo dudo. Sé lo fuerte que eres, solo que por las noches, cuando tengas...—dudó un segundo antes de continuar —,déjame acompañarte solo hasta que te instales —insistió.
—No, tía, ya has hecho mucho por mí y te lo agradezco. Esto es algo que debo hacer yo, de veras —respondí, sin querer llegar a ser brusca.
Mirándola a los ojos, agarré sus manos, apretándolas con fuerza. Las voy a extrañar, más aún cuando son las que por años han consolado mi ansiedad y mis noches oscuras.
—Te prometo que si me siento abrumada o no puedo sola, te llamaré —prometí con una sonrisa de boca cerrada. Ella asintió resignada, besando el dorso de mis manos y luego dando leves golpecitos sobre las mías, juntadas a las de ella.
—Está bien -aceptó al fin—, pero recuerda que siempre estaré para ti, pase lo que pase, así que no dudes en llamarme —sin más, se puso de pie y salió por la puerta, dejándome sola. >>>
Debo ser fuerte; me dije a mí misma, respirando profundo y volviendo a mi realidad.
Agarré la pequeña maleta de mano y decidí entrar por completo, cerrando la puerta a mis espaldas. La casa se mantenía igual a como la recordaba, al igual que la entrada; todo se mantenía en perfecto estado, como si se hubiese quedado congelada en el tiempo y nada hubiera pasado. Debo admitir que la señora Peterson ha hecho un buen trabajo.
Recorrí todo el lugar con los recuerdos aguando mis ojos. Me mordí el labio para contener un sollozo al sentir tanta nostalgia. Caminé directo a mi habitación.
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Kaia
RomanceDespués de cinco años marcados por un doloroso incidente, Kaia Miller regresa a la ciudad y a la casa que una vez fue su refugio de felicidad, ahora cargada de recuerdos dolorosos. En su intento por sanar las heridas del pasado, Kaia se encuentra co...