Capítulo 22

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Llegué al lugar acordado diez minutos antes. Era una cafetería bastante común, pero me gustaba la pequeña terraza que tenía afuera, pegada a la acera; podías ver a las personas caminar mientras el aire otoñal te rozaba las mejillas. Me sentía observada, hoy más que nunca. Miré hacia todos lados, pero no vi a nadie.

Quizás eran paranoias mías, fruto de tantos días de estrés, así que le resté importancia al asunto.

Ryan llegó y, tras saludarme con un beso en la mejilla, se sentó justo en frente de mí. Vestía casual, con unos vaqueros azul marino y una camiseta negra que hacía un buen contraste con sus ojos azules.

—Y bien, ¿para qué querías verme? —pregunté, ladeando la cabeza con una media sonrisa en los labios.

—Sí que vas directo al grano —bromeó.

La seriedad con la que me había hablado por teléfono se había esfumado; frente a mí tenía al mismo chico que conocí en un principio, y me gustaba que fuera así. Me sentía mucho más cómoda, aunque su lado imponente y sexy no estaba mal.

¿Recuerdas lo de las falsas esperanzas?

Me recordó mi conciencia.

—Perdona que haya desaparecido por tanto tiempo —comenzó a hablar—, a veces el trabajo me consume y no me da vida.

—¿En qué trabajas? —mi curiosidad se hizo presente.

—Soy abogado en un bufete cerca del centro, y últimamente no he parado. —Su semblante se veía agotado; noté pequeñas bolsas azuladas bajo sus ojos, marcando ojeras leves.

Eso me recordó a papá; también era abogado, y es cierto que a veces el trabajo lo consumía y pasaba días encerrado en su despacho.

—Entiendo, no te preocupes —dije, con un deje de nostalgia en la voz.

La expresión de Ryan cambió a una de confusión, pero se limitó solo a observarme, sin preguntar nada.

—Quería hablarte en persona sobre la nota... —comenzó diciendo, pero la impaciencia se apoderó de mí, dejándolo con la palabra en la boca.

—¿Descubriste quién la envió? —pregunté con los ojos abiertos de par en par, como si así pudiera escuchar mejor.

El ojiazul negó con pesar ante mi pregunta.

—No hay indicadores de nada ni de nadie. Quizás solo fue una broma de mal gusto.

—Lo dudo —dije, frunciendo el ceño ante su teoría barata—. No conozco a nadie aquí, y menos para que me haga una broma así al otro día de salir del hospital —le recordé.

Ryan me miraba diferente, como si quisiera decirme muchas cosas, pero al mismo tiempo no pudiera decir ni una.

—¿Estás seguro de que no sabes nada? —pregunté una vez más.

—Totalmente —respondió, pero algo en él me hizo no creerle ni una sola palabra.

Me quedé pensativa unos minutos, debatiéndome entre si preguntarle o no por el chico que me atacó, así que, sin darle más vueltas, le pregunté:

—¿Qué hiciste con el chico que me atacó? —mi pregunta lo sorprendió por completo, tensándolo de inmediato.

—¿A qué te refieres? —su tono se endureció.

—Ese día en el hospital mandaste a que lo capturaran, lo sé porque te escuché y luego me mostraste su foto.

El chico perdió un poco de color en el rostro, algo que me confirmaba que no estaba siendo sincero del todo conmigo.

—Eso es algo que no te incumbe, Kaia. —Me sorprendí ante su dureza, y él lo notó, porque rápidamente intentó tomarme la mano, pero yo la alejé de inmediato.

Miré mi teléfono, apretando la mandíbula, tratando de contener la furia que me embargó por su forma de hablarme.

No entendía qué le pasaba y menos el porqué de su molestia por mis preguntas. Lo único que sí sé es que algo me estaba escondiendo. Me decepcioné al pensar que el chico amable y lindo que conocí no había sido totalmente sincero conmigo. Algo dentro de mí se quebró, haciéndome pensar en mil cosas a la vez, y ninguna era buena.

—Sabes, me tengo que ir —dije, poniéndome de pie—. Muchas gracias por ayudarme. Que tengas bonita tarde, Ryan.

Él se quedó mirando a la nada, sentado aún en la mesa, sin reaccionar. Segundos después sentí que me tomaba del brazo.

—Preciosa, lo siento —me zafé de inmediato de su agarre.

—No te preocupes, y por favor trata de no volverme a llamar así en el futuro —respondí con el mismo tono que había usado conmigo.

Continué mi camino, millones de pensamientos invadiendo mi cabeza; eran tantos que empezaba a dolerme. Necesitaba llegar a casa lo más rápido posible, así que me apresuré, pero otra vez lo escuché hablar.

—Por favor, respóndeme algo —habló a mis espaldas, y yo frené mis pasos en señal de que lo escucharía—. ¿Tienes a alguien más en tu vida?

Sabía o, más bien, me imaginaba a lo que se refería, pero luego de cómo me trató hoy, ya hubiera sido sin querer o no, hizo que todo rastro de empatía hacia él se esfumara por completo. Así que, sin más, lo miré por encima del hombro, con una sonrisa delgada adornando mis labios.

—Eso es algo que no te incumbe, Ryan. —Tras mi respuesta, continué mi camino hacia el carro.

                                                                                          ******

Sé que, por mi salud mental, no debo forzar mis recuerdos, pero han pasado cinco malditos años y, fuera de las pesadillas y uno que otro sueño en el que no reconozco a nadie, no tengo nada; solo visiones de mi familia y de mí de pequeña, y el vago recuerdo de lo que sucedió ese día. El no poder darle a mis padres justicia me mata, ya que por mi culpa no pude hacer un reconocimiento, por no acordarme del asesino.

A pasos firmes entré a mi habitación y, de la mesita de noche, agarré la llave que Sami encontró en el despacho de papá. Me apresuré y entré directamente hacia el lugar; fui directa a la gaveta, introduje la llave, y sentí cómo se abrió.

Rebusqué en ella sin saber sinceramente qué buscaba. ¿Según yo? Pruebas de algo que me llevaran a la noche del asesinato, porque sí, eso fue lo que ocurrió con mis padres: un desalmado los asesinó y pretendía hacer lo mismo conmigo, y es obvio que ahora quiere acabar lo que comenzó.

Dentro solo había papeles y más papeles. Seguí rebuscando desesperadamente y encontré una carpeta de color negro con la palabra "confidencial" en dorado. Rápidamente la agarré; era un librote gordo. Mis ojos viajaron hacia el fondo del cajón, dejándome paralizada ante lo que veía: era un arma pequeña, parecía un revólver de color negro mate. Un sudor frío reptó por mi espalda, y mis sienes palpitaban ante el dolor agudo de cabeza.

Con manos temblorosas lo agarré con apenas dos dedos, como si un simple movimiento brusco llegase a dispararlo. No tenía ni la más mínima idea de que pudiera haber un arma en casa. Me pregunto de quién se quería defender papá.

Lo volví a su lugar con suma cautela, concentrándome únicamente en los archivos encontrados. Abrí el librote, y lo primero que apareció fueron cheques bancarios. Seguí ojeando, encontrándome con hojas impresas de transacciones de bancos con sumas ridículamente millonarias. Había otros papeles que no entendía en lo absoluto, pero sí hubo algo en específico que llamó mi atención: en todas las hojas se encontraba lo que parecía un apellido, Wood.

Hola, hola aquí les dejo un nuevo capitulito lleno de intriga jajajaja.

Por supuesto espero que me dejen sus teorías conspirativas y lo que piensan de Ryan y porque de su reacción por las preguntas de nuestra pelirroja favorita.

Tengo algunas sorpresas en mente y uno que otro capítulo narrado por nuestros chicos, así que estén antentos jajajaja.

Espero hayan disfrutado la lectura.

Bsssss 😘💋

M.G ❤️✨

KaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora