CAPÍTULO 23

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CANTOS DE CORAL

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Malthus Pov

Caía la tarde y Madureira tenía ese toque usual de samba. La alegría rebosaba en el ambiente, rezagada de las noches festivas del mes pasado. Eran vacaciones y aunque disponía de más tiempo libre me mantenía ocupado en el voluntariado y escribiendo cartas, ya había enviado un par de ellas para Roberto en Belo horizonte, otra para mi madre en Santa Ana. Ahora escribía una para el padre Nelson.

En resumen, puse al tanto a Roberto de los últimos acontecimientos con Hilda, a mi madre le contaba sobre mi trabajo en el voluntariado, también una corta mención de que se me habían acabado las jaleas que envió la ultima vez.

A media escritura de la última carta entró José a la habitación, parecía muy cansado, aunque mis días eran más holgados, él no podía parar la mano. Se la pasaba entre entrevistas y su trabajo de medio tiempo.

Tiró su maletín a un lado y cayó sobre la cama. Aún no sabía si Nela le había contado lo que había ocurrido y si era así, le faltaba saber mi versión de la historia.

Dejé de escribir y me dispuse a romper el hielo.

—¿José podemos hablar? — él me miró de soslayo y soltó un suspiro.

—Claro Malthus. —dijo sentándose— ¿Sobre qué deseas conversar?

—Sobre ese día del desfile, sobre Nela.

—Oh no te preocupes Malthus, una lloradita y quedó como nueva, debe haberlos preocupado.

Yo no estaba entendiendo el contexto.

—¿Te contó por qué estaba llorando?

—Por su madre, la recordó ese día y pues al no estar su padre, ya entenderás.

—Ah...

Definitivamente ella había preferido mantenerlo al margen. ¿Qué ganaría diciéndoselo yo? Se supone que luego de esto no volverá a intentar nada, es lo que espero. Además, no quiero que Zezé pase por un mal momento considerando que tiene mucho con que lidiar ahora, es innecesario. Perdóname padre por esta mentira blanca.

—¿O te dijo algo más? —preguntó con mucha curiosidad.

—Confía más en ti que en mí. —afirmé, rezando internamente porque esa respuesta sea suficiente.

—Es que crecimos juntos prácticamente. Conozco a esa chica como la palma de mi mano.

Vaya que sí, pensé. Pero si hay algo que puedo acreditar es que Zezé es el único que puede calmarla.

—Por eso te busqué, ese día. Tú y ella están unidos por algo que va más allá de la amistad.

En ese momento José carraspeó la garganta y se puso un tanto ansioso. Yo proseguí.

—No me refiero a eso en sí, aunque es parte de tu afecto hacia ella. Si no me refiero a algo más profundo. Al punto de que me pongo a pensar en qué pasaría si algún día le faltas o viceversa, si algún día te faltara ella.

Él dejó de lado su cansancio y se entregó más a la conversación.

—Cuando yo la conocí, me pareció la niña más insufrible con la que me había topado, —contaba mientras se reía—una engreída, era simple, yo la tenía difícil y ella fácil. Mamá me llevaba a trabajar en su casa, así que mi mayor problema era ver sus berrinches mientras lo tenía todo, mamá, papá, una casa gigante. Pero eso cambió el día en que su madre murió, una mujer muy cándida, amable, que en paz descanse. La casa estaba llena, pero Nela se mantenía en una esquina sin hablar con nadie, con la cabeza gacha, parecía tan desprotegida, sola. Distaba mucho de la niña altanera que hasta el momento conocía, me sentí mal por haberla detestado, después de todo ella no tenía culpa de mi mala suerte. Además, yo entendía esa sensación, me vi en ella. Mis padres fallecieron en un accidente automovilístico, los perdí a ambos el mismo día. Mamá Rosa estaba preocupada por los bebés que habían quedado sin amparo, yo dejé de ser un niño en ese momento, me había convertido en el hombre de la casa. Para Nela no fue diferente, al morir su madre se quedó sola en esa casa gigante. Su padre ese día se preocupaba más por los asistentes al funeral que por su hija que estaba sola en un rincón. Era un cambio radical, él era un hombre que parecía amar mucho a su familia antes de eso. Así que con cierto miedo a su rechazo me acerqué a presentarle mis condolencias. Fue la primera vez que ella se mostró vulnerable ante mí y lloró en mi hombro.

UN HURACÁN EN RÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora