DIOS

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Me hablaron de Dios en una iglesia, pero lo encontré en la intimidad de mi soledad, en los desafios de mis procesos y en la profundidad de mis miedos...

Capítulo 9: DIOS

¿Qué es DIOS?

En primera instancia, podríamos decir que Dios es una "construcción social", una idea que ha tomado innumerables formas a lo largo del tiempo y en diversas culturas. Sin embargo, la verdadera esencia de Dios va más allá de las interpretaciones humanas. Dios, en su estado más puro, es la representación de la energía fundamental que sostiene y da vida a todo lo que existe. Algunos lo llaman Universo, Fuente, Padre/Madre, Divinidad, entre otros nombres. Es el arquitecto o escultor (por usar palabras de nuestro lenguaje) que es tanto el creador como la creación de su propia obra, con el propósito de experimentar el amor en su máxima expresión.

Nuestro cerebro "racional" puede tener dificultades para comprender a Dios, pero el corazón y el alma, que están conectados a través del espíritu, ya lo saben. En el silencio interno y profundo de nuestra existencia, yacen las respuestas que buscamos: ¿Qué es DIOS?

¿Por qué debo saber sobre DIOS?

Si estás leyendo esto, puede que creas en Dios o puede que no. Tal vez en algún momento de tu vida decidiste creer en el Dios católico, en aquel Dios bíblico y mítico que durante mucho tiempo ha servido para cohesionar y dar sentido a la sociedad. Pero esa es solo una interpretación, una entre muchas que han surgido a lo largo de la historia y en diferentes religiones.

La verdadera complejidad, y al mismo tiempo la simplicidad, de comprender a Dios radica en entender, como dijo Buda, que "las partes contienen al todo y el todo a las partes". En este sentido, Dios es el todo del cual todos somos parte. Es el vasto océano del que somos pequeñas gotas de agua, fractales de una fuente cósmica y cuántica, que en conjunto forman la Divinidad. Somos parte del "Yo soy", una expresión de la totalidad divina.

¿Cómo conozco a DIOS?

Conocer a Dios no es una tarea complicada, aunque a veces lo parezca. Somos Dios, por lo que solo necesitamos conectar con esa parte divina que ya existe dentro de nosotros. Hablar con Dios puede ser tan sencillo como tener una conversación honesta contigo mismo o con un amigo cercano. Dios no tiene género, pues integra armoniosamente todas las energías en su esencia. Incluso sin palabras, podemos estar en comunión con la divinidad que reside en lo más profundo de nuestro ser.

Conectar con Dios es permitirnos sentir esa energía en cada respiración, en cada pensamiento, en cada acción. Es reconocer que la divinidad no está separada de nosotros, sino que vive y se manifiesta a través de nosotros y de todo lo que nos rodea. Cuando nos permitimos sentir esta conexión, empezamos a ver la vida con una perspectiva más amplia y con propósito, entendiendo que cada experiencia, cada desafío y cada momento son formas en las que la divinidad se expresa y se experimenta a sí misma.

Así, conocer a Dios no es tanto un proceso de búsqueda externa, sino un viaje interior hacia el corazón de nuestra propia existencia, donde encontramos la chispa divina que siempre ha estado allí, esperando ser reconocida.

Reflexión Final

Para cerrar el capítulo sobre DIOS, quiero invitarte a reflexionar sobre el poder y las limitaciones del lenguaje. Las palabras, aunque poderosas, son finitas y tienen sus propios límites. Describen, pero nunca logran capturar completamente lo inefable. Dios, en su esencia más pura, se encuentra más allá de cualquier definición que podamos formular. Es por eso que, en nuestro intento por comprenderlo, el lenguaje se convierte en un límite.

En este sentido, la conexión con Dios no se encuentra en las palabras mismas, sino en los espacios entre ellas, en las pausas, en el silencio. Es en ese "vacío" aparente, donde uno podría pensar que no hay nada, donde realmente reside el todo, listo para ser abrazado. En esos momentos de quietud, donde el ruido del mundo se disipa y la mente encuentra reposo, es donde verdaderamente podemos encontrarnos con lo divino.

La experiencia de Dios, entonces, no es algo que pueda ser capturado en una frase o un concepto, sino algo que se siente, se intuye, se vive. Es en esos instantes de silencio y contemplación, en las pausas que damos entre pensamientos, donde Dios se revela en su forma más pura. Porque en el silencio meditativo, encontramos la verdad más profunda, la conexión más íntima con lo sagrado. Y en ese encuentro, descubrimos que todo lo que hemos estado buscando afuera, siempre ha estado dentro, esperando ser reconocido y amado.



VIVIR LA VIDA SIN REMORDIMIENTOS NI CULPASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora