30 | Extrañándote

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Yuuji nunca había tenido tantas dificultades para levantarse de la cama.

Había mañanas en su dormitorio en las que gemía contra la almohada, hundiendo la cara en su calor mientras se negaba a salir a las 8 de la mañana.

Había mañanas en las que simplemente no podía despertarse: no importaba cuántas veces se restregara los ojos, el sueño estaba ahí para quedarse. A Yuuji no le importaban esas mañanas. En todo caso, significaban más horas de sueño.

Pero Yuuji nunca había sentido este tipo de peso.

Era la mañana de Navidad y la nieve se había amontonado frente a la ventana de su habitación. Fuera, en algún lugar a lo lejos, Yuuji podía oír el leve piar de un pájaro.

Se cubrió la cabeza con el edredón y se envolvió aún más en el calor del sueño.

Aquel pájaro siempre había estado ahí, desde que tenía memoria. Tenía el don de ser ruidoso y odioso por las mañanas, incluso cuando se suponía que se había ido a pasar el invierno.

Si pudiera, Yuuji pegaría a aquel pájaro y lo haría callar para siempre.

Frente a su cama había un reloj de pared. Su tictac era incesante, un crudo recordatorio de que el tiempo seguía pasando, aunque Yuuji no estuviera preparado para afrontar el día.

El tiempo avanzaría, independientemente de si Yuuji estaba preparado para aceptar la realidad.

No lo estaba, así que cuando vio la hora en la pared, que marcaba las 2:35 de la tarde, no se sorprendió.

Dormiría lo que hiciera falta.

Soñaría todo lo que pudiera.

Era mejor que abrir la puerta de su habitación.

Era mejor que tener que responder a las preguntas de todo el mundo.

Y no revisaría su teléfono.

No quería tener que contarles a todos la misma historia una y otra vez.

Ni siquiera podía repetir la historia, sólo una vez, en su cabeza.

Era demasiado doloroso.

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No sabía cuántos días habían pasado. No había revisado su teléfono, ni una sola vez. Sólo salía de su habitación cuando era necesario. Salir cada pocas horas para ir al baño, evitar las miradas preocupadas e interrogantes de su familia, esperar las comidas diarias de su abuelo... todo se convirtió en parte de una rutina miserable.

Sus días consistían en dormir y nada más. Salvo los sollozos ocasionales y las sesiones de autocompasión, no había variación en su día a día. Yuuji dormía, y seguiría durmiendo.

Porque era más fácil consumirse en una falsa realidad onírica que enfrentarse a la verdad que le esperaba justo al otro lado de la puerta de su habitación.

Justo cuando estaba a punto de dormirse una vez más, oyó crujir el picaporte de su puerta. No podía descifrar exactamente lo que sentía. Estaba irritado: ¿quién coño le molestaría ahora? No quería saberlo. Otra parte de él sollozó en cuanto oyó el sonido; seguía afligido, y suplicaba: "Por favor, déjame llorar. Por favor, déjame procesarlo".

Sueño Adolescente - GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora