capítulo 16. Bajo la Sombra de la Torre

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El silencio en los pasillos de Hogwarts fue abruptamente interrumpido por los rápidos pasos de Harry y Ron, quienes intentaban escapar de la abrumadora realidad que los envolvía desde el desayuno. Sus susurros, cargados de preocupación y frustración, se vieron interrumpidos cuando, al doblar una esquina, se encontraron de frente con la imponente figura de la profesora McGonagall. A su lado, Luna Lovegood caminaba con su aire despreocupado y soñador, pero con una mirada perceptiva que no dejaba pasar nada de lo que ocurría a su alrededor.

-Potter, Weasley -la voz de McGonagall resonó con la autoridad que la caracterizaba-, si no tenéis nada mejor que hacer que deambular por los pasillos, os sugiero que ocupéis vuestro tiempo de manera más provechosa. ¿Por qué no os unís a la clase de Pociones Avanzadas en lugar de andar por ahí?

-Profesora, yo tenía pensado ir al campo de Quidditch -murmuró Ron, tratando de evitar ir a la clase.

-Tengo entendido que queréis ser aurores, y esa clase, a la que antes no podíais acceder porque necesitabais unos puntos extra que no conseguisteis con el profesor Snape, ahora está al alcance de vuestras manos.

Harry y Ron intercambiaron miradas de resignación antes de asentir, sin atreverse a contradecir a la profesora. McGonagall, con un leve gesto de cabeza, los condujo hacia el aula de Pociones, donde Horace Slughorn ya había comenzado su lección.

-Por cierto, profesora, ¿por qué Luna viene a la clase? Ella es de un curso inferior al nuestro -preguntó Harry, intentando entender la situación.

-A diferencia de vosotros, el año pasado el profesor Snape le pidió a la señorita Lovegood que asistiera a su clase de Pociones Avanzadas este curso. Dado que el profesor Snape le permitió asistir, he creído oportuno que también asista a la del profesor Slughorn.

El aula de Pociones Avanzadas estaba envuelta en la habitual penumbra, suavemente iluminada por el resplandor de los calderos burbujeantes. El ambiente, denso de ingredientes mágicos y tintineo de frascos, creaba una atmósfera casi mística. Hermione y Draco estaban sentados juntos en una mesa; sus expresiones eran serenas, aunque una tensión sutil se percibía entre ellos. Theodore Nott, por su parte, ocupaba una mesa en solitario, su semblante reflejaba concentración y aislamiento.

McGonagall, tras asegurarse de que Harry, Ron y Luna se acomodaran, se retiró en silencio. Luna, con su habitual tranquilidad, sacó su libro de pociones y se instaló en una mesa vacía. Harry y Ron, sin libros propios, se dirigieron hacia el armario al final del aula. Allí encontraron dos libros de pociones: uno en perfecto estado y otro viejo y desgastado.

-Yo me quedo con el bueno -se apresuró a decir Ron, agarrando el libro en buen estado antes de que Harry pudiera reaccionar.

Harry, resignado, tomó el libro maltrecho, y pronto notó las anotaciones y correcciones que adornaban sus páginas. Aunque inicialmente frustrado, la curiosidad comenzó a ganar terreno al ver la precisión con la que estaban hechas las notas. Decidió sentarse junto a Luna, evitando la cercanía con Theodore, mientras Ron se acomodaba junto a Nott con visible incomodidad.

Slughorn, al notar a los nuevos estudiantes en su clase, los saludó con su característica jovialidad.

-¡Ah, Potter! ¡Qué agradable sorpresa! Espero que disfrutéis de esta sesión. Estamos trabajando en algo muy interesante hoy.

Harry apenas prestó atención a la bienvenida de Slughorn, concentrado en las instrucciones del libro que tenía frente a él. Decidió seguir las correcciones anotadas y, para su sorpresa, la poción comenzó a tomar forma con una precisión y perfección que nunca había logrado antes.

Mientras tanto, Luna observaba a Harry con su característico interés tranquilo. Aunque no dijo nada al principio, la atmósfera de confidencia que siempre compartían pronto los envolvió. Luna, con su percepción aguda y su naturaleza empática, notó la lucha interna de Harry.

Hermione NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora