Capítulo 14

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Capítulo 14: Las cosas que me ahorraría si dejara de ser chismosa



Garganta seca, dolor en las grietas, dolor de cabeza, hambre, gringos, árabes.

¿Qué está pasando? Pues ni idea, Maigualida. Estoy tan desorientada como tú.

Abro los ojos, una luz blanca me encandila, veo borro mientras me siento.

Un cuarto blanco con varias camillas y me doy cuenta que tengo una intravenosa en el brazo.

Yo creo que si me lo explican tres veces no entiendo nada. Quedé virola, turula, etc.

¿Por qué estoy en camilla? ¿Qué pasó anoche? ¿Me desmayé?

Intento quitarme la intravenosa lo que recibo es un sendo corrientazo

—¡Coñosimo de la madre, nojodas! —grito.

En todo el ante brazo me agarra una sensación de adormecimiento, las grietas duelen aun peor y la venda se mancha de algo negro.

No, ya me asusté. ¿Qué es esto?

La puerta se abre y veo a la OMS entrar con su traje de médico y una tabla de notas en la mano.

—Ya estás despierta —dice acercándose, saca un estetoscopio—. Necesito que respires de manera calmada.

Hago lo que me dice.

—¿Qué me pasó?

Porque lo único que recuerdo es ver a Siria hablar y esconderme como si traficara drogas.

—Tuviste qua descompensación, y las grietas siguen agravando más tu salud.

Hora de hacer operación sacar al gobierno para que no me muera y mi gente tampoco.

Pero si anoche no me sentía tan mal. O sea, normal y de repente vengo y me caigo desmayada. Acá hay gato encerrado.

Los desmayos como que me hacen más pensativa vale.

OMS me cambia las vendas manchadas, limpia mis heridas y minutos más tarde ya estoy parcialmente curada.

—Bueno, al parecer todo está bien hasta el momento—Vota las vendas en la cesta—. Puedes salir ya, pero intenta no hacer mucho esfuerzo y no comer cosas pesadas; puede ser una sopa o puré de papas.

¿Qué? ¿Sopita? No mi amor, yo me voy a comer una arepa con full queso y mantequilla o una cachapa con bastante cochino y una frescolita. Vergación de hambre que no me deja ni pensar bien.

—Está bien, muchas gracias.

—Cuídate, y lo digo en serio, cuídate.

Esa última palabra me dio muy mala espina.

Salgo del cuarto y me llevo la sorpresa que me llevo es encontrarme a Colombia, Ecuador, Panamá y España sentados en la sala de espera. Al verme se levantan.

¿Qué hace España acá? De los otros tres si lo creo, pero a él no lo conozco.

A excepción de... El sueño.

—¿Ñaño, estás bien? —pregunta Ecuador— Nos enteramos de que te desmayaste.

—¿Qué pasó? ¿Te sentías mal anoche? —pregunta Panamá.

Siria debe saber algo.

Acá huele a gato encerrado. Acá pasa algo. Yo estoy segura de que me están pasando el guevo por la nariz y ni cuenta me estoy dando.

Venezuela: La lucha por la libertad (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora