Capítulo 18. Parte 1

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Capítulo 18: Enterrar mi cuerpo cerca del mar. Parte 1



Tengo que dejar la flojera y dar un recorrido a la mansión. ¿Por qué no lo hicieron desde el principio? Tantos lugares que tengo que recorrer y no lo he siempre sale una vaina y la calihueva está presente.

Estamos mucho más allá del jardín, ese sitio está como un poco abandonado por como se ve el monte, se ve más atrás un bosque y muy oscuro. Pero se ven las estrellas. Y las mías brillan.

Miro al grupo de personas y una sensación rara se instala en el estómago. Debe ser porque no comí. Pero siento que algo bueno no puede salir de acá.

—¿Qué opinas de esto? —Le pregunto a Cuba, quien todavía me tiene tomada de la mano.

—Pues se supone que es un juego, ¿no? —Me mira. Noto que la parte de su estrella brilla muy poquito— No tienes por qué preocuparte.

Si él lo dice, todo estará bien. ¿Verdad?

Ay, virgen del valle, no dejes que me desmaye.

—¡Parcera! —Grita Colombia atrás de mí, haciendo que brinque y suelte la mano— ¿Qué hubo pues? —Saluda a Cuba y él le responde— ¿Por qué se asusta, mor?

—¿Quién no se asusta con ese madre grito? —respondo sonriente— ¿Cómo has estado?

—Pues todo bien, la verdad ¿y vos? ¿Cómo sigue después del desmayo?

—Pues todo bien la verdad. No es la primera vez que me desmayo.

Ja, como cuando no comí durante tres días seguidos. ¿Cómo seguiré viva?

—¿Cómo que no es la primera vez que te desmayaste? —pregunta Cuba mirándome.

Debo controlar lo que digo.

'—Mi amorsote, lo que pasó en Venezuela se queda en Venezuela. —Sonrío restándole importancia.

Por el rabillo del ojo, más personas vienen llegando y entre ellos está Rusia.

¿Qué sebillo está haciendo acá?

No sé, pero me da mala espina.

Y seguro se preguntan por qué todo me da mala espina. Pues, mi amor, soy venezolana. Eso es toda la respuesta que necesitas escuchar.

—Espérenme un momento, ya vengo —le digo a los dos muchachos mientras me alejo.

Tal vez, le pueda preguntar por el trato que hicimos, aunque nunca me haya respondido. Rusia camina hasta el punto donde comienza la oscuridad del bosque. Hace un poco de frio mientras me acerco.

—Hey, darlinig! —Aparece USA, deteniéndome colocando un brazo en mi cintura— ¿A dónde vas? Ven que el juego ya va a comenzar.

—Mano, ya va tengo que... —Volteo hacia atrás y me doy cuenta que no hay nadie.

Ay chamo.

—Míralo de esta forma, puedes distraerte de toda la locura que te está pasando. —Me mira por unos segundos mientras sus dedos aprietan de fugaz mi blusa— De verdad lo lamento tanto.

Me detengo un viéndolo confundida.

—¿A qué te refieres con eso?

¿Qué ha pasado en Venezuela desde que me fui?

La brisa comienza a rozarme las grietas, siento un ligero dolor.

No sé tú, pero acá siento una mala espina.

—¿No te has enterado? —su rostro parece genuinamente confundido— Fuck. I'm sorry —Mierda. Lo siento— Yo no sabía que aún no sabías.

—¿Saber qué cosa? Pana, mira, si no me dices yo voy a preguntarle directamente a la ONU.

—Okey, bueno —suspira— Unos inmigrantes venezolanos estaban esperando un autobús afuera de un refugio, era un grupo bastante grante, catorce o quince. Un chofer aparentemente drogado o qué se yo. Perdió el control del auto y atropelló a una gran parte de ellos.

No me jodas.

Me están jodiendo.

No.

Mano qué horrible.

Una presión se instala en mi pecho, cierro los ojos un momento. Ellos tienen que estar bien. Son fuertes, son venezolanos.

—Dime que todos están bien. —Mis manos tiemblan y el nudo en mi garganta se apresta.

—Solo dos, el resto quedó aplastado por el auto y luego se dio a la fuga.

¿Por qué duele? No conozco a esas personas, pero duele como si fuera parte de mí.

Me llevo las manos a mi cara, me limpio las lágrimas que amenazan por salir. Miro al gringo que se mantiene cauteloso por mi reacción.

Marico volvió a pasar. Esas personas iban en camino a buscar una mejor vida, algo que yo no puedo hacer. Y mira como terminaron.

Es mi culpa.

Todo esto que pasa es completamente mi culpa.

—Gracias por avisarme. —Mi voz tiembla un poco—. Yo... yo ya me voy a ir, esto me impactó y debería descansar un poco.

Varias vidas se perdieron. Y sin contar todas los que se fueron y nunca volvieron.

—Hey, hey, deberías distraerte un poco. —Coloca sus manos en mis hombros— No te sentará nada bien que vayas a dormir con esa noticia aún fresca.

—USA ya no estoy de humor.

—Míralo de esta forma: puedes aprovechar que vamos a jugar, te distraes y aprovechas para hacer preguntas. Yo sé que las tienes al igual que yo.

No tengo ganas, pero ¿no era a esto a lo que venía? Miro al grupo, todos están tranquilos hablando entre sí. ¿Todos lo sabías y nadie me dijo nada? ¡¿Qué otras cosas saben ellos que yo no?!

Creo que es hora de empezar a avisparme pana. Si todos sabían y nadie me dijo van a seguir viéndome la cara de pendeja.

Ellos no van a ser más arrechos que yo. Soy venezolana y lo único que nos jode es el gobierno, pero más nadie.

Me quito unos pelos de la cara, la brisa todavía me roza mis grietas.

Duele.

—Vos ganás, pero con una condición y más te vale cumplirla sebilluo. —Le apunto con el dedo.

La furia maracucha que se va a prender cuando no haga caso.

—De acuerdo, —asiente— lo que tú quieras.

—Mira vos. Me vas a responder unas preguntas. Y solo te digo que te volvás loco pa' sentarte una coñiza.

Una sonrisa adorna su rostro.

—No tengo ningún problema.

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Buenas noches / días / tardes, genteee! ¿cómo están mis lectores boniticos?

Bueno, pido perdón por el retraso, pero ¿mejor tarde que nunca? Bueno echenle la culpa a corpoelec, en lo que va de semana se ha ido 25 veces y apenas es sábado.

No saben cuanto los extrañé, leo sus comentarios siempre que puedo. Hay tambien una muchacha que es chilena no saben cuanto me emocioné al ver que no solo venezolanos leen mi humilde libro.  Tratenla con mucho amor y respeto, bienvenida hermosa.

Y bueno, se me cuidan mucho mucho, miren feo a los chavistas y mantengan cargados siempre los teléfonos.

Besitos en esas nalgas.

Venezuela: La lucha por la libertad (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora