Capítulo trece: El Ritual del Silencio.
La oscuridad que envolvía el sótano se hizo más densa, cuando una voz resonó en el aire, cortante como el filo de una navaja.
— ¡Basta!— exclamó alguien, una voz desconocida, pero que resonó con la misma malevolencia que aquella que susurraba en mi mente, la voz del demonio que habitaba en lo más profundo de mi ser.
Mis golpes se detuvieron en seco. Solté a Zeke y me erguí con cautela, tratando de descifrar quién era esa mujer que había surgido de la penumbra. Su presencia era como un espectro salido de las sombras, una belleza aterradora. Su cabello, negro como la medianoche, reflejaba la luz de una luna inexistente. Sus ojos grisáceos brillaban con una intensidad inhumana, y sus labios, finos y pálidos, parecían esculpidos por manos divinas. Su figura esbelta emanaba una perfección inquietante, un contraste brutal con la brutalidad de aquel sótano.
— ¿Quién es usted?— Mi voz salió en un susurro temeroso, casi inaudible. Ella no respondió. Con un aire de elegancia letal, caminó hasta el cuerpo de Zeke, que yacía en el suelo, intentando incorporarse torpemente.
— No lo mates,— murmuró la mujer, su voz suave como el terciopelo, pero cargada de una autoridad que no podía ser cuestionada. — No mereces ensuciar tus manos de esta forma.— Con una facilidad aterradora, levantó a Zeke como si fuera un simple saco de patatas, colgándolo sobre su hombro. — Si deseas que muera, yo me encargaré, pero tú... tú, mi pequeña niña, no eres esto. No mereces esto.
La observé salir del sótano, dejando un rastro de silencio y confusión. Nada de lo que acababa de ocurrir tenía sentido, pero no tuve tiempo de reflexionar. Un golpe seco en la cabeza me hizo caer de bruces al suelo. El mundo se desvaneció en un instante de dolor y oscuridad.
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— Mikasa…— una caricia suave en mi mejilla me despertó. Entreabrí los ojos, desorientada, para encontrarme en un escenario tan extraño como aterrador. Estaba amarrada a una silla de madera, incapaz de moverme. Frente a mí, la misma mujer de antes me observaba con una mezcla de serenidad y autoridad.
— Estamos aquí para una pequeña reunión,— dijo con una sonrisa enigmática.— Hemos llegado a un acuerdo.— Su voz era dulce, casi hipnótica, una melodía que contrastaba con lo grotesco de la situación.
Miré a mi alrededor, el pánico creciendo en mi interior. Zeke estaba amarrado a una silla, aún inconsciente. Hange y Eren estaban en la misma situación, con ojos llenos de miedo. Levi, sin embargo, parecía ajeno a todo, perdido en sus pensamientos.
— ¿Acuerdo? — mi voz tembló al pronunciar la palabra. Intenté liberarme, pero las cuerdas eran demasiado fuertes. "¡Hoy es el día de secuestrar a Mikasa!" pensé con una mezcla de sarcasmo y terror.
La mujer se acercó a Levi, su expresión cambiando a una mezcla de orgullo y frialdad.
— Como pueden ver, están en el comedor del futuro Rey vampiro, Levi Ackerman,— anunció, señalando a Levi. — Mi hijo heredará la corona, y para ello necesita una reina.— La revelación me dejó helada. ¿Levi era el hijo de esta mujer? ¿De esta… cosa?
— Mikasa, querida, tú serás la nueva reina que servirá a este hermoso pueblo. ¡Por los futuros reyes! — Brindó con una copa que no supe de dónde había salido. De alguna forma, una mano de cada uno de nosotros se liberó, y todos nos vimos forzados a beber, incluidos Eren y Hange.
— Pero antes,— continuó la mujer con una sonrisa siniestra, — La reina vampira no puede tener un demonio dentro de sí.— Su tono era tan afilado como la daga que de repente apareció en su mano. Las sonrisas diabólicas de los presentes me hicieron comprender que no había escapatoria. Habían venido a por mí, a sacar el demonio que habitaba en mi interior.
Levi no hacía nada, no reaccionaba, ni siquiera me miraba. ¿Acaso él estaba de acuerdo con todo esto? ¿Podría realmente hacerme esto? El pánico me envolvió mientras con un simple movimiento de su mano, la mesa quedó despejada, y las cuerdas que nos ataban desaparecieron. Antes de que pudiera reaccionar, fui atada de nuevo, esta vez a la mesa, boca arriba, obligada a mirar un candelabro que colgaba sobre mí, su luz débil, parpadeante, como la última esperanza de salvación que se desvanecía.
— Por favor, no…— Susurré, pero mis súplicas cayeron en oídos sordos. Manos frías y morbosas arrancaron mis ropas, exponiendo mi cuerpo a la fría y cruel realidad de lo que estaba por suceder. Todos los ojos estaban puestos en mí, y entre ellos, los de Levi, vacíos, indiferentes.
Con desesperación, busqué con la mirada algún objeto que reflejara mi imagen, buscando el último rastro del demonio que podría salvarme. Finalmente, mis ojos se posaron en un pequeño espejo dorado. Justo cuando estaba a punto de verlo, una mano helada se posó en mi mentón, forzándome a mirar hacia adelante, evitando que pudiera girar la cabeza.
La daga se deslizó por mi piel, rasgando mi carne con una precisión cruel. Un quejido escapó de mis labios mientras la sangre empezaba a correr, tiñendo mi cuerpo de rojo. Mis ojos se encontraron con los de Levi, suplicando en silencio por una compasión que nunca llegó.
— ¿Nos harías el honor?— la mujer ofreció la daga a su hijo. Levi la tomó con manos temblorosas, su mirada llena de conflicto. Sentí el frío del acero contra mi piel una vez más, pero justo cuando pensé que todo estaba perdido, algo cambió en su expresión.
Levi hizo lo inimaginable...
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He Is Dangerous. (Rivamika) REMAKE y FINALIZACIÓN.
Fanfic-¿Quién es él? -pregunté, sintiendo un nudo de curiosidad en el pecho. -Mira, mi linda azabache de tez blanca -respondió el chico rubio, inclinándose hacia mí con un susurro-. Solo tengo una cosa por decirte: él es peligroso. Mis ojos se desviaron h...