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Observó por última vez aquella casa, ese lugar que tenía tantos recuerdos de su matrimonio. Ahora, con sus maletas en mano estaba con la mirada perdida por largos segundos al recordar el engaño de su esposo.

Suspiró profundamente cerrando sus ojos por unos instantes. Al abrirlos una lágrima cayó suavemente.

- Estoy más que seguro que me vas a extrañar. Pero... no todo fue malo. ¿Qué nos pasó? Aún esa pregunta retumba en mi. Gracias por los buenos momentos. - suspiró - Adiós Moonbin - exclamó alto para sentir que estaba cerrando esa etapa de su vida.

Giró arrastrando sus maletas caminando hacia la esquina de la cuadra. Había llamado a Myungjun su querido amigo. No dio muchas explicaciones simplemente pidió si podía buscarlo y este le dijo que su esposo pasaría por él ya que estaba de guardia hasta las nueve.

En su mundo oscuro y de tristeza caminó tal cual sonámbulo. Se detuvo y esperó. No supo que tanto, simplemente salió de su letargo cuando unos brazos lo sacudía algo brusco.

- Dongmin por favor... ¡Dongmin!

Reconoció a la persona. Park Jinwoo estaba con un semblante pálido, preocupado y hasta asustado observándolo.

- ¿Qué pasa Jinjin?

- Eso te pregunto a ti. Llegué y te llamé, estabas ido y llorando.

- ¿Llorando? - se pasó sus manos por el rostro y restos de lágrimas estaban ahora en sus manos. Ni cuenta se dio al perderse en sus pensamientos.

- ¡Qué pasó? ¿Por qué estás así?

El azabache le miró triste. Sea lo que haya pasado no era nada bueno.

Temió por lo peor. El hombre frente a él estaba destrozado. Lo entendió. Sabía que tarde o temprano todo se descubriría.

- Solo sácame de aquí Jinjin, quiero irme... quiero olvidar... - sus palabras se escucharon tan sentidas a punto nuevamente de quebrarse y llorar. El corazón del contrario se estrujó.

- Dongmin entonces...

- Solo vayámonos ¿si?

No le preguntó más. Ya sabía que el azabache había descubierto todo.

Le abrazó. El cuerpo de su amigo se estremeció y rompió a llorar. Jinjin se mordía el labio tratando de controlar la rabia que crecía dentro de su ser.

- Maldita sea Monnbin, no mereces perdón por lo que haz hecho - se dijo internamente.

Le ayudó a a meter las maletas en el auto y partieron. Al llegar quince minutos después a su casa le llevó a la habitación de invitados. Dongmin estaba en un trance, simplemente se sentó en silencio en un pequeño sofá y se perdió en sus pensamientos.

Me Vas a ExtrañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora