4. La vida pone en jaque a sus dos peones

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Please, I've been on my knees

change the prophecy, don't want money

just someone who wants my company

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4. La vida pone en jaque a sus dos peones. 

La luz del sol empezaba a calentar la ventisca helada que dejó la huida de aquella chica misteriosa.

¿Quién era?, se preguntó durante la mitad de la noche, sentado sobre aquel muelle donde ella lo había tirado. ¿Qué era? se preguntó el resto de la noche, tocando la zona herida de su labio. Definitivamente, no era humana, la fuerza, destreza, la manera en que se paró frente a él no era digno de un humano. Había investigado desde las sobras a los ladrones de la piedra, había escuchado cientos de historia, leyendas y cuentos sobre ellos a tal punto de conocerlos un poco. Así que estaba seguro que, quien le había dado una paliza, no pertenecía a ese sector.

Sin embargo, durante los últimos minutos, su mente solo repetía una sola cosa, solo escuchaba una sola voz y no era la de él mismo.

"Espero no volver a verte"

Y es que él, por algún motivo que le era imposible de explicar, él esperaba todo lo contrario, pese a que sus sentidos le advertían que era arriesgado, pese a que Balto su lobo más fiel le advertía que era muy peligroso. Nadie podía culparlo, se había criado junto a su manada en las profundidades del bosque, rodeado de animales salvajes, cazadores furtivos, una hermana y una mejor amiga salvaje... la cuestión es que el peligro estaba impregnado en su vida.

Se mojó el rostro con las aguas de aquel lago, borrando la sangre seca de su labio inferior.

"Irónico" pensó, rodando los ojos "Ella invade mi bosque, ataca primero y, mientras me olvida, yo la recordaré cada vez que me mire mis propios labios" ... odiaba sentir que sus labios ya no le eran suyos. Sin embargo, lo que él no sabía era que, desde hacía rato ella no podía olvidarse de él.

La inquietud se prolongaba como una fea enfermedad que mataba su cuerpo mientras más se alejaba del lago, mientras más se acercaba a su manada.

—¡Wyatt!

Su idea era pasar inadvertido, pero no contaba que Will, uno de los pequeños de la manada, lo estaría esperando.

—¿Encontraste lo que buscabas en el bosque? ¿Comiste? ¿Balto comió? ¡Balto, ven, te ayudaré a cazar! —El niño salió corriendo, pero a los pocos pasos giró sobre sus talones y volvió a Wyatt, dejando un gran abrazo—. Te extrañé. Pensé que te habías debilitado como el resto.

—Tranquilo, estoy bien.

Y el niño se alejó dando saltitos, ajeno a los miedos internos de todos, a esa ansiedad que carcomía la esperanza de una manada que luchaba por no caer. A veces, Wyatt deseaba volver a ser un niño, cargar esa ignorancia inocente y no temer, no soñar con las perdidas.

𝕽𝖔𝖒𝖕𝖊𝖗 𝕰𝖑 𝕮𝖆𝖓𝖔𝖓 -Wyatt LykensenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora