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El día tan menos esperado había llegado.

Parecía como si el clima realmente hubiera estado de acuerdo con que aquella ceremonia se llevará a cabo pues en lo alto el sol brillaba de forma agradable, había nubes y no hacía calor.

Jay estaba observando ese bonito traje color negro que había sido confeccionado a su medida. Dió un largo suspiro antes de ponerse de pie y caminar hasta la ventana donde corrió un poco la cortina y observó como el jardín trasero estaba completamente adornado con flores blancas y pétalos regados por el césped. Aunque era una boda por el civil su madre se había encargado de organizar algo grande e invitar a muchas personas, también se las había arreglado para que todo fuera en su casa.

Caminó hasta la puerta y asomó la cabeza comprobando que no hubiera nadie en el pasillo y salió de la habitación corriendo por este. Sabía que Yuna estaba en la última habitación, había escuchado a su madre decirlo. Cuando abrió la puerta las voces dentro le confirmaron que era la habitación correcta.

- ¡Jay ¿Qué haces aquí?!- exclamó una de las mujeres que estaba ayudando a Yuna a prepararse y al parecer la única que se encontraba ahí dentro en ese momento.

El chico le dió una mirada rápida y después sus ojos se posaron en Yuna quien trataba de cubrirse vagamente con los cojines del sillón. Jay sintió pena porque Yuna realmente lucía hermosa en ese vestido, pero aún si parecía tan irreal como sacada de un cuento de hadas Jay no quería dar el siguiente paso.

- Sal de aquí, chico- la mujer se acercó a él-. Ve a ponerte tu traje, no debes ver a la novia antes de la boda

Los ojos de Jay y los de Yuna se encontraron, cualquiera pensaría que era una simple mirada, pero ambos habían comprendido varias cosas con tan solo ver los ojos del otro. Segundos después vió como Yuna dejaba los cojines de lado sin preocuparse más por cubrir su vestido.

- ¿Me puedes traer agua? Por favor- habló Yuna dirigiéndose a la mujer-. Y no lo saques. Está bien si se queda.

Después de dudarlo la mujer salió de la habitación dejando a la joven pareja solos.

- No vas a cambiarte ¿Cierto?- preguntó ella con un tono asombrosamente tranquilo mientras tomaba asiento.

- No- Jay confesó caminando hasta el sillón y sentandose a su lado.

- Nunca pude competir contra él ¿eh?

Jay sintió su pecho oprimirse. Ahora era más consciente de que le había causado daño a Yuna y sentía la necesidad de remediar aquello. Porque aunque no fue su culpa, Jay no podía evitar pensar que sí. Buscó la mano de la chica quien accedió a entrelazar sus dedos con los del chico.

- No quiero que después de hoy todos te recuerden como la chica a la que dejaron plantada.

- Que considerado- rió un poco sin ganas.

Jay tomó aire. Ambos miraban un punto fijo al frente de ellos aunque ahí no hubiera nada más que una pared con un cuadro colgado.

- Vete- por fin habló ella después de unos largos segundos-. Vete antes de que lleguen todos y te vean.

- ¿Estás segura?- la miró y ella asintió-. ¿Qué hay de tí?

- No lo sé. Trataré de distraer a tu madre para que no te siga, tal vez- le sonrió.

Jay quiso decir algo más, pero simplemente no pudo. ¿Por qué sentía culpa? ¿Por qué se sentía egoísta por pensar en él y en su felicidad? Después de todo estaba intentando evitar que Yuna se casará con alguien que no le correspondía, JiHyo le había dicho, hace meses, que si no era feliz en su matrimonio no esperara poder hacer feliz a esa persona. Y Jay lo había comprendido a la primera, porque cuando se imaginaba junto a la chica haciendo algo tan sencillo como compartir el desayuno tenía ganas de llorar.

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