Treintaicinco

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— Basta, no quiero más, no.

Repetía Rodrigo mientras estaba sentado en el suelo, tapándose la cara con frustración, Iván estaba abrazándolo fuertemente tratando de calmarlo.

Había empezado un tiroteo, estaban atrás del colegio tratando de esconderse.

— Tengo miedo Iván, abrazame.

Le repetía, aunque Iván no podía abrazarlo más, ya lo estaba haciendo con todas sus fuerzas mientras también trataba de mantener la calma aún escuchando gritos y estruendos fuertes.

Ambos escuchaban ese incómodo sonido fuerte, que ya no distinguían al estar aturdidos, y no se movieron de su lugar hasta que escucharon a alguien acercarse.

Iván se levantó, viendo para todos lados, Rodrigo susurró un par de cosas inaudibles aún sentado, suponiendo que decía que se escondiera.

Iván se pusó frente a Rodrigo, como si lo estuviera tapando, cuando vieron a un hombre con un arma, estaba corriendo, pero se detuvo al verlos.

— ¡Ya te vi hijo de puta!

Le gritó desde afuera, yendo rápidamente hacia donde se encontraba Iván, el pelinegro solo le hizo una seña a Rodrigo para que se escondiera, moviéndose un poco para atrás quedando menos a la vista.

Iván fue hacia otra habitación de aquel lugar quemado, haciendo que el sujeto quedara perdido, y cuando menos se lo esperó, Iván le pegó con un fierro que encontró por la cabeza, desde atrás, dejandolo inconsciente.

— Veni Ro, no veas eso.

Le susurró Iván soltando el fierro mientras tomaba a Rodrigo de la mano, yéndose por la parte de atrás, quedando directamente en la calle.

— ¿Estás bien?

Le preguntó Iván, Rodrigo no había hablado mucho desde todo lo que había pasado, pero lo entendía, el tampoco hablaría cuando están tan cerca de morir.

— Si, no sé.

— Vámonos a casa.

Dijo tomándolo de la mano de nuevo, aunque con cada paso que daba sentía una sensación extraña. Hasta que cerró sus ojos y cuando los volvió a abrir, estaba en el mismo hospital de antes.

No entendía nada ¿Donde estaba Iván?

De pronto su madre apareció, mirándolo con una expresión preocupada, solo tenía recuerdos borrosos de cuando se había metido a la tina.

Le parecía injusto seguir vivo.

Pero él ya se sentía muerto, era difícil de explicar, ojalá estuviera Iván acá.

Él lo entendería, siempre lo entendió como nadie lo hacía.

Deseaba con todas sus ganas haberse escondido esa vez, haberse salvado y así tal vez, tendría la oportunidad de estar con Iván una vez más.

Su cabeza daba miles de vueltas, y todos eran poemas, suponía que Iván quería hacer acto de presencia en su cerebro, haciendo que todas sus frases rimaran como aquellos cuadernos que tenía guardados hace rato.

Hablando de cuadernos ¿Dónde estaban los cuadernos de Iván? Sabia que tenía Miles de poemas que decían su nombre.

Pero tampoco sabía si Iván seguía vivo, no sabía nada ni quería saberlo.

Todo era tan confuso que le costaba estar despierto.

— ¿Que pasó amor?

Le preguntó su mamá mientras la voz se le volvía cristalina, pero Rodrigo no sintió mucha pena como siempre lo hacía, no sabía porque, suponía que ya había sentido todo el dolor que le quedaba por experimentar en unos años más.

— No sé, no entiendo. Extraño a Iván.

No sabía que extrañaba de él, aunque sea lo malo o lo bueno, tener su presencia de por si era un regalo que no volvera a disfrutar nunca más.

No, no sabía si Iván estaba muerto.

No, él no quería seguir vivo.

— ¿Dónde está Iván?

Está vez Rodrigo hizo una pregunta, hace mucho no hacía una, su mamá no contestó.

— Pronto te van a traer el almuerzo ¿Bueno?

— No quiero comer.

— Tenes que comer, hace mucho no lo haces.

— Si uno no come se muere, y yo estoy vivo.

Dijo, le frustraba tener que comer, las calorías y grasas no le hacían mucha gracia.

Su madre salió de la habitacion suspirando, cerró los ojos. Sintió unas manos en su cara, así como las manos de Iván, eran igual de suaves.

No quería abrir los ojos, no quería que Iván desapareciera.

— Mírame Ro, te quiero ver.

Le pidió Iván, pero no era Iván.

O eso creía Rodrigo, que tampoco sabía si seguía vivo.

— No quiero, no quiero nada.

Pero después sintió los labios de Iván sobre los suyos, eran tan suaves como los recordaba.

— Tenes que estar bien, a mí no me gusta verte así ¿Sabes? Me siento culpable

— Sos culpable, me dejaste solo.

Reclamó mientras se sentaba y lo miraba, de brazos cruzados, Iván estaba parado frente a él, se ve bonito, pensó Rodrigo.

— No te quise dejar solo, no me hables así, te extraño mucho.

— Volvé entonces.

— No puedo, me gustaría hacerlo, pero es medio raro renacer ¿Entendes?

— Pero yo también te extraño.

Dijo Rodrigo, no entendía mucho de la conversación, pero le gustaba escuchar la voz de Iván.

Se volvieron a besar, con lentitud, solo un par de piquitos.

— Ya me tengo que ir.

Susurró Iván entre labios y besos, Rodrigo negó con la cabeza mientras lo abrazaba del cuello fuertemente.

— No te vayas tan rápido.

— En un ratito te vengo a ver, te lo juro.

El castaño susurró, dándole un último beso e Iván desapareció. No entendía si esto era producto de su imaginación o si tal vez era de verdad Iván haciendo presencia una vez más.

Pero disfrutaba verlo, no disfrutaba estar vivo.

No quería estar vivo.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando vió a una enfermera con una bandeja, un plato de sopa que no comería.

— Gracias.

Le dijo, porque aunque su comida pareciera vómito igual tenía que agradecer, seguro que la enfermera no había descansado bien, él tampoco.

Tenía ganas de irse, de ver a Iván de nuevo, de fumar y correr, aunque no le gustaba correr ni fumar, quería ver a Iván.

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⏰ Última actualización: Aug 12 ⏰

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Persiana Americana ! RodriVan (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora