Prólogo.

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Desde que era niño, su familia le había inculcado la firme creencia de que el Alfa debía estar con el Omega. Casarse, tener hijos, formar una familia sólida y, luego, transmitir esta misma creencia a la siguiente generación: ese era el ciclo correcto, uno que todas las castas, especialmente las de clase alta, debían respetar sin excepciones.

Pero, ¿quién realmente dictaba estas normas? ¿De verdad estaba tan mal visto enamorarse de alguien de una casta distinta a la de un Omega? En su momento, estas preguntas lo atormentaron profundamente, y desearía no haber sido tan curioso al respecto.

Quizá, si no hubiera indagado tanto, habría podido quedarse junto a la persona que realmente amaba, aunque este nunca lo supiera.

Sin embargo, la vida rara vez es tan sencilla, y se encargó de recordárselo a cada maldito segundo desde que dejó Karmaland atrás, junto con el hombre que consideraba su alma gemela.

¡Cásate con mi prometido!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora