Un nuevo horizonte

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La casa de Tony estaba ubicada en una calle tranquila, bordeada de árboles que comenzaban a perder sus hojas con la llegada del otoño. El viento fresco traía consigo un aroma a madera y tierra húmeda, señales inconfundibles de que el verano había quedado atrás. Tony empujó la puerta principal y dejó caer su mochila en el suelo del vestíbulo.

—¡Ya llegué! —gritó, aunque la casa estaba en su mayoría silenciosa.

—En la cocina, Tony —respondió la voz familiar de Beth, su hermana mayor.

Tony caminó hacia la cocina, donde encontró a Beth preparando la cena. Ella tenía el cabello castaño recogido en una coleta desordenada, y sus ojos verdes brillaban con la energía inagotable que siempre parecía tener.

—¿Cómo estuvo la escuela? —preguntó, sin apartar la vista del sartén.

—Lo de siempre —respondió Tony, encogiéndose de hombros, mientras se servía un vaso de agua.

Beth levantó una ceja, como si pudiera leer algo más allá de sus palabras. —¿Seguro? Pareces un poco… distraído.

Tony bebió un sorbo de agua, tratando de pensar en cómo describir su día. Había sido extraño, pero no malo. De alguna manera, la presencia de Stan había sacudido su rutina diaria, algo que normalmente habría encontrado molesto, pero en este caso, solo lo dejaba pensativo.

—Tenemos un chico nuevo en clase —dijo finalmente—. Se llama Stan. La profesora me pidió que lo ayudara a adaptarse.

—Oh, ¿un nuevo amigo? —Beth sonrió, claramente divertida—. Eso suena bien. No es frecuente que traigas a alguien nuevo a casa.

—No es un amigo —corrigió Tony, aunque sin convicción—. Solo lo estoy ayudando.

Beth dejó de cocinar y se volvió hacia él, apoyándose en la encimera. —Vamos, Tony, está bien si haces amigos nuevos. Además, no te vendría mal socializar un poco más.

Tony puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar sonreír ligeramente. Beth siempre había sido la sociable de los dos, la que tenía un círculo amplio de amigos y parecía conocer a todo el mundo. En cambio, él prefería la tranquilidad, su pequeño mundo de bocetos y libros.

—No sé, Beth. Es diferente. Stan es… —Tony se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. Es amable, y creo que será fácil llevarse bien con él.

Beth le dio una mirada comprensiva. —Eso suena como un buen comienzo. ¿Por qué no lo invitas a cenar un día? Me encantaría conocerlo.

—Tal vez —murmuró Tony, no del todo seguro de cómo se sentiría Stan acerca de una invitación así.

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Al día siguiente, la rutina de la escuela transcurrió de manera similar, pero con una diferencia notable: Tony se encontró buscando a Stan en cada cambio de clase, y más de una vez sus miradas se cruzaron en el pasillo. Stan siempre le sonreía, una sonrisa que Tony comenzaba a esperar.

Durante el recreo, Tony se dirigió al patio trasero de la escuela, un lugar donde solía pasar el tiempo a solas. Sin embargo, esta vez, al llegar, vio a Stan sentado en uno de los bancos, con un libro en las manos. Tony vaciló por un momento, pero luego decidió acercarse.

—Hola —saludó Tony, un poco incómodo.

Stan levantó la vista y su sonrisa habitual apareció de inmediato. —¡Tony! ¿Quieres sentarte?

Tony asintió y se sentó junto a él, notando el título del libro que Stan sostenía. Era un volumen de poesía, algo que no esperaba.

—¿Te gusta la poesía? —preguntó Tony, sorprendido.

—Sí —admitió Stan—. Hay algo en las palabras que me gusta… cómo pueden decir tanto con tan poco.

Tony asintió, aunque no era un gran lector de poesía. Prefería las novelas gráficas y los cómics, donde las imágenes contaban tanto como las palabras. Pero había algo en la manera en que Stan hablaba que despertaba su curiosidad.

—Mi hermana Beth quiere conocerte —dijo de repente, sin saber por qué sentía la necesidad de mencionar eso.

—¿Beth? —Stan lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad—. ¿Me hablas de ella?

Tony se sintió un poco avergonzado. —Bueno, ella es bastante sociable, y cuando mencioné que te estaba ayudando, sugirió que te invitara a cenar algún día.

Stan sonrió, su expresión suavizándose. —Eso suena bien. Me encantaría conocer a tu hermana.

Tony asintió, sintiendo un ligero alivio. La idea de que Stan se integrara en su vida más allá de la escuela comenzaba a parecerle cada vez más natural, aunque no entendía completamente por qué. Había algo en la compañía de Stan que hacía que Tony se sintiera diferente, más abierto a explorar cosas que antes habría dejado de lado.

A medida que los días pasaban, la conexión entre Tony y Stan creció de forma sutil pero constante. La presencia de Beth, con su carácter extrovertido y afectuoso, solo serviría para reforzar los lazos que ambos estaban comenzando a forjar, sin que aún fueran conscientes del rumbo que tomarían sus sentimientos.

El viento de otoño seguía soplando, pero para Tony, algo más que las estaciones estaba cambiando.

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Love drives you insaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora