El otoño avanzaba rápidamente, y con él, las tardes se acortaban, dejando que la oscuridad cayera sobre la ciudad antes de lo acostumbrado. En la escuela, la rutina diaria se volvía más soportable para Tony gracias a Stan, cuya presencia había pasado de ser una novedad a convertirse en una parte esencial de su día. Sin embargo, algo más profundo estaba comenzando a cambiar en la relación entre ambos.
Habían pasado algunas semanas desde que Stan llegó a la escuela, y aunque las cosas parecían haber fluido con naturalidad entre ellos, Tony comenzó a notar ciertos matices en sus interacciones. Stan, a pesar de su carácter amable y su constante disposición a compartir con Tony, tendía a dejarse guiar. Tony, por su parte, se encontraba tomando decisiones sin siquiera pensarlo: dónde se sentarían, qué harían después de clase, e incluso sobre temas más personales.
Fue en una de esas tardes, mientras caminaban juntos de regreso a casa, cuando Tony se dio cuenta de cómo había evolucionado su dinámica. El viento frío les obligaba a caminar más rápido, y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies llenaba el silencio entre ellos.
—¿Quieres venir a mi casa hoy? —preguntó Tony, deteniéndose de repente. Había sido más una afirmación que una pregunta, algo que Stan notó de inmediato.
—Claro —respondió Stan sin dudarlo, sonriendo de manera dócil—. Me encantaría.
Tony asintió, y continuaron caminando. No era la primera vez que Stan aceptaba una de sus propuestas sin mostrar el más mínimo signo de resistencia, pero esta vez, Tony comenzó a pensar en lo que eso significaba. Stan parecía confiar en él de una manera que nadie más lo había hecho antes, y esa confianza lo hacía sentirse... poderoso, en cierto modo. No de una manera opresiva, sino como si tuviera el control de algo valioso.
Cuando llegaron a la casa, Beth los recibió con una sonrisa amplia, emocionada por la oportunidad de conocer mejor a Stan. Mientras ella preparaba algo para beber, Tony y Stan se acomodaron en la sala de estar, donde el ambiente se sentía cálido y acogedor.
—Esta casa es genial —dijo Stan, admirando las fotografías y los cuadros que decoraban las paredes.
—Gracias —respondió Tony, observando a Stan con más atención de la habitual. Había algo en la manera en que Stan se movía, en su disposición a seguir el liderazgo de Tony, que comenzaba a encender un sentimiento diferente en él.
Beth apareció en la sala con un par de tazas de té caliente y se sentó junto a ellos, haciendo preguntas triviales sobre la escuela y la vida de Stan. Tony se mantuvo en silencio, dejando que la conversación fluyera, pero notó cómo Stan respondía con una ligera timidez, siempre buscando la aprobación de Tony con la mirada antes de decir algo. Era un gesto sutil, pero uno que Tony no podía ignorar.
Después de un rato, Beth se excusó, dejándolos solos en la sala. Tony se recostó en el sofá, mientras Stan se acomodaba en una esquina, sosteniendo su taza con ambas manos.
—Te llevas bien con Beth —comentó Tony, observando cómo Stan se relajaba.
—Sí, es muy amable —respondió Stan, sonriendo—. Ahora entiendo por qué hablas tanto de ella.
Tony sonrió de vuelta, pero había algo más que quería saber. Decidió ser directo, como siempre hacía cuando algo le interesaba.
—Te has adaptado bien a todo esto —dijo Tony, fijando sus ojos en Stan—. A la escuela, a mí, a todo. Pareces... cómodo.
Stan lo miró, y Tony pudo ver cómo sus mejillas se teñían de un leve rubor. —Es que me siento bien aquí. Contigo, quiero decir.
Tony notó cómo las palabras de Stan salían con una sinceridad que lo desarmaba. Había algo en esa vulnerabilidad, en la disposición de Stan a seguir su liderazgo sin cuestionamientos, que despertaba en Tony un impulso protector y dominante. Sin pensarlo, se movió hacia él, acortando la distancia que los separaba.
—¿De verdad? —preguntó Tony, su voz más baja, casi susurrante.
Stan asintió lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de incertidumbre y expectativa. —Sí, Tony. Confío en ti.
Tony sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo. Nunca había experimentado una conexión tan inmediata y clara con alguien, una que lo hacía querer más, explorar esos límites que Stan parecía estar dispuesto a ceder.
—Entonces, déjame cuidar de ti —dijo Tony, con una firmeza suave, pero indudable—. Déjame llevar esto... lo que sea que esté pasando entre nosotros.
Stan mantuvo la mirada en Tony por un momento que pareció durar una eternidad, antes de asentir de nuevo, esta vez con más convicción.
—Está bien —susurró Stan—. Estoy bien con eso.
Tony se acercó un poco más, sintiendo la creciente intimidad que los envolvía. Era un sentimiento que apenas estaba comenzando a explorar, pero sabía que, en esa dinámica, él quería ser quien guiara. Y Stan, con su naturaleza sumisa y su confianza inquebrantable, parecía estar listo para dejarse llevar.
En ese momento, el sonido de la puerta principal interrumpió el ambiente cargado de emociones. Beth entró, rompiendo el hechizo que se había formado entre ellos. Stan se enderezó rápidamente, y Tony retrocedió, aunque la conexión que acababan de compartir quedó flotando en el aire, sin desaparecer del todo.
—¡Tengo que irme! —dijo Stan, poniéndose de pie con una sonrisa nerviosa—. Gracias por todo, Tony. Nos vemos mañana.
—Claro —respondió Tony, aún sintiendo el pulso acelerado—. Nos vemos mañana.
Mientras Stan salía de la casa, Tony se quedó en la sala, con la mente llena de pensamientos. Algo había cambiado entre ellos esa noche, algo que ya no podía ignorar. Stan era especial, no solo por quién era, sino por lo que le hacía sentir. Y Tony, más que nunca, estaba dispuesto a explorar lo que eso significaba, tomando el control, como siempre había hecho, pero esta vez en un terreno nuevo y desconocido.
Una parte de él sabía que no sería fácil, pero otra, la más fuerte, estaba ansiosa por descubrir hasta dónde podría llegar con Stan a su lado.
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Love drives you insane
RomanceStan y Tony tendrán un encuentro cliché pero encantador aunque con unos tropiezos de por medio..