Confesiones en los pasillos

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El sol brillaba intensamente a través de las ventanas de la escuela, proyectando sombras alargadas en los pasillos. Los estudiantes se movían de un lado a otro, ocupados con sus propias vidas, mientras Beth buscaba a Stan. Finalmente, lo encontró cerca de su casillero, organizando sus libros con un aire pensativo.

Beth se acercó lentamente, dudando por un momento antes de dar el paso definitivo.

—Hola, Stan —saludó con una sonrisa, tratando de sonar casual.

Stan levantó la vista y le devolvió la sonrisa, aunque había un leve rastro de preocupación en su rostro. —Hola, Beth. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias —respondió Beth, acercándose un poco más—. En realidad, quería hablar contigo sobre algo… importante.

Stan frunció el ceño ligeramente, pero asintió, cerrando la puerta de su casillero. —Claro, dime.

—Es sobre Tony —empezó Beth, observando la reacción de Stan al mencionar el nombre de su hermano—. He notado que últimamente ustedes dos han estado muy… cerca.

Stan sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. No había hablado con nadie sobre sus sentimientos hacia Tony, y ahora se sentía atrapado entre la necesidad de ser honesto y el miedo a lo que eso podría significar.

—Sí… hemos pasado mucho tiempo juntos —admitió Stan, intentando mantener su voz estable.

Beth lo miró con curiosidad, inclinando ligeramente la cabeza. —¿Y qué sientes por él? Quiero decir, ¿cómo te sientes cuando estás con él?

Stan bajó la mirada, sintiendo que el rubor subía a sus mejillas. No era fácil poner en palabras lo que sentía por Tony, especialmente cuando esos sentimientos lo habían tomado por sorpresa.

—Me gusta, Beth —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Me gusta mucho. Pero… tengo miedo. No quiero arruinar lo que tenemos. Y no estoy seguro de cómo manejar todo esto.

Beth asintió lentamente, procesando las palabras de Stan. Puso una mano reconfortante en su hombro y le dio un apretón suave.

—Es normal sentir miedo, Stan. Pero creo que deberías confiar en lo que sientes. Tony es un buen chico, y si ustedes dos están destinados a estar juntos, encontrarán la manera de que funcione.

Stan la miró, agradecido por sus palabras de apoyo. —Gracias, Beth. Solo… quiero ser sincero con él, pero no sé cómo empezar esa conversación.

Beth sonrió con calidez. —Solo sé honesto. Habla con él como lo harías con un amigo, y deja que las cosas sigan su curso. Creo que te sorprenderás de lo bien que podría salir.

Stan asintió, sintiendo que algo de la tensión en su pecho comenzaba a desvanecerse. —Tienes razón. Gracias por escucharme, Beth. De verdad.

—Para eso están los amigos —respondió Beth, dándole un pequeño golpe amistoso en el brazo—. Y si necesitas hablar más, ya sabes dónde encontrarme.

Con una sonrisa, Stan asintió nuevamente antes de despedirse de Beth y dirigirse a su próxima clase. A lo largo del día, no pudo evitar pensar en su conversación, sintiéndose más reflexivo que de costumbre. Aunque todavía tenía dudas y miedos, también sentía una nueva determinación creciendo dentro de él. Sabía que no podía seguir evitando lo que sentía por Tony; era hora de enfrentar sus emociones y ser honesto con él.

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El día continuó, y aunque Stan estaba inmerso en sus clases y deberes, su mente seguía volviendo una y otra vez a Tony. El miedo a lo desconocido seguía ahí, pero con él también había una esperanza tenue, la posibilidad de que quizás, solo quizás, todo saldría bien si se atrevía a abrir su corazón.

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Love drives you insaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora