Un paseo inolvidable

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El sol de la tarde bañaba la ciudad con una luz dorada, dando al paisaje un aire cálido y acogedor. Tony estaba nervioso mientras esperaba a Stan frente a la entrada del parque. Había sido una semana intensa, llena de emociones nuevas y confusas, asi que decidió invitar a una cita a Stan, además sentía que necesitaba un momento a solas con Stan para aclarar sus pensamientos.

Cuando Stan apareció, vestido de manera casual pero con un aire de anticipación, Tony sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que esta "cita" no había sido etiquetada como tal, pero en el fondo de su corazón, Tony la veía de esa manera.

—Hola —dijo Tony, sonriendo mientras trataba de disimular su nerviosismo.

—Hola —respondió Stan, con una sonrisa tímida—. Gracias por invitarme. No he estado en este parque en mucho tiempo.

Tony asintió, comenzando a caminar junto a Stan por los senderos del parque. Los árboles, con sus hojas oscilando suavemente en la brisa, creaban un entorno sereno. La conversación fluía con naturalidad, llena de pequeñas anécdotas y risas compartidas.

Se detuvieron en un pequeño lago donde los patos nadaban perezosamente. Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la vista y del momento compartido. Tony sentía que el ambiente era perfecto, y por primera vez en mucho tiempo, su ansiedad se desvaneció.

—Es bonito aquí —comentó Stan, mirando el agua—. Me alegra que hayamos venido.

Tony lo miró, observando el suave perfil de Stan bajo la luz del sol. Su corazón latía con fuerza mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

—Stan… —empezó Tony, y Stan giró la cabeza para mirarlo con curiosidad—. Quería pasar este rato contigo porque… creo que hay algo importante que debo decir.

Stan lo miró con un leve toque de preocupación en sus ojos. —¿Qué sucede, Tony?

Tony respiró hondo, tratando de reunir el valor que necesitaba. —No puedo dejar de pensar en ti… en lo que significas para mí. Sé que es extraño y… no sé si tiene sentido, pero quiero decirte que… te quiero.

Stan lo miró con sorpresa, sus mejillas ruborizándose al captar el significado de las palabras de Tony. El silencio se hizo palpable entre ellos, mientras los dos intentaban procesar lo que estaba sucediendo.

—Tony, yo… —comenzó Stan, pero las palabras parecían atrapadas en su garganta.

Antes de que Stan pudiera continuar, Tony se inclinó lentamente hacia él, sus ojos buscando algún indicio de rechazo. Pero todo lo que vio en los ojos de Stan fue una mezcla de confusión y deseo. Sin pensarlo más, Tony envolvió la cintura de Stan con un brazo y lo acercó suavemente hacia él.

El mundo pareció detenerse mientras Tony cerraba la distancia entre ellos y, con un suspiro tembloroso, posaba sus labios sobre los de Stan. El beso fue suave, tierno, lleno de una emoción contenida durante mucho tiempo. Stan, aunque sorprendido, cerró los ojos y respondió torpemente al gesto, sus manos temblorosas subiendo lentamente hasta los hombros de Tony.

El beso duró solo unos segundos, pero para ambos, pareció eterno. Cuando finalmente se separaron, sus ojos permanecieron cerrados por un momento más, como si quisieran grabar ese instante en sus corazones para siempre.

Stan abrió los ojos primero, su respiración entrecortada mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. Tony, aún con la mano en la cintura de Stan, lo miró con ternura y una leve sonrisa.

—Lo siento si te sorprendí —murmuró Tony, con un tono de voz suave—. Pero no pude evitarlo.

Stan sonrió débilmente, su rostro todavía teñido de un ligero rubor. —No tienes que disculparte, Tony. Es solo que… no estaba preparado. Pero me gustó.

Ambos compartieron una risa nerviosa, el momento de tensión disipándose lentamente. Siguieron caminando por el parque, sus manos rozándose ocasionalmente, pero ninguno de los dos volvió a mencionar lo sucedido. Había una comprensión tácita entre ellos, un acuerdo no verbal de dejar que las cosas fluyeran sin apresurarse a definir lo que significaba.

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La tarde avanzó, y el sol comenzó a descender en el horizonte, pintando el cielo de tonos rosados y dorados. Finalmente, cuando el frío de la noche empezó a hacerse sentir, Tony decidió que era hora de volver.

—Gracias por acompañarme hoy, Stan —dijo Tony, mientras se detenían frente a la salida del parque—. Me alegra haber pasado este tiempo contigo.

—Yo también lo disfruté —respondió Stan, sonriendo con sinceridad—. Deberíamos hacerlo más seguido.

Tony asintió, sintiendo una calidez en su pecho. —Sí, deberíamos.

Se despidieron con un abrazo, más largo y más cercano de lo habitual. Mientras Tony observaba a Stan alejarse, supo que algo había cambiado entre ellos, aunque no estaba seguro de qué. Lo único que tenía claro era que quería explorar más esa nueva dinámica, sin prisa, pero con el corazón abierto.

Y aunque su relación no estaba claramente definida aún, ambos sabían que ese día en el parque sería un recuerdo al que volverían una y otra vez en sus pensamientos, un momento dulce que marcaba el comienzo de algo mucho más profundo.

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Love drives you insaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora