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𓂃 ࣪˖ ִֶָ𐀔 𝗡𝗜𝗦𝗛𝗜𝗠𝗨𝗥𝗔 𝗥𝗜𝗞𝗜 - 𝗡𝗜-𝗞𝗜 :: drabble*. “La lluvia de cerezos solo hacía su hermosura brillar más y más...”
Duración: +600 palabras
drabble*: relato muy corto, de 100 a 600 palabras solamente.
Non! Idol AU
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Oír sobre aquella reunión bajo los árboles de cerezo fue lo mejor que pudo haber hecho Nishimura Riki. A pesar de, claro, haber sido un mero accidente... Al momento de salir de la preparatoria, justo cuando la campana dejó de sonar, buscó a sus dos amigos de —cómicamente— su mismo nombre para en trío infiltrarse dentro de aquél picnic en el jardín a solo dos cuadras de su escuela.
—¿Y a qué vamos, específicamente? —preguntó Riki, bueno, también llamado «Maki». A su lado, el otro «Riki», apodado muy similar a él como «Ta-ki» asintió con la cabeza dando a entender que compartían la misma incógnita.
Los tres estudiantes vestían sus uniformes negros de cuello alto, a la par de que colgaban sus bolsos en un hombro de manera vaga. Ni-ki, llamado así por su apellido también, subió y bajó sus hombros en respuesta a los otros dos. «Solo quise ir y los tomé a ambos» aclaró, dejando en el viento las verdaderas intenciones bajo aquella máscara desinteresada de su expresión facial.
Y es que, en verdad, tan «accidente» no había sido el oír sobre aquella reunión, el ir por esa calle tampoco, el querer ir justo ese día de las dos semanas en las que se celebra el Hanami*, menos. Pero ni Ta-ki ni Maki lo sabían, y tampoco debían. Porque ¿Por qué interesarles el profundo amor de Ni-ki hacia su senpai de tercero? Probablemente lo comenzaran a molestar y a burlar, pero él no podía evitarlo...
Su sonrisa era tan perfecta para Riki, movía cada célula nerviosa de su sistema con solo el tirón de su sonrisa y la camapanita en sus risas bajas. Su cabello era como magia, se movía tan fluidamente, acompañando sus movimientos tan agraciados y delicados, aquellos que lo dejaban sin aliento, con el corazón en la garganta, deseoso de gritar todo el amor que tiene por ella. Pero, ella era una senpai que estaba en tercero, y el siguiente año ya dejaría la preparatoria mientras Riki se quedaría un año más, buscándola con la mirada sin encontrarla entre los pasillos, gritando silenciosamente su nombre sin recibir respuesta de su dulce voz, anhelándola, queriéndola, amándola...
Y es que esa ruta hacia los jardines parecía estar bendiciéndolo, porque verla jugar con sus amigas a tan solo unos diez o quince pasos de distancia era como si el Santo más grande le hubiera sonreído en la cara a Riki.
Algo con ella... No, no era posible y lo sabía. No era probable y, lamentablemente, lo sabía...
Entonces, en medio de un desgarrador lamento, fue cuando la primer lluvia de cerezos se dio en aquella primavera...
Ta-ki y Maki soltaron algún que otro sonido sorprendido a su lado, pero a Ni-ki no le interesó. Lo único llamativo en su campo de visión era su senpai sonriente por la repentina lluvia rosada; su corazón se sintió en casa cuando la vio reír y tomar un pétalo de sakura en el aire, mostrándoselo a una de las amigas que la acompañaban. Se sintió en casa, y se sintió querido, porque ninguna acción suya iba dirigida hacia él, pero el tan solo tener el privilegio de ver de tan cerca aquella imagen angélical lo hacía pensar que, de hecho, era uno de los hijos más adorados de Dios.
El cabello comenzando a flanquear y los pétalos engancharse entre sus finas hebras ya era un suceso esperado, sin embargo, lo inesperado fue lo que le prosiguió. Ni siquiera cuando el menor de sus amigos lo llamaba y preguntaba sobre sus futuras acciones se detuvo, bueno... Aquello ya estaba escrito, podríamos decir...
La joven volteó con curiosidad ante el suave e inseguro tacto, y Riki sintió su mundo desvanecerse y levantarse y volverse a desvanecer en tan solo una cifra de tres segundos. La tenía a, fácil, dos pasos, había tocado su cabello, era una seda, y, Dios... Ahora solo podía estar paralizado...
—Yo... Senpai, tenía un pétalo en el cabello. —murmulló, mostrando el pétalo rosa bebé entre sus dedos.
Ella abrió sus ojos causándole un leve sentimiento de miedo a Ni-ki, pero pronto lo relajó cuando sonrió y soltó una suave risita. —¡Ya veo, gracias! Eres un buen kouhai, Riki-san.
Eso lo sorprendió. ¿En serio lo era? Mierda... Riki de verdad creyó que estallaría de la felicidad allí mismo...
