Después de un día largo en la universidad, su único deseo era llegar a casa por fin y tirarse en su cama a desvanecerse del cansancio...
Mientras el sol de atardecer caía sobre sus cabellos y la brisa golpeaba sus mejillas con dulzura, la joven avanzaba hacia la salida del campus universitario a paso tranquilo y pesado. Su bolso colgaba vagamente de su hombro derecho cuando unos pasos detrás suya hicieron que frunciera su ceño con duda.
—Disculpe —Una suave voz masculina dirigida a ella hizo que volteara, notando a un lindo chico teñido de rubio sonreírle de manera dulce—, ¿podemos tomarnos una selfie? —preguntó, con completa sencillez.
—¿Qué? —¿Una selfie? ¿Con ella? Ella ni siquiera lo conocía.
El joven al ver la inquietud y el desconcierto en el rostro de la chica asintió, haciendo pronto un ademán en señal de poca importancia.
—Es un reto, debo tomarme 50 selfies con 50 personas del campus en medio día. Me falta solo una y me queda media hora... —explicó con tranquilidad, sonriente.
La joven procesó toda la información en una cifra de segundos, en los que estuvo con su expresión más sorprendida del día. Un suspiro detonó su vuelta a la tierra —ya que parecía algo ida— y después de mirarlo nuevamente, asintió.
No sabía porqué, quizá en un estado estable y no tan disparatado por el cansancio no lo hubiera hecho, pero ella aceptó.
—Eh... C-claro?... —No sonó muy convincente, pero al chico pareció servirle igual.
—¡Muchas gracias! —Él sonrió enormemente, avanzando hasta posicionarse más cerca de la chica.
Esta lo miró acercarse hasta llegar a su lado y movió sus cabellos de manera ansiosa. Miró al rubio abrir la cámara de su celular con rapidez, para pronto observarlo a él con curiosidad.
—¿Debo hacer algo?
Él la miró por unos segundos con sorpresa, pero después sonrió de manera suave haciendo sus ojitos chiquitos por sus mofletes abultados. El muchacho negó con energía la cabeza.
—Solo sonría y luzca linda, aunque eso ya lo hace.
La sonrisa que el chico le dedicó al narrar sus últimas palabras la dejó hipnotizada, medio boba, en un idioma más coloquial. Sus labios eran perfectos y contrastaban con perfección junto sus blancos dientes y sus ojos achicados. Ella lo observó por unos segundos y se puso nerviosa al darse cuenta que él igual la miraba...
—Gracias...
—De nada, ahora ¡Vamos! 1, 2... —El chico no contó a 3 porque ese mismo número fue la presión del botón disparador. Ambos sonrieron suavemente a cámara, haciendo el mismo corazón con sus manos como si lo hubieran planeado con anterioridad—. ¡Listo, se lo agradezco muchísimo! ¡Que tenga buen día!
El chico hizo una gran reverencia de 90 grados como agradecimiento. La chica sonrió y negó con la cabeza de manera tranquila cuando este finalmente se recompuso.
—Buen día... —susurró, recibiendo una sonrisa de este antes de voltear e irse.
Ella se quedó helada, mirando como el chico de cabellos claros le daba la espalda y se iba lentamente hacia dentro del campus, contrario a su camino. «Raro...»: pensó, sin creer lo que había sucedido. Se encogió de hombros, suspiró y volteó, volviendo con su camino hacia la salida con tal de poder volver a su casa.
Agotada, cansada, harta.
No fueron más de unos 7 u 8 pasos que otra vez oyó algo detrás suya, aunque esta vez decidió ignorarlo por completo en el afán de hacer su vuelta a casa más veloz. Pero ella no contó con que ese sonido atrás suya sería, otra vez, ese lindo rubio, quien estaba en busca de, otra vez, ella...
Una mano en su hombro la hizo voltear de vuelta, notando otra vez esa bella sonrisa perfecta.
—Y, disculpe otra vez... —susurró, un tanto avergonzado—. ¿Puedo tener su número?
Los ojos de la joven se abrieron por completo en sorpresa. Cuando lo pensó, una suave sonrisita y una baja risa se escaparon de sus labios, haciendo que el rubio contuviera la respiración de la emoción.
—Ya nos tomamos una foto juntos, no veo porqué no.