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𓂃 ࣪˖ ִֶָ𐀔 𝗝𝗔𝗬 𝗣𝗔𝗥𝗞 :: escenario. "Él es el maldito ex perfecto. No hay qué reprocharle..."
Duración: +1500 palabras
READER NAME | An Chohee
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Tembló tu cuerpo cuando la brisa del invierno azotó tus piernas cubiertas, tan solo por una fina capa de aquél pantalón de joggin.
El gélido clima, característico de aquella estación helada, pintaba tus mejillas de color rojo carmesí. El largo pañuelo a cuadrillé cubría tu cuello y hasta parte de tu nariz, en busca de calor en medio de aquella calle nevada.
A pesar de ser temprano, la noche ya había caído, al igual que tus ilusiones de volver a casa y tomar un vino de fin de semana, tranquila...
Poco a poco, el pasar por las casas se convirtió más en una marcha a un lado de los grandes negocios de la ciudad. Podías verlo a lo lejos: tu destino, tan cerca también que ansiaba a tus pies a aumentar de un paso común a un casi trote.
Estabas apurada, hacía mucho frío. Solo querías ir al hospital, que revisaran tu mano y volver a casa...
No bastaron más de unas cuadras para adentrarse en el establecimiento del hospital, avanzando lentamente hacia la guardia, moviendo ansiosa tu mano afectada por un cuchillo de cocina y la mente en las nubes...
Caminaste poco más, acercándote hacia la puerta y logrando divisar una silueta a tu lado hacerlo igual. Te sorprendiste cuando volteaste...
Ahí estaban las "nubes"...
Él también se alarmó de tu presencia, y su expresión antes seria, pasó a una sorprendida y relajada, casi como aliviado y a la vez preocupado de verte ahí.
—Jay... Buen día. —dijiste, a pesar de que ya la oscuridad se adueñaba de la tarde y su rostro era iluminado por el led jade de la cruz verde de la guardia.
Ambos bajo la luz y frente a la puerta se miraron. Ojos conocidos, y portadores casi extrañando a los del otro con locura. Pero ninguno mostrándolo verdaderamente. Ni un poco...
—Chohee, buen día. —El susurro de Jay se oyó casi distante, pero de todos modos preocupado.
Asentiste con la cabeza en un saludo silencioso. Él lo correspondió al instante.
Tú retrocediste cuando él se precipitó hacia la puerta de la guardia, abriéndola para ti con aquella caballerosidad tan característica de él.
—Pasa.
—Gracias.
Agradeciste en voz baja, similar a un susurro vergonzoso que no quería escaparse de ti.