Noa

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—¡Roxana! ¡Roxana! —escuché el eco de mi nombre mientras despertaba de golpe, rodeada por mis hermanos y mi padre.

—¿Están bien? —nos abrazó con fuerza, y los tres nos aferramos a él.

—¿Dónde está mamá? —preguntó Liam, su voz temblando.

—Se la llevaron —respondí, con un nudo en la garganta.

—¿Qué? -Julia sacudía la cabeza, negando la realidad—. No... mamá está bien. Ella está con nosotros... ella no... —Papá la envolvió en un abrazo, y los llantos desgarradores de mi hermana me hicieron llorar nuevamente.

Mi hermano se aferró a mí, envolviéndome con sus largos brazos. De repente, escuchamos un ruido en la distancia. Alguien había caído, haciendo un escándalo; definitivamente era un simio.

Llenos de rabia y dolor, tomamos nuestras lanzas y padre se adelantó. Al caminar un poco más, encontramos al simio en el suelo, indefenso. Lo rodeamos y mi padre rápidamente le arrebató su arma.

—Eres muy joven... —comentó mi padre, observando al simio con detenimiento.

El simio nos miraba con preocupación y miedo.—Sin tu máscara y sin esto -le apuntó con su arma, que parecía una lanza. El simio nos observó detenidamente, claramente sin entender.

—No mires a mis hermanos —dije amenazadoramente, apuntando con mi lanza. El simio se sorprendió, nunca había escuchado a un humano hablar.

—Tú... tú hablaste...—murmuró, incrédulo.Mi padre llamó su atención.

—Habla, simio. ¿Qué haces aquí?

—Yo no soy como ellos...—respondió el simio, intentando explicarse.

—Explícate—exigió mi padre.

—Ellos... destruyeron mi aldea... y mataron a mi padre.

—Ellos también mataron a los míos... —dijo mi padre, señalándonos a Julia y a mí—. Se llevaron a mi humana.

El simio nos miraba sin entender, mientras nosotros seguíamos a la defensiva.—Ellas... están contigo. Ecos problemáticos...

—Han estado conmigo desde que eran unas bebés, al igual que su madre... esos simios atacaron tu aldea y se la llevaron. El simio aún no comprendía lo de nosotras.

—Yo soy Raka —dijo mi padre, extendiendo su mano.

—Yo... Noa—respondió el simio, aceptando el saludo y levantándose, aunque seguía mirándonos confundido.

—Papá, no creo que sea buena idea, no me genera confianza—protestó Julia, mirando a Noa con desconfianza.

—Padre es sabio, sabe lo que hace. ¿No es así, Roxana? —dijo mi hermanito, mientras Noa abría los ojos, como si recordara ese nombre de alguna parte.

—Confío en esta familia, pero no en desconocidos.—lo miré fijamente—. Pero no dudaré en echarte de mi hogar a patadas si es necesario.

—Vamos, hijos míos -dijo mi padre. Julia y Liam se pusieron a los lados de papá, mientras yo observaba a Noa, haciéndole una seña para que se moviera. Él obedeció.

Caminamos hacia la pequeña biblioteca, y papá comenzó a desempolvar algunos libros.

—Liam y yo calentaremos el agua y traeremos un poco de fruta de ayer.

—De acuerdo, tengan cuidado.—Julia asintió, lanzando una última mirada de advertencia hacia Noa.

Mientras papá le contaba la historia de los libros, yo no me apartaba de su lado, aún desconfiada, observando al simio.—No lo entiendo... ustedes... humanos no deberían poder hablar. No siendo inteligentes... es... imposible.

—Hay humanos inteligentes, y también tienen conocimientos que puede que no comprendas—respondí con firmeza.

Noa seguía observándome con esa expresión de duda, mientras dirigía su atención a mi hermano Liam, aún tratando de entender lo que le habíamos contado.

—¿Dónde está su madre? Él es muy joven —preguntó Noa, su tono reflejando incredulidad.

Me volví hacia él, tratando de mantener la calma.—Ya te lo dijimos, la secuestraron.

—Pero... eso no es posible. Ustedes son diferentes, ¿cómo lograron... con un simio...? —Noa quedó pensativo, tratando de encontrar sentido a lo que estaba escuchando. Sin embargo, mi padre se acercó antes de que pudiera hacer más preguntas.

—Felizmente, Elena pudo dar a luz a Liam, fue algo milagroso —dijo mi padre, haciéndonos una señal para que lo siguiéramos.

—Tú... y ella... —Ahora sí, la expresión de horror en el rostro de Noa era evidente.

—Sí, lo hicimos... y la verdad, no me arrepiento. Después de todo lo que perdí, ella fue mi fortaleza y esperanza. De ese amor y cariño nació Liam, pero son cosas que quizá no puedas entender —respondió mi padre con firmeza, pero sin rastro de remordimiento.

Noa desvió la mirada hacia Julia y a mí, sus ojos reflejando confusión.—¿Y ellas también...? —preguntó, todavía intentando asimilar la situación.

Mi padre soltó una pequeña risa.

—No, ellas ya eran humanas cuando llegaron a mí, unas bebés indefensas. Aunque no compartimos la misma sangre, las crié como si fueran mías, y para mí, siempre serán mis hijas.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, mientras dirigía una mirada llena de cariño hacia mi padre.

Tras un momento de incómodo silencio, nos reunimos con los demás. Mi padre le explicó a Noa cómo, en tiempos pasados, los humanos gobernaban el lugar y cómo ambos, humanos y simios, coexistían en relativa paz.

Después de comer algo, salimos afuera. Noa notó que una humana estaba robando algo de su bolso y la espantó rápidamente. Mi padre intentó detenerla, pero la mujer se escabulló antes de que pudiera decir más.

—Tú irás a buscar a los tuyos, y yo iré a buscar a Elena. Vamos por el mismo camino —dijo Raka, decidido.

—No quiero retrasos... —replicó Noa.

—No te preocupes, yo también tengo un caballo —rio mi padre—. Trae a Julia, y trae el caballo de tu madre, iremos juntos por ella.

Mis ojos se iluminaron al saber que los acompañaríamos en esta búsqueda. Salí corriendo lo más rápido que pude para avisarle a Julia y preparar el caballo. Un rato después, Julia ya estaba montando, mientras Liam, lleno de emoción, no podía esperar para salir de casa. Yo iba con mi padre, disfrutando de la sensación de aventura en el aire. De repente, el sonido de un águila resonó en el cielo. Miré hacia arriba y no podía creerlo: era el águila que siempre me visitaba.

—Hola, hola, ¿nos seguiste? —le dije al águila con una sonrisa. El águila descendió y se posó en mi brazo con familiaridad.

—No puede ser... ¿Águila del Sol te conoce? —dijo Noa, sorprendido.

—Nos conocemos desde que era un polluelo, pero siempre me visita —expliqué, acariciando suavemente sus plumas doradas.

—Tú... ¿eres la simio con la manta? —preguntó Noa, su tono reflejando una mezcla de curiosidad y asombro.

—Ese día lo dejamos con ustedes porque no queríamos causar problemas —respondió mi padre, interviniendo para aclarar la situación.

—Lo recuerdo perfectamente... —murmuró Noa, esta vez mirándome con una mezcla de curiosidad y admiración, ya que sabía que Águila del Sol no tenía esa conexión con cualquiera.

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⏰ Última actualización: Sep 07 ⏰

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