4.

186 22 12
                                    

El ColaCao no sabe igual que en casa.

Es lo primero que pienso cuando doy un sorbo a mi desayuno.

Lo que he aprendido en mis primeras horas en esta casa es que Marlis es poco habladora pero por las mañanas menos aún, que la calefacción siempre está excesivamente alta y que dormir con la cabeza llena de pensamientos no es viable por grande y cómoda que sea la cama.

Tengo claro que me va a costar más de un día adaptarme a todo esto, pero saberlo no lo hace menos difícil, está claro.

Reviso mi plan de hoy. Estudio por octava vez como funciona la única línea de bus que llega hasta aquí. La cuál tengo que coger para llegar a hora al instituto. Si no he entendido mal las indicaciones de Marlis.

Salgo de casa muerto de frío con mi mochila. Dispuesto a no perder mi única vía de transporte, camino tan rápido como pueden mis piernas. Sin embargo me encuentro con que correr respirando aire a seis grados no es muy agradable que se diga. No lo recomiendo.

Me digo a mi mismo que vale la pena cuando el bus para frente a mi. Primer obstáculo del día superado, a duras penas pero sí. El problema es que ahora estoy agotado y el calor del vehículo me abrasa de un momento para otro.

¿Que le pasa a esta gente con los cambios bruscos de temperatura? ¿Son inmunes a los resfriados?

Los niños que tengo sentados delante no se han quitado ni una capa, la señora dos asientos a la derecha lleva una bufanda tapando su rostro hasta la nariz, y a mi ya me sobra hasta el bigote.

¿Estaré rodeado de robots? No me extrañaría.

Tras un trayecto largo y caluroso, mi cuerpo vuelve a impactar con el viento gelido del exterior. Piso por primera vez Flensburg, mi nueva realidad.
Presto poca atención al entorno, lo cuál no es muy propio de mí, pero para ser sinceros estoy concentrado en subir una cuesta terrible hasta un edificio que podría ser perfectamente un palacio. Vaya tela con los institutos públicos alemanes.

Es precioso. Hay que te conocerlo. Al igual que el interior, repleto de proyectos, dibujos, fotografías... Pero sin perder la elegancia de su arquitectura base.

Por desgracia tengo poco tiempo antes de que empiecen las clases, todo el mundo camina de allá para acá sin mirar a su alrededor. Así que me dirijo al despacho del director, como indicaba mi itinerario de hoy.

Las primeras horas son un poco caóticas.

Oke, el director, me da la bienvenida en un español casi perfecto que agradezco enormemente. Me da mi horario y me indica una lista gigante de cosas que debo hacer o cumplir que intento retener aunque sé que será difícil. Es demasiado pronto para mí.

A partir de la primera clase se tuerce todo. Estoy en el curso en inglés, y menos mal porque no entiendo ni pipa de alemán, pero aún así me cuesta seguir el ritmo muchas veces.

Noto alguna que otra mirada extraña, sobretodo de chicos que coinciden conmigo en clase o que cruzo por los pasillos. No le doy mas importancia. Entiendo que haya curiosidad por saber que corchos hace un español con bigote y unas ojeras de aquí a Ibiza en su instituto cuando el curso ya ha empezado.

A ver, no tenía pensado hacer muchos amigos por aquí pero tampoco me gustaría crearme un grupo de haters solo por haber dormido menos de cinco horas y tener cara de dormido. O de drogado.

Por favor espero que no sea lo último. Lo que me faltaba ya, ganarme fama de drogadicto el primer día...

La hora antes del descanso para almorzar es la aguja que revienta la burbuja de estrés que llevo acumulando desde hace unos días. Estoy cansado, el profesor de matemáticas habla demasiado rápido y encima, al haber llegado con meses de retraso, no entiendo de que me está hablando. Así que me dedico a observar mi alrededor.

Sorpréndeme -Juantin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora