11.

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Rebusco entre las cajas polvorientas del desván. Tengo la sensación de que ya no hay lugar en el que no haya mirado. Repaso, por si acaso, cada esquina.

–Estoy segura de que yo la encontraría. –dice mi madre a través del altavoz.

–Te lo juro mamá, la estrella no está aquí. –acepto rendido.

Hoy ha sido ella la que me ha llamado. Estaba inmerso en mi búsqueda de la estrella que le falta al árbol cuando ha sonado el teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Hemos hablado del tiempo que llevo aquí, de cómo está la familia y ha acabado diciéndome que llame a la abuela cuanto antes para explicarle que no me he ido a hacer la mili, como ella cree.

A mi pesar, después de una hora de compañía y muchas advertencias de que la llame mañana, le cuelgo.

No hay rastro de ninguna estrella en este sitio polvoriento. En su lugar, cientos de cajas repletas reliquias se extienden sobre el suelo del desván. Distingo cuadros, pilas enormes de libros y libretas desgastadas, maletas de las que sobresale ropa... Discos de música que no reconozco, tacones usados y desgastados por la humedad de la habitación y el tiempo.

En este lugar deben de haber más anécdotas de las que una mente humana es capaz de almacenar. Esa posibilidad me entristece. Deberíamos de poder recordar todos los buenos momentos hasta que no quede nada de nosotros. Me parece un final justo para una vida entera.

Un destello plateado llama mi atención entre un montón de sábanas bordadas. No sé cómo no lo he visto antes. De algún modo inexplicable siento que me llama, tiene que ser lo que busco, la sensación de victoria se extiende por mis nervios con demasiada antelación. No se parece a la estrella que tenía en mente, para nada.

Sujeto con cuidado un objeto pesado. Soplo el polvo que lo recubre, pulsando sin querer un botón que abre una pantalla rectangular de uno de sus lados. Descubro así que se trata de una cámara de video, antigua, pero a la vez muy bien conservada. No se enciende.

Aún así la bajo conmigo a la cocina, por pura curiosidad y porque si fuera Marlis me encantaría redescubrir algo como esto años después de haberlo perdido. El peso de la cámara aumenta en cada escalón con la responsabilidad que supone sujetar un álbum digital de recuerdos.

–¿Has encontrado la estrella? –encuentro a Marlis en el salón. Sigue mirándome igual que esta mañana, como si analizara cada uno de mis movimientos sin saber cuál será el siguiente. Lo cuál me hace bastante gracia teniendo en cuenta que han pasado horas de nuestro encuentro mañanero y ya le he dejado claro que estoy bien.

Al parecer nunca ha visto a alguien en medio de una crisis de personalidad replanteándose sus decisiones mirando al techo de la cocina.

Vale, puede que la entienda viéndolo con perspectiva.

Esta mañana, cuando me ha encontrado en la mesa en completo silencio, ha decidido observarme en silencio mientras calentaba el agua para preparar un té. No le he dado importancia porqué estaba demasiado ocupado lidiando con mis pensamientos, en plena mañana de organización y limpieza mental.

Creo que está considerando el hecho de que sea un psicópata encubierto.

De todos modos, después de mis horas de reflexión intensas, hemos comido juntos, y luego hemos pasado la tarde viendo su programa de cocina favorito. Así que realmente no creo que le atormente tanto la opción de que pueda estar loco.

–No, pero he encontrado esto. –le enseño la cámara.

Marlis se pone las gafas de vista que descansan sobre su cabeza y se acerca a mí. Una pequeña sonrisa se asoma entre sus labios haciéndome sentir bien con mi hazaña de hoy. La examina unos segundos entre sus manos. Saca el carrete con habilidad y busca algo en él. Vuelve a meterlo y me la entrega de nuevo, dejándome un poco confuso.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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Sorpréndeme -Juantin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora